Los frutos del árbol de la vida. Omraam Mikhaël Aïvanhov. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Omraam Mikhaël Aïvanhov
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Философия
Год издания: 0
isbn: 9788412328622
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Col. Izvor nº 236, cap. XVI: “Hochmah: el Verbo creador”.

      10 La Ciudad celeste (Comentarios del Apocalipsis), Col. Izvor nº 230, cap. VII: “Los veinticuatro Ancianos y los cuatro Animales Santos”.

      11 Del hombre a Dios, Col. Izvor nº 236, cap. I: “Del hombre a Dios: la noción de la jerarquía”, y cap. III: “Las jerarquías angélicas”.

      III

      El Árbol de la Vida: estructuras y símbolos

      El Árbol de la Vida es un esquema simbólico que resume toda la Ciencia iniciática, las doctrinas de todos los Iniciados. Se puede comparar con un grano, con una simiente: plantadla, hará aparecer ante vosotros toda la creación con la multitud de sus criaturas. Este esquema puede llegar a ser un instrumento mágico, un pantáculo de los más poderosos. Todo está allí, todos los principios, todos los elementos, todos los factores con los cuales el Señor creó el mundo.

      Tenéis ahí un sistema que os ayudará a no dispersaros en vuestro trabajo espiritual. Si trabajáis durante años sobre ese cuadro, introduciréis en vosotros mismos un orden, un equilibrio; todo en vuestro interior se organiza y armoniza. Cada vez que tengáis un poco de tiempo, deteneos sobre el Árbol de la Vida, elegid una séfira, concentraos sobre ella y tratad de desarrollar las cualidades o las energías que contiene. Ya sea que tengáis necesidad de luz, de amor, que tengáis necesidad de fuerza, de protección, de generosidad, de justicia o de vida... dirigíos al Árbol de la Vida: está ahí a disposición de los hijos e hijas de Dios que precisen alimentarse de la vida divina.

      Cada día podéis trabajar desarrollando la virtud que deseéis con el fin de alimentar, fortalecer, plasmar esa cualidad en vosotros: os concentráis sobre el nombre de la séfira, el nombre de Dios, el nombre del Arcángel, el nombre del orden angélico y por último, sobre el nombre del planeta ya que, en cada séfira, el planeta es la materialización de las cuatro divisiones restantes.

      Algunos cabalistas piensan que hay que contentarse trabajando con Malkut porque los otros sefirot son tan elevados, están hechos de materiales tan sutiles que son inalcanzables yno se obtendría ningún resultado. Tienen razón, uno puede contentarse trabajando con Malkut. Como ella misma es, a la vez, una síntesis de los otras nueve sefirot (y esto es verdad también para cada séfira: cada una refleja las otras nueve), trabajando con ella, se puede alcanzar todas las demás, pero concretadas, materializadas.

      Pero para quienes se sientan capaces, no está prohibido concentrarse sobre lo que está más lejano. Puesto que hay veintidós senderos que conectan los sefirot entre ellos, es posible pasar gradualmente de uno al otro. Cada uno de estos veintidós senderos lleva una letra del alfabeto hebreo. El sendero que parte de Malkut y acaba en Iesod, lleva la letra Tav. Es el sendero difícil que exige del discípulo que vaya más allá de todas las ilusiones. Arriba de todo, el sendero que lleva la letra Aleph, la primera letra del alfabeto, conecta Kether con Hochmah. Aleph es el sendero de Dios que desciende para encarnarse en la materia. Tav es el sendero del hombre que quiere elevarse para acercarse a Dios. Sólo muy pocos Iniciados han llegado a recorrer los veintidós senderos hasta Aleph, que representa la plena realización.

      Otro método de trabajo con los sefirot, puede dárnoslo la clave de sol.

