Mencionemos, por último, que la coedición siempre ha estado presente como una estrategia de exportación, una manera de difundir la literatura nacional en el extranjero. Incluso Gaston Bellemare, que defiende y practica la coedición de «ida y vuelta», no escapa del todo a la regla. Ante la pregunta «¿por qué coeditar?», planteada por un profesor de la Universidad de Sherbrooke, como introducción a una conferencia sobre el tema, pronunciada ante un grupo de estudiantes, el editor responde espontáneamente: «Para vender los libros». Solo en un segundo momento, luego de haber explicado la manera como la coedición permite bordear los límites inherentes al mercado quebequés (pocos lectores, largas distancias, tarifas exorbitantes impuestas por Poste Canada, presencia masiva de libros franceses en las librerías), el editor abordará la cuestión de la reciprocidad de los intercambios culturales, como si esta faceta se derivara de alguna manera de la anterior.
Sin embargo, no es evidente hasta qué punto los editores quebequeses, en la realidad, exportan más títulos mediante la coedición de los que importan. En el caso de la coedición de ida y vuelta (Écrits des Forges, Actes Sud), los intercambios son, por definición, equilibrados, al menos en el número total de títulos. Pero si se toman otros casos de editores y se consideran diferentes formas de colaboración editorial (que no implican forzosamente el doble etiquetado), se podría creer que la coedición en Quebec surge muy a menudo, incluso quizá en mayor número, de la importación que de la exportación117. En otras palabras, los editores quebequeses parecen funcionar con más frecuencia como coeditores que como editores líderes.
Todas esas posiciones, que condicionan las representaciones de la coedición en Quebec, son sintetizadas en un corto párrafo que figura en el sitio web de la Asociación Nacional de Editores de Libros (Association Nationale des Éditeurs de Livres [Anel]):
La coedición: como lo recuerda de manera elocuente Josée Vincent en su ensayo Les Tribulations du livre québécois en France, la difusión del libro quebequés en Francia estuvo, al menos hasta sus días, plagada de obstáculos. Dicho esto, el deseo de imponerse en este mercado, que cuenta con más de cincuenta millones de lectores, persiste. […] A lo largo de los últimos años han surgido diversas formas de alianzas entre Francia y Quebec. Los acuerdos de coedición Leméac-Actes Sud, Fides-Le Cerf y Boréal-Seuil ofrecen una vitrina en Francia a varios escritores quebequeses. […] La implementación de Québec Édition, bajo la dirección de la Anel —un grupo de una centena de editoriales de Quebec y de otros territorios francófonos de Canadá— ofrece a los editores, por otro lado, la posibilidad de aumentar sus posibilidades de penetrar los mercados extranjeros participando en diversas ferias del libro en el mundo, de Fráncfort a Bolonia, de París a Guadalajara118.
Cuando «interesarse en la coedición es posar la mirada en los libros ilustrados»119
El sitio web del Sindicato Nacional de la Edición (Syndicat National de l’Édition [sne], el «equivalente» francés de la Anel) aborda el tema en términos un poco diferentes:
Coedición: se trata por lo general de editores que se asocian para un proyecto de libro ilustrado, con el fin de compartir los costos de creación y los costos fijos de fabricación. El editor que detenta los derechos cede a uno o a varios editores extranjeros los derechos de edición para una lengua o territorio determinados120.
Mientras que la Anel contextualiza la coedición sin realmente definirla, la sne la define sin contextualizarla, solo para precisar que se refiere, por lo general, a libros ilustrados. Esta asociación no es nueva, en 1981, el historiador editorial Philippe Schuwer firmaba un tratado de coedición y de coproducción internacional en el que proponía definir la coedición como «la adaptación a posteriori de obras o de colecciones ilustradas, concebidas por un editor que cede a un colega extranjero los derechos de adaptación o de realización de dichas obras o colecciones»121. Al contrario de la interpretación propuesta por las autoridades (gubernamentales) canadienses, que asociaban la coedición con el doble etiquetado, esta ofrece (dejando de lado la restricción de género) una gran libertad interpretativa. Por este mismo hecho hace difícil cualquier análisis estadístico sobre la coedición122. A pesar de todo, el autor restringe el abanico de posibilidades concentrándose en las asociaciones entre editores de lenguas diferentes, luego de haber mencionado, en nota al pie de página, que la coedición también puede practicarse entre editores de la misma lengua, y que esta sería, a propósito, la forma más antigua e «ideal, ya que, generalmente, solo cambia el nombre de la editorial»123. Menciona, como ejemplo de ello, los acuerdos entre Inglaterra y Estados Unidos, entre editores de Madrid, de Lisboa o del Cairo.
En L’Édition internationale, obra publicada diez años más tarde y que, en principio, pretendía ser una simple actualización de la precedente, Schuwer modifica ligeramente su definición. La coedición se entiende allí como «un acuerdo para la traducción-adaptación de obras generalmente ilustradas, concebidas por un editor, poseedor del copyright, que cede a uno o varios colegas extranjeros los derechos de edición»124. Resaltamos la sustitución (reemplazo de «adaptación» por «traducción-adaptación»), la adición del adverbio «generalmente» (lo que permite que la coedición pueda, a veces, tratarse de obras de texto) y el reconocimiento del hecho de que esta práctica puede comprometer a más de dos socios. También aquí, la definición está seguida de una nota al pie de página:
También hay coediciones en una misma lengua. Nosotros citamos esta forma de acuerdo sin extendernos, pues este libro trata de las coediciones internacionales. Evoquemos la más común, la que une dos editores que firman una misma obra o una misma colección. Así, por ejemplo, Seuil-Gallimard para las publicaciones de la Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales.
Editores ingleses y estadounidenses editan también numerosas coediciones, con sus respectivos logos o con los de todos, de acuerdo con sus mercados. [...] Una política que practican también ciertos editores francófonos, como los belgas, los suizos y los quebequeses con sus colegas franceses, y viceversa125.
El tratamiento de la coedición en una misma lengua en dicha obra se resume en estas líneas, no obstante, de ello se pueden inferir conclusiones interesantes; la primera, que la distinción entre coediciones nacional e internacional es una cuestión de lengua. Esta categorización reposa en una presuposición de equivalencia lengua-nación que Schuwer mantendrá en todas sus publicaciones subsecuentes. Según este principio, los acuerdos entre editores francófonos pertenecen entonces al campo de la coedición nacional. Notemos que la posibilidad para los editores belgas de realizar acuerdos con colegas quebequeses o suizos, sin pasar por Francia, no se contempla. Además, África francófona no parece interesada en la coedición. Así como esta nota al pie de página, el matiz establecido en la nueva definición —según la cual la coedición se refiere «generalmente», es decir, no siempre, a la edición ilustrada— abre una puerta que el autor, sin embargo, cierra enseguida. En el capítulo siguiente enumera los diferentes campos de aplicación de la coedición: libros de arte, de fotos, científicos, paso a paso, enciclopedias, diccionarios, atlas, cómics y libros juveniles, escolares y paraescolares, muchas categorías en las que «la ilustración, generalmente en color, si no es dominante, al menos tiene un lugar importante»126. Las obras «de texto», que reúnen géneros tales como la novela, la poesía o el ensayo se encuentran de nuevo excluidas de la esfera de la coedición. El Traité pratique d’édition publicado en el 2002, que contiene dos capítulos detallados sobre la edición internacional, sigue la misma lógica. Aunque el autor especifica, siempre en nota al pie de página, que «el término coedición se aplica tanto a publicaciones ilustradas como a las que no, publicadas