Hélène Buzelin
En los tiempos de la «globalización» editorial, ¿los saberes sobre la edición se internacionalizan?
En el 2002, las Actes de la recherche en sciences sociales consagraron, consecutivamente, un número especial a los intercambios literarios internacionales (n.º 144) y otro a la circulación internacional de las ideas (n.º 145). Mientras que el primero revelaba la importancia de la traducción en la formación de los campos literarios nacionales y proponía un modelo que diera cuenta de la dinámica de estos intercambios a escala mundial, el segundo presentaba un artículo de Pierre Bourdieu en el que exponía los múltiples factores que obstaculizan hoy en día la circulación internacional de los saberes:
A menudo se cree que la vida intelectual es internacional de manera espontánea. Nada más falso. La vida intelectual es el lugar, como todos los espacios sociales, del nacionalismo, y los intelectuales involucran, casi tanto como los demás, prejuicios, estereotipos, ideas preconcebidas, representaciones someras, muy elementales, que se alimentan de los accidentes de la vida cotidiana, de las incomprensiones, de los malentendidos, de las heridas (por ejemplo, las que puede infligir al narcisismo el hecho de no ser conocido en un país extranjero)95.
Cualquiera que sea la orientación disciplinaria (economía, sociología, historia o traductología), los estudios sobre la edición participan en la producción de conocimientos y, a priori, no están exentos de estos nacionalismos que, según Bourdieu, moldean con mucha frecuencia la vida intelectual. El mundo de la edición se internacionaliza, pero ¿sucede lo mismo con el campo de saberes del que es objeto? ¿Las formas de categorización y conceptos que estructuran nuestra comprensión de las prácticas editoriales actuales no se alimentan también de estereotipos o de ideas preconcebidas? Y, si ese es el caso, ¿cuáles son? El presente escrito explora esta cuestión estudiando los modos de representación de una realidad íntimamente ligada a la mundialización de los mercados del libro: la coedición. La colaboración editorial existe desde hace mucho tiempo, pero tuvo un rápido auge a partir de la década de 1960. Treinta años más tarde, en 1991, el historiador editorial Philippe Schuwer predijo que esta práctica, así como la traducción, desempeñarían un papel aún más importante a corto y mediano plazos, al punto de que «constituye una de las principales virtudes de las mutaciones por venir»96, al menos en Europa. En efecto, en la medida en que permite producir más y más rápido, reduciendo los costos o multiplicando los mercados potenciales de un título, la coedición es a la vez el motor y la expresión de un régimen de sobreproducción internacional. Constituye, por este mismo hecho, un objeto privilegiado para quienquiera que se interese en la «globalización editorial». Así, en los últimos treinta años, el término hizo su aparición en los diccionarios enciclopédicos del libro, en las obras especializadas y en la prensa profesional. A esta realidad se han consagrado capítulos de tratados, investigaciones, artículos críticos y algunos estudios empíricos.
En la prolongación de una investigación, cuyos resultados preliminares ya fueron publicados97, estudiaré aquí los discursos sobre la coedición, tal como toman forma en la literatura especializada que proviene de Quebec, Francia y Estados Unidos. Opté por una división geográfica, más allá de una histórica, pues todos estos discursos son relativamente recientes y, en sus contextos respectivos, han cambiado muy poco con el tiempo. En cambio, las diferencias geográficas sí son significativas, y ya estaban presentes hace treinta años, cuando fueron publicados los primeros tratados de edición y de coedición. Paradójicamente, mientras que los acuerdos de coedición de uno y otro lado del Atlántico norte se multiplicaron, persistieron las diferencias entre las percepciones e incluso a veces tendieron a ampliarse; la presente contribución busca entender por qué. No se pretende iniciar un debate terminológico con miras a imponer una percepción única de la coedición, sino más bien dar cuenta, siguiendo el método reflexivo trabajado por Pierre Bourdieu, del carácter contingente de los discursos de la cual es objeto y de los presupuestos —en parte ideológicos— que la sustentan.
