Ya que el inglés se impuso como lengua franca en ciencias, ingeniería, medicina y comercio, el potencial de ventas internacionales aumentó. Por eso la copublicación se ha vuelto común en ciencias, tecnología y medicina139.
El auge de la coedición estaría entonces ligado al de la edición académica y al establecimiento del inglés como lengua internacional de la investigación. Aparece como una estrategia de mercadotecnia entre otras para las ventas overseas140, una estrategia de exportación (como lo recuerda el título del capítulo) cuyas ventajas resume Bodian en cinco puntos:
1. El coeditor realiza el mismo esfuerzo de mercadotecnia como si el libro fuera el suyo.
2. Si la copublicación es también una coimpresión permitirá aumentar el tiraje.
3. La promoción del título en el mercado del coeditor puede revivir las ventas en el mercado propio.
4. Si el coeditor está satisfecho, la experiencia puede generar nuevos acuerdos de coedición.
5. Los autores aprecian esta estrategia que les asegura una mejor difusión de sus investigaciones141.
En 1988, Bodian aprobó un diccionario enciclopédico sobre el libro en el que las entradas coedition/copublishing conservan la misma definición que en el glosario del Handbook, publicado cinco años antes, con un matiz: el reparto se da generalmente sobre los territorios o, de manera alternativa, sobre los formatos editoriales (por ejemplo: edición de bolsillo vs. gran formato). A esta entrada se agregan otras como international coedition142, cuya definición coincide con la de Philippe Schuwer (edición internacional en varias lenguas de obras ilustradas), y joint publication143, que se refiere a acuerdos entre editores que cubren un segmento de mercado distinto dentro de un mismo territorio (por ejemplo: editor comercial versus universitario).
La tercera y más reciente edición del Dictionary of Publishing and Printing, publicado en Gran Bretaña en el 2006, ofrece definiciones diferentes. International coedition/publication no aparece allí. En cambio, la entrada de copublication remite a copublish y a coedition144. La ausencia de una entrada para coedición internacional sugiere un desplazamiento análogo al que se observó en francés. Pero como las bases de la definición de la coedición no eran las mismas que las de co-publishing/edition, los efectos de este desplazamiento tampoco son los mismos. Mientras que la coedición, en francés, termina desplazándose para designar la distribución de las ediciones en diferentes lenguas (de obras generalmente ilustradas), coedition o copublish evocan ante todo una distribución de territorios (dicho de otra manera, una cesión de derechos y la venta de archivos de edición, listos para impresión), poco importan las lenguas y los géneros.
La percepción estadounidense de la coedición (que se impone en la literatura de habla inglesa) tiene orígenes históricos. Como lo señala Susanne Mühleisen145, desde 1789, al día siguiente de la Declaración de Independencia de Estados Unidos, Noah Webster abogaba en favor de la constitución de una «lengua estadounidense», en la que veía uno de los pilares de la conciencia nacional y el medio para promover —por medio de la publicación de ediciones paralelas— la industria de la edición en este nuevo territorio. En otras palabras, las prácticas de adaptación, más exactamente de americanización, de títulos que provenían de otras regiones anglófonas por parte de los editores estadounidenses no es la consecuencia, sino más bien el motor —al menos uno de ellos— de la singularidad del inglés estadounidense. Según esta lógica, se desarrolló una forma de coedición en la misma lengua susceptible de impactar en todos los sectores editoriales y, sobre todo, fundada en el reconocimiento de una especificidad lingüística dentro de una lengua internacional.
