Los frutos del árbol de la vida. Omraam Mikhaël Aïvanhov. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Omraam Mikhaël Aïvanhov
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Философия
Год издания: 0
isbn: 9788412328622
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es una región en donde todas las formas son abolidas, y por eso quien llega hasta allí desaparece. A su contacto es consumido y llega a ser, él mismo, fuego. Sólo permanecieron los seres que estaban predestinados desde hace siglos para cumplir una misión grandiosa sobre la tierra. Fueron preparados previamente para que llegaran hasta la región de Kether sin desaparecer, y en ese momento su cuerpo físico estaba tan transformado que ya no era materia física, sino luz condensada.

      Kether significa corona. La corona es un objeto que está por encima de la cabeza, representa pues una región sutil que ya no es el cuerpo físico, la cabeza, sino más bien el aura, la luz. Para entrar en la región de Kether, hay que ser absolutamente puro, resplandeciente, y poseer un dominio tal de la materia como para poder pasar a voluntad del estado de cuerpo denso al de cuerpo sutil.

      A la cabeza de la cohorte angélica de los Serafines está Metatron, el Príncipe de la Faz: él es quien se encuentra delante de Dios, el único que Le habla cara a cara. Él fue quien instruyó a Moisés, quien se le apareció en la zarza ardiente y sobre el monte Sinaí. Numerosos pasajes de la Biblia relatan las palabras – órdenes, reproches o promesas – que Dios dirigió a Moisés, pero en realidad ningún ser humano pudo jamás hablar con Dios mismo, nadie lo ha podido ver nunca, porque ante Dios ningún hombre podría permanecer vivo. Todos los que afirman que han visto a Dios, en realidad a quien vieron fue