La coedición como estrategia de exportación o «el deseo de imponerse en Francia»
Aunque su surgimiento es relativamente reciente, la edición quebequesa constituye, sin embargo, un objeto de estudio y un campo de investigaciones dinámico. Los principales desarrollos, por seguir una orientación sobre todo histórica98, han otorgado un lugar bastante secundario a los asuntos de coedición. A pesar de ello, desde hace unos quince años, el término ha penetrado poco a poco en el discurso de las élites locales. Algunos de estos discursos surgen claramente de la esfera académica; otros, de profesionales de la edición o de instancias gubernamentales, incluso de escritores. Pero la mayoría se sitúa en el cruce de todos estos ámbitos, reflejando la trayectoria profesional, a veces compleja, de sus autores, y al mismo tiempo el carácter bien limitado del campo (literario y universitario) quebequés99. En conjunto, estos discursos tienen en común abordar la coedición desde el ángulo de las relaciones literarias entre Quebec y los otros países francófonos, empezando por Francia.
En su estudio sobre Les Tribulations du livre québécois en France, Josée Vincent100 menciona que la coedición Francia-Quebec se practicaba ya a comienzos del siglo xx. Se trataba entonces de acuerdos de difusión entre editores-libreros que tenían que ver, por lo general, con obras religiosas o escolares. Esta actividad se detuvo durante la Segunda Guerra Mundial, cuando —debido a la proclamación de la ley de las medidas de guerra y de las reglamentaciones sobre el comercio con el enemigo que surgieron a raíz de la caída de Francia— Quebec se convirtió en el principal territorio de edición en lengua francesa. Los oficios en torno al libro conocieron entonces un rápido auge que se diluyó después de la guerra, a medida que los editores franceses retomaron su lugar en la escena mundial. En las décadas de 1960 y 1970, el crecimiento económico, conjugado con el establecimiento de políticas públicas en materia de cultura y de educación, así como la aparición de reglamentaciones, dio un nuevo impulso a los profesionales del libro. Según el economista Marc Ménard101, es desde esta época que empezó a existir en Quebec una verdadera industria del libro; es decir, una cadena completa compuesta por autores, editores, impresores, distribuidores, libreros, lectores y, se debería agregar, traductores, porque es también en esta época cuando el Gobierno canadiense lanzó su primer programa de apoyo a la traducción102. Según Denis Vaugois, editor y ministro de Asuntos Culturales de Quebec de 1978 a 1981[103], los acuerdos de coedición entre Francia y Quebec habrían empezado a desarrollarse durante los años ochenta y se habrían intensificado a lo largo de los años noventa.
En este contexto, en 1987, Boréal (editorial especializada en ensayos y ficción) aceptó a un accionista parisino minoritario (Seuil), con el fin de tener «la posibilidad de una proyección internacional más grande, ya que se acuerda que las ediciones Seuil […] publicarán algunos títulos en coedición»104. Este accionista revendería su parte en 1993. Hoy, la editorial continúa promocionando en Francia a algunos de sus autores bajo el sello Seuil, aunque ha firmado algunos acuerdos con otros socios franceses, generalmente sobre títulos extranjeros. En el 2005, por ejemplo, Boréal anunció su participación, en coedición con Flammarion, en el proyecto The Myths, una colección de ficción supervisada por Canongate105. Los tres primeros títulos, firmados por Karen Armstrong, Margaret Atwood y Viktor Pelevin, fueron lanzados simultáneamente, en todas las lenguas, en octubre del 2005, en el marco de la Feria de Fráncfort. En francés, los dos primeros fueron traducidos por Boréal (el segundo con el apoyo del Consejo Canadiense para las Artes); el tercero, por Flammarion. Cada editor difundió estos títulos con su propio logo en sus respectivos territorios, ya fuera en «lengua francesa en Canadá» por Boréal y en «lengua francesa en otros lugares del mundo» por Flammarion. Cada uno eligió también una traducción diferente del nombre de la colección: The Myths Series se convirtió en Les Mythes Revisités (Los Mitos Revisitados) en Boréal y en Les Mythes du Monde (Los Mitos del Mundo) en Flammarion; las cubiertas y los formatos también fueron distintos. Para encontrar signos tangibles de esta sociedad hay que detenerse en la página legal de la edición quebequesa, en la cual figura, en caracteres pequeños: «Publicado en colaboración con Flammarion» o consultar el catálogo de Boréal que indica, bajo la