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      Se comienza por concentrarse en el Sol, luego, describiendo un círculo que pasa por Hesed, Netzach, Iesod, Hod, Geburah, se sube hasta Kether pasando por Daath y Hochmah. Se vuelve a descender pasando por Binah y de nuevo por Daath, Tipheret y Iesod hasta Malkut. Lo veis, se comienza por el Sol, se sube hasta Kether, después se vuelve a bajar hasta Malkut. Aquel que profundiza las etapas de este recorrido a través de los sefirot, verá en él una correspondencia con la Tabla de Esmeralda.

      También se puede estudiar el Árbol sefirótico agrupando los sefirot por triángulos.

      El primer triángulo está formado por Kether (la Corona), Hochmah (la Sabiduría) y Binah (la Inteligencia). Es el triángulo metafísico.

      El segundo triángulo está formado por Hesed (la Dulzura), Geburah (la Severidad) y Tipheret (el Sacrificio). Es el triángulo ético.

      El tercer triángulo está formado por Netzach (la Victoria), Hod (la Gloria) y Iesod (el Fundamento). Es el triángulo intelectual.

      Y, por último, viene Malkut (el Reino, es decir la Tierra) que está aparte. No es un triángulo: la Cábala representa a Malkut como un cuadrado o un cubo porque está formada por los cuatro elementos: la tierra, el agua, el aire y el fuego.

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      Esta división en cuatro partes se encuentra también en el Árbol sefirótico. Corresponde a las cuatro divisiones del espacio tal como las determinaron también los cabalistas. Empezando por arriba: Atsiluth, el mundo de las emanaciones; Beriah, el mundo de la creación; Ietsirah, el mundo de la formación, hasta Asiah, el mundo físico. Y cómo el ser humano fue creado a imagen del universo, estas cuatro divisiones tienen una correspondencia en él: Atsiluth corresponde al alma y al espíritu (en hebreo Neschamah); Beriah, al intelecto (Ruah); Ietsirah al corazón (Nephesh); Asiah al cuerpo físico (Guph).

      Daath es, por tanto, la onceava séfira, misteriosa, desconocida, de la cual la Cábala apenas habla. Daath es el abismo cósmico donde está acumulado todo el pasado, todos los archivos del cosmos desde la eternidad. Es el caos, la confusión por encima de la cual se movía el Espíritu de Dios. También es Daath la que nos enseña sobre la caída del primer hombre. La tentación vino a través de Daath. La serpiente es Samael, ese espíritu poderosísimo que fue a encontrar a Adán y a Eva en el jardín del Edén (la séfira Hesed) para persuadirlos de que comieran del fruto del Árbol del Conocimiento del Bien y del Mal. Por haber comido del fruto de ese Árbol, Adán y Eva fueron expulsados del Paraíso, es decir de las regiones sutiles y luminosas en las que se desplazaban, y precipitados en la materia opaca de Malkut.

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      Pero los cabalistas raramente hablan de Daath, el sol invisible situado entre Kether, el Padre, y Tipheret, el Hijo, el sol visible, manifestación del Padre, y muy pocos trabajan con ella, pues para acceder hay que haber recorrido todos los demás senderos.

      Esos cinco sefirot del pilar central tienen una correspondencia en nosotros: Kether representa el espíritu; Daath, el alma; Tipheret, el intelecto; Iesod, el corazón; Malkut, el cuerpo físico. Como el sol, Tipheret, y la luna, Iesod, se suceden en el Árbol de la Vida, vemos cómo la luz de Tipheret pasando a través de la pureza de Iesod, ilumina a Malkut. Así, la luz del intelecto, pasando por la pureza del corazón, ilumina el cuerpo y todas las células para mantenerlas en un estado de salud y de vigor.

      El pilar central mantiene el equilibrio entre los otros dos pilares. Si lo recorréis de arriba abajo, partiendo de Kether, pasáis a continuación por Daath, Tipheret, Iesod y llegáis a Malkut. Kether es pues un polo y Malkut el otro polo. Por eso se dice que la tierra es un reflejo del Cielo. Cuando Hermes Trismegisto decía: “Lo que está abajo es como lo que está arriba”, era una verdad cabalística. Y cuando Jesús decía: “Hágase tu voluntad así en la tierra como en el Cielo”,