En Estados Unidos se daría un paso más lejos en la década de 1980 cuando las empresas industriales, que habían invertido en la edición, se liberaron y vendieron sus participaciones a grupos de comunicación, para quienes el libro debía en adelante generar beneficios comparables a los obtenidos en los sectores más rentables de la economía. Este giro condujo entonces a André Schiffrin a renunciar a la editorial Pantheon Books, parte de Random House, y vendida por rca a Samuel I. Newhouse, un millonario que había hecho fortuna en la prensa, la radio y la televisión52.
En 1990, al salir de su oficina en la que había dirigido la edición literaria neoyorquina durante treinta años, André Schiffrin parecía anunciar el fin de un mundo y la intrusión en el universo de las letras de una lógica financiera que, aún más que las estrategias industriales conquistadoras de los años 1960 a 1980, iba a modificar la naturaleza profunda de la edición de libros en el mundo. Como el movimiento parecía idéntico en Gran Bretaña y en los Países Bajos, con la aparición de Pearson, Reed Elsevier o Wolters Kluwer; en Italia, donde la familia Mondadori vería su casa absorbida por el cavaliere Berlusconi, y en Francia, con la transformación próxima de la Compañía General de Aguas en Vivendi y luego en Vivendi Universal53, se llegó a pensar que esta marejada ya no se detendría. Tal era, por cierto, la opinión de André Schiffrin cuando redactaba la Édition sans éditeurs, publicada en París con ocasión del Salón del Libro, en marzo de 1999.
Sin embargo, con el anuncio en enero del 2000 del matrimonio entre aol, primer proveedor de acceso a Internet, y Time Warner, primer imperio mediático en el mundo, con cnn, Time, Life y Warner Bros, se debía sumar una dimensión más a estas fusiones54. Con la partida para Estados Unidos de Jean-Marie Messier y la constitución del grupo Vivendi Universal, que quería rivalizar con aol-Time Warner, se asistía al inicio de una batalla entre grupos mundiales de comunicación, encabezados por las grandes figuras de News Corporation, Walt Disney, Paramount Viacom, Comcast y Bertelsmann, este último propietario desde 1998 de Random House, gracias a lo cual, se había convertido en el primer editor estadounidense. El llamado ulterior de su presidente-director general en Europa y luego su destitución no ayudaron a entender cuál era la estrategia a largo plazo del líder alemán de la edición. Del mismo modo, la venta en febrero del 2006 de Time Warner Book Group —la división de libros de Time Warner— a Hachette Livre pareció destinada a barajar de nuevo las cartas de este sector y prohibir cualquier intento de clarificación de sus intenciones en materia de control de la información y de la comunicación. La financiarización acelerada de la economía, que sustituye una lógica fragmentaria a la voluntad de los grupos gigantes de permanecer perennes55 es en apariencia el aguafiestas que perturba todas las sabias construcciones que se hicieron estos últimos años y que derriba como castillos de arena las fortalezas edificadas por Jean-Marie Messier y sus colegas.
Vivendi Universal se derrumbó en el otoño del 2002 y vendió su sección de libros, Vivendi Universal Publishing (vup), proporcionando al barón Sellière y a su sociedad, Wendel Investissement, la oportunidad de volver a comprar Editis, 60 % de la ex-vup. Hachette Livre recuperó el 40 % de ella, incluyendo Anaya en España, antes de adquirir Hodder Headline en el Reino Unido para presionar a Pearson en la carrera por el liderazgo mundial. Antes de retomar Time, Warner Book Group cedió Dalloz a Lefebvre Sarrut, mientras que el fondo financiero británico Carlyle, Cinven and Apax, que había comprado en el 2001 el Français Masson, especializado en libros de medicina, lo volvió a poner en venta. Wolters Kluwer, quien deseaba en 1997 beneficiarse de los efectos del matrimonio industrial para lograr una alianza estratégica con la competencia, Reed Elsevier, prefirió renunciar a ello, tres años más tarde. Estos fenómenos desconcertantes terminaron volviéndose movimientos muy erráticos, en especial porque el nuevo grupo Editis fue comprado en el 2008 por el grupo español Planeta56. Debido a que se pueden esperar nuevas ofensivas a escala mundial en el ámbito de la comunicación, se intentará explorar aquí algunas pistas susceptibles de dar sentido a estas oscilaciones, en apariencia enigmáticas.
