Pablo enseña que “las [autoridades] que existen fueron establecidas por él [Dios]. Por lo tanto, todo el que se opone a la autoridad se rebela contra lo que Dios ha instituido. Los que así proceden recibirán castigo. Porque los gobernantes no están para infundir terror a los que hacen lo bueno sino a los que hacen lo malo” (Romanos 13:1-3). Dios ha confiado la autoridad a los gobernantes para defender la Ley, castigar al malvado y disuadir el crimen.
Sin embargo, la parábola nos instruye para ser pacientes y no actuar como jueces autoproclamados. “Manténganse firmes y aguarden con paciencia la venida del Señor, que ya se acerca. No se quejen unos de otros, hermanos, para que no sean juzgados. ¡El juez ya está a la puerta!” (Santiago 5:8-9).
A primera vista, la parábola puede dejar la impresión de que hay dos clases de personas en este mundo, buenas y malas, y que las buenas siempre son buenas y las malas siempre son malas. Sin embargo, esto no es totalmente correcto. La Escritura no enseña que Dios crea personas buenas y Satanás crea personas malas. Dios crea personas (ellas son obra de sus manos) y regenera a quienes Él ha escogido, a través de la preciosa obra de su Espíritu. Las personas malvadas, aunque fueron creadas por Dios, han sido corrompidas por Satanás y están siendo usadas por él para influenciar a las que han sido regeneradas por Dios.12 Ellas son la mala hierba entre el trigo. La mala hierba y el trigo maduran juntos hasta el momento de la cosecha, luego de la cual serán separados.
La parábola de la mala hierba contiene una compacta lista de términos similares en forma de glosario. La aparente simplicidad en la explicación de los términos casi pareciera ser un desafío para hacer lo mismo que en las otras parábolas que Jesús enseñó. Muchos comentaristas han visto esto como una abierta invitación a explicar las parábolas como lo hizo Jesús. Por ejemplo, en la explicación de la parábola de las diez vírgenes (Mateo 25:1-13), los comentaristas de la iglesia primitiva dieron varias explicaciones de la palabra aceite. Para Clemente de Alejandría, el aceite era la compasión del Padre; para Hilario, el aceite significaba el fruto de las buenas obras; para Agustín, el aceite denotaba gozo. Pero Crisóstomo sugirió que el aceite significaba brindar ayuda al necesitado; y Orígenes consideró que el aceite era la palabra de enseñanza.13 Durante la Edad Media y la Reforma, Beda el Venerable dijo que el aceite representaba el arrepentimiento, pero para Lutero era gracia.14
Obviamente, los comentaristas no tienen la sabiduría que Jesús demostró en la interpretación de las parábolas. Por lo tanto, ellos deberían ser cuidadosos y no leer en las parábolas pensamientos y conceptos que estas no intentan enseñar. De hecho, ellos hacen bien en encontrar la enseñanza básica de la parábola en ella misma o en su contexto, y limitar su interpretación al asunto que la parábola transmite.
CAPÍTULO 7
La Semilla de Mostaza
“Les contó otra parábola: «El reino de los cielos es como un grano de mostaza que un hombre sembró en su campo. Aunque es la más pequeña de todas las semillas, cuando crece es la más grande de las hortalizas y se convierte en árbol, de modo que vienen las aves y anidan en sus ramas.”
Mateo 13:31-32
“También dijo: «¿Con qué vamos a comparar el reino de Dios? ¿Qué parábola podemos usar para describirlo? Es como un grano de mostaza: cuando se siembra en la tierra, es la semilla más pequeña que hay, pero una vez sembrada crece hasta convertirse en la más grande de las hortalizas, y echa ramas tan grandes que las aves pueden anidar bajo su sombra.»”
Marcos 4:30-32
“¿A qué se parece el reino de Dios? —continuó Jesús—. ¿Con qué voy a compararlo? Se parece a un grano de mostaza que un hombre sembró en su huerto. Creció hasta convertirse en un árbol, y las aves anidaron en sus ramas.”
