Ya hablamos del caótico proceso que sufrió la sociedad Dalloz, que pasó de pertenecer al Groupe de la Cité a Vivendi y luego a Hachette y Cinven, y podríamos hacer la misma observación de la compañía fundada por Jean-Baptiste Baillière en 1818. Esta empresa familiar, que fue independiente durante 169 años, se había expandido a Inglaterra, España, Australia y Estados Unidos desde sus inicios80. Primero fue vendida, en 1987 a la familia Beytout, que detentaba cierto número de revistas profesionales, entre ellas la Revue du praticien, muy leída en el ámbito médico. Dos años más tarde, Jacqueline Beytout, propietaria de Échos —su hijo Nicolas dirige Le Figaro de Serge Dassault—, vendió la mayoría de sus acciones al grupo Pearson, que conservó diez años la sociedad Baillière con el fin de usar sus vínculos con la seccional estadounidense, Baillière-Tindall and Cox, con sede en Baltimore. En 1999, el editor británico, líder mundial en materia de edición, cedió el grupo J. B. Baillière Santé a un fondo de inversiones dirigido por Paribas, impidiendo que el control pasara a ser de las ediciones Masson, que se convirtieron, en 1993, en una filial del Groupe de la Cité, y luego de Vivendi Universal Publishing (vup)81. El editor de La Médecine expérimentale de Claude Bernard, quien fue miembro del prestigioso consejo de descuento del Banco de Francia de 1850 a 1864, y murió inmensamente rico, había denunciado con firmeza lo que él consideraba era «especulación»82. No sabemos qué hubiera pensado sobre la financiarización de la economía que condujo al Banco de París y de los Países Bajos, absorbida recientemente por la bnp, a reunir Le Panorama du médecin, la Revue du praticien y las ediciones médicas J. B. Baillière en un fondo de inversiones destinado a aumentar el valor de las acciones, pero esta itinerancia, como el de las ediciones Masson, que fue vendida en el 2001 al fondo de inversiones británico Carlyle, Cinven and Apax para permitir a vup comprar la editorial californiana Houghton Mifflin83, ilustran las consecuencias de la mutación producida por la economía mundial desde hace ya quince años. Lejos de proceder de una lógica de conglomerado que busca ocupar posiciones de poder en el sector en el que ejerce su actividad principal, las ventas y reventas de empresas editoriales han derivado, por lo general, en una visión puramente financiera de la economía mundial.
Finanzas, gobernanza de empresa y voluntad de dominar la información
Al lado de las lógicas descritas y que opondrían, por ejemplo, la gestión industrial del grupo Hachette Livre84 a la gestión estrictamente financiera de Editis, que fue comprada en el 2004 por Wendel Investissement, se puso en marcha la técnica del leverage buy out (o lbo), que consiste en incluir una parte del precio de compra en la columna de «deudas» de la empresa, con el fin de beneficiarse de una fiscalidad ventajosa85. Esto fue lo que permitió vender el grupo Planeta en el 2008 con una buena plusvalía. No podemos, sin embargo, ignorar las reestructuraciones que se derivan de las intenciones políticas. Citemos aquí, en el caso de Francia, la creación del grupo Media Participations, fundado en julio de 1985 por Rémy Montagne con la ayuda de su cuñado, François Michelin, y de Claude Bébéar, el presidente y director general del grupo de seguros axa, quienes estuvieron respaldados por algunos inversores lioneses86. Para este exsecretario de Estado para la Familia y la Acción Social durante el gobierno de Raymond Barre, el encuentro con Juan Pablo II fue determinante. Renunció a la política para poner su dinero y sus talentos al servicio de la visión del mundo del papa, decidió emprender una cruzada destinada a moralizar a los medios franceses. Propietario de las casas Mame, Le Lombard, Dargaud, Fleurus, Desclée, Le Sarment, entre otras, consideró que estas debían someterse a la voluntad pontificia resumida en una fórmula de choque: «Dios, la Iglesia, la familia, los valores cristianos», lo que condujo al Témoignage chrétien, su antítesis en materia política, a caricaturizar sus intenciones en un artículo titulado «Presse: la toile d’araignée des cathos de droite» que mostraba un quiosco de periódicos en el que podía leerse el lema de Vichy: «Trabajo, familia, patria»87. Más allá de las polémicas, que cesaron con la desaparición del personaje, porque su hijo, Vincent, trabajó bastante para silenciar los rumores e intentar demostrar el carácter estrictamente económico de su grupo, no podemos pasar por alto algunos hechos que, tanto en Europa como en Estados Unidos, tienden a probar que la historia no está muerta y que la ideología sigue siendo uno de sus principales motores.