Lógicas industriales y su regresión
Globalmente, como lo señalaron Bernard Guillou y Laurent Maruani en su estudio de 1991 titulado Les Stratégies des grands groupes d’édition: Analyse et perspectives57, el inicio de la década de 1980 marcó el surgimiento en la escena mundial de «una industria de la comunicación»58, que se reía de las fronteras políticas e incluso de los oficios de base, ya que reunía sonido, imagen y texto. Como habían elegido el modelo de la integración vertical, las firmas más emprendedoras pasaron a la acción multiplicando sus adquisiciones y reestructurando por completo el mercado del libro.
Para citar algunos ejemplos significativos, comenzaremos por recordar el caso de los Países Bajos donde, en 1987, el gigante de la prensa y de la edición profesional, Elsevier, intentó apropiarse de su principal competidor, el grupo Wolters Kluwer, que había surgido el mismo año de una fusión entre Kluwer, especializado en libros jurídicos, y Wolters-Samsom, editor de textos escolares59. Luego de haber fracasado en su oferta pública de adquisición (opa) bursátil, Elsevier, que se acercó al británico Pearson (Longman, Penguin, Financial Times, entre otros), se inclinó entonces por otro editor inglés, Reed (Octopus, Routledge), con quien decidió fusionarse en 1992, para convertirse en el líder de la prensa profesional. Cinco años más tarde, en 1997, Reed Elsevier y Wolters Kluwer pensaron en ir aún más lejos y ejecutar un matrimonio estratégico para controlar una parte importante del mercado multimedia60.
Al lado de este acercamiento que terminaría, a propósito, en divorcio, en el año 2000, podemos citar el caso de Italia, donde, en un primer momento, la empresa Mondadori adquirió el grupo de prensa L’Espresso, luego se acercó a De Benedetti entre 1986 y1987, antes de pasar a ser controlado por Berlusconi, quien posee hoy una suerte de monopolio de la información en su país. Junto con estos movimientos, las operaciones de concentración que sacudieron a Francia, de 1980 al 2002, parecieron seguir la misma ambición: constituir grupos estratégicos capaces de poseer porciones mayores de tal o cual sector. Así, vimos al grupo Hachette Livre adueñarse del grupo Didier, en mayo de 1996, con el fin de reforzar su posición en el ámbito escolar61, en el momento en que su competencia, el Groupe de la Cité, desarrollaba, con Larousse, Bordas y Nathan, una estrategia similar. En todos los ejemplos, no obstante, la estrategia parecía aún ajustarse a la lógica de los conglomerados y, si se asistía periódicamente a reventas de una parte de los bienes, era para disponer de un tesoro de guerra y usarlo con el fin de reforzar su propia posición en el ámbito de la prensa, del libro o del sector multimedia.
Tal fue, también, el modelo de desarrollo de Bertelsmann, que triplicó su volumen de negocios entre 1970 y 1983, y se convirtió en el número uno a nivel mundial en comunicaciones antes de la fusión aol-Time Warner en el 200062. Siempre líder en Estados Unidos, donde posee a la vez Doubleday desde 1989 y Random House desde 1998, no perdió de vista su estrategia industrial y el llamado de su presidente y director general, Thomas Middelhoff, que en agosto del 2002, mostró que la familia Mohn, fundadora y propietaria de la firma de Güttersloh en Westfalia, no quería renunciar a su visión industrial en la gestión de sus empresas63. De igual manera, desde la entrada de Matra al capital de Librairie Hachette en 1980, los activos fueron conservados, y si