Lucas 13:18-19
Jesús contó dos parábolas para mostrar el fenomenal crecimiento del reino de los cielos: la de la semilla de mostaza y la de la levadura. Estas dos forman un dúo y son realmente dos caras de la misma moneda. La parábola de la semilla de mostaza describe el considerable crecimiento del reino, y la de la levadura, el intenso crecimiento del reino.1
Mateo puso las dos parábolas en un mismo capítulo (Mateo 13); él hizo esto muy probablemente por razones de actualidad. Lucas, por su parte, al incorporar las parábolas en la así llamada narrativa de viaje (Lucas 9:51-19:27), puede reflejar una secuencia más histórica, aunque no podemos asegurar esto en ninguna manera. Podemos asumir que Jesús enseñó estas dos parábolas juntas en la misma ocasión.2
Sembrando y Creciendo
Veinticinco estudiantes acompañan a su maestro a Washington D.C., para ver la Casa Blanca. Cuando ellos regresan a su salón de clase, el maestro le pide a cada alumno escribir un corto ensayo sobre la visita a la Casa Blanca. Veinticinco ensayos reflejan veinticinco aspectos de la residencia presidencial. Un niño puede escribir, “la Casa Blanco es como esto”, seguido de una descripción de una característica más relevante a sus ojos. Sin embargo, otro niño puede usar la misma introducción pero en el ensayo describe una perspectiva totalmente diferente de la Casa Blanca.
Jesús familiarizó a sus seguidores con las muchas características del reino de Dios. Por medio de parábolas, Él buscó describir las facetas individuales del gobierno real de Dios. Por eso, Él introduce sus parábolas con la frase, “el reino de los cielos es como…”
La parábola de la semilla de mostaza, en contraste a la de la mala hierba, es muy breve. En relativamente pocas palabras, Jesús describe el asombroso tamaño del árbol de mostaza (“árbol” en Mateo y Lucas; “planta” en Marcos), que nacía de la más pequeña semilla plantada en los huertos. Obviamente, Jesús enfatizó la diferencia entre la pequeñez de la semilla y la magnitud de la planta. Él no habla de las cualidades de la planta de mostaza; Él podía haber mencionado su uso en los alimentos y la medicina, su color y su sabor, pero ese no es el punto de la parábola.
Jesús usa un ejemplo de la vida cotidiana. En nuestra sociedad moderna de alimentos enlatados, embotellados y empaquetados, los huertos son desconocidos para muchas personas. Pero en el tiempo de Jesús, casi todo el mundo tenía su propia parcela. Incluso el clero de ese tiempo diezmaba de las especias (menta, eneldo y comino) de sus huertos (Mateo 23:23). En cada huerto, el árbol de mostaza tenía un lugar. La planta regularmente crecía en un área que bordeaba la parcela debido al espacio que requería. En el Evangelio de Mateo, el jardinero planta la semilla en un campo, en el de Lucas en un huerto y en el de Marcos en la tierra.
El jardinero tomó sólo una semilla de mostaza. Sus dedos parecían demasiado grandes para agarrar una semilla tan insignificantemente pequeña. Él sembró la semilla en su campo porque sabía que esa pequeña mancha tenía las capacidades de crecer de una planta al tamaño de un árbol.3 Él sólo necesitaba una planta. Y sabía el contraste entre semilla y planta.4 De hecho, el insignificante tamaño de la semilla de mostaza se había convertido en proverbio en el primer siglo. Jesús dijo en un momento: “Les aseguro que si tienen fe tan pequeña como un grano de mostaza, podrán decirle a esta montaña: “Trasládate de aquí para allá”” (Mateo 17:20).5 Tanto Mateo como Marcos dicen explícitamente que la semilla de mostaza “es la más pequeña de todas las semillas”.6 Por lo tanto, el contraste es aún mayor, porque la declaración está equilibrada por la descripción de la planta madura: “es la más grande de las hortalizas y se convierte en árbol”. Esa mota de semilla absolutamente pequeña e insignificante, arrojada al campo, se convierte en un árbol. ¡Un milagro!
Concluyendo la parábola, Jesús alude a los pasajes del Antiguo Testamento de Daniel 4:12 y Ezequiel 17:23 y 31:6. El pasaje de Daniel es bien conocido por la audiencia de Jesús porque se refería al sueño de Nabucodonosor