André Schiffrin había denunciado la intrusión del financista y magnate de la prensa autraliana Rupert Murdoch en el mundo de la edición estadounidense en su panfleto de 1999. Censuró, además, las dádivas concedidas por HarperCollins al conservador inglés Jeffrey Archer: treinta y cinco millones de dólares en avances por tres novelas policiacas88 y cuatro millones y medio de dólares dados a Newt Gingrich, el portavoz de la Cámara de Representantes por sus Mémoires89. En uno y otro caso, la política, la ideología y la economía eran compatibles, pues el desde entonces millonario estadounidense concedía las mismas ventajas a la hija de Deng Xiao Ping por la traducción de una biografía de su padre. De forma abierta esperaba del dirigente chino facilidades para su satélite y su red de cable Sky, a cambio, se comprometió a censurar las noticias de la bbc News recibidas en China90, al igual que lo hizo Google recientemente para volverse el motor de referencia de este inmenso país. Ello nos lleva a hablar del segundo panfleto de André Schiffrin, Le Contrôle de la parole, en el que denuncia la adquisición de los medios más importantes por parte de los mercaderes de armas franceses, Lagardère y Dassault91.
Como sabemos, en Italia la situación es aún más grave, porque el presidente del Consejo, Silvio Berlusconi, controla una gran parte de la información, y en Estados Unidos, la derecha más conservadora aumentó su dominio sobre la televisión, la radio y la prensa escrita, con lo cual se constata el resurgimiento de dichas ideologías a principios del siglo xxi. La cobertura mediática de la primera guerra del Golfo, en 1991, ya había mostrado los estragos que podía causar una prensa dominada por uno de los bandos presentes, pero la segunda, que vio al ejército estadounidense literalmente «embarcar» a los periodistas en los tanques para hacerles experimentar en vivo y en directo el acontecimiento, demostró definitivamente la nocividad de una visión maniquea y satanizante de las relaciones entre naciones. Como el imperio del mal soviético se había derrumbado, convenía sustituirlo por otro para seguir imponiendo la hegemonía de Estados Unidos en el mundo.
En este punto de la reflexión se debe mencionar que la conjunción entre las motivaciones económicas, políticas e ideológicas es tan grande que la financiarización del planeta, que parece ser la tendencia fuerte —el trend— de estos últimos quince años, no puede considerarse la única explicación para los fenómenos que acompañan la globalización editorial.
Luego de la compra de Time Warner Book Group por parte de Hachette Livre, se constataba claramente cómo este nuevo gigante mundial consolidaba su ambición de estar presente en el mundo angloparlante y, asimismo, confirmaba su afianzamiento en España y, por extensión de esta zona lingüística, en Suramérica. Gracias a ello, encontramos parte de las orientaciones que condujeron en el periodo 1998-2000 a aol-Time Warner, News Corporation, Walt Disney, Paramount Viacom, Comcast, Bertelsmann y Vivendi Universal a privilegiar los mercados de la educación y del entretenimiento —educainment— y a difundir sus producciones impresas, cinematográficas y televisivas en las lenguas más rentables del planeta, en orden de prioridad: inglés, español y francés92.
La intensión del motor de búsqueda Google para digitalizar millones de volúmenes en inglés procede de la misma orientación estratégica, al igual que la costumbre de los dibujantes de dibujos animados de Walt Disney de trabajar en armonía con los servicios de los restaurantes