A partir del estudio de Mühleisen, la americanización de títulos británicos se volvió moneda corriente (lo contrario también se practica, pero con menos frecuencia), sin que nadie le prestara la menor atención hasta la publicación de Harry Potter and the Sorcerer’s Stone, versión estadounidense del primer título de la serie de Harry Potter. Las modificaciones realizadas por el editor estadounidense, Scholastic Books, suscitaron la indignación entre los admiradores de J. K. Rowling, decepcionados por no haber tenido acceso a la versión «auténtica» que les fue ofrecida a los lectores británicos. Los cambios realizados y que van más allá de rectificaciones gráficas (algunos pasajes, cortos pero numerosos, fueron omitidos, otros modificados y algunos añadidos) reflejan, como lo sugiere Mühleisen, no tanto una preocupación de legibilidad sino más bien la voluntad de afirmar la supremacía del inglés estadounidense. Es la traducción etnocéntrica por excelencia, el borrado sistemático de la menor marca extranjera, incluso en una misma lengua. Esta actitud recuerda la de ciertos editores o lectores franceses que, de manera análoga, no dudan en adaptar expresiones juzgadas como demasiado quebequesas (y extranjeras) en textos (originales o traducciones) producidos en Quebec146. Y si creemos en las críticas regularmente dirigidas a las traducciones made in France que circulan en Quebec, varios lectores francófonos norteamericanos quisieran, ellos también, descubrir la literatura inglesa en un francés que les sea familiar.
Finalmente, mencionemos la obra colectiva dirigida por Philip Altbach y Edith S. Hoshino, International Book Publishing, publicada en 1995[147]. Allí encontramos contribuciones que tratan sobre numerosas regiones (de Francia a Japón, pasando por India, Hong Kong, países de África y Canadá), así como perfiles y segmentos de variados mercados editoriales. Aunque la realidad probablemente ha cambiado desde 1995, esta selección tiene el mérito de haber sido la primera (y por lo que conozco, la única hasta el presente) en ofrecer un panorama tan completo de la edición en el mundo. A propósito, es paradójico que sea en este volumen de lengua inglesa, que trata sobre la edición internacional, en el que se trate a profundidad las asociaciones que unían a los editores francófonos:
Los editores franceses están bien establecidos [en África francófona]. Son accionistas de empresas mixtas. […] Además, los editores franceses operan en la mayoría de los países a título de coeditores con los sectores públicos y privados […]. Los editores franceses encuentran cada vez más competencia en sus homólogos quebequeses. Estos relativamente nuevos actores en la escena editorial buscan establecer asociaciones con el sector privado y son bien recibidos por los editores africanos que quieren liberarse de los editores franceses. La Asociación Nacional de Editores de Libros (Association Nationale des Éditeurs de Livres [Anel]) demostró su liderazgo en la materia, con el apoyo de la Agencia Canadiense de Desarrollo Internacional y del Ministerio de Relaciones Internacionales de Quebec148.
Según el autor, los editores de habla francesa actuarían entonces a título de coeditores en numerosos países de la francofonía. En África francófona, la coedición ya se practicaba a comienzos de los años noventa, y los editores quebequeses comenzaban también, desde esta época, a «desafiar» a sus colegas franceses con el fin de obtener un lugar en este mercado. No obstante, el Dictionnaire encyclopédique du livre de Fouché et al., publicado en el 2002, resalta que «los países en vías de desarrollo [aún están] injustamente excluidos del inmenso mercado de las coediciones»149. Pero es cierto que la «coedición», tal como se define en las obras publicadas en Francia, designa una realidad diferente del concepto de copublishing, aunque los dos términos figuran a menudo lado a lado en los diccionarios bilingües, incluyendo los diccionarios especializados como el de Philippe Schuwer150. Estamos entonces frente a un problema de traducción en dos niveles: el de las prácticas y el de sus representaciones.
Cuestiones de traducción: entre lenguas, literaturas e identidades nacionales
Más allá de sus diferencias, las percepciones que surgen de los contextos estudiados comparten al menos una característica: la coedición implica como mínimo compartir un título entre varios editores, cada uno de los cuales, por lo general, tiene la exclusividad en su territorio. En la medida en que estos territorios editoriales son también espacios sociales, y, por tanto, lugares de consolidación o de reivindicaciones identitarias que se expresan por medio de los bienes y de las prácticas simbólicas —de orden lingüístico o literario, por ejemplo—, esta distribución participa de la dinámica de los intercambios lingüísticos y culturales. En este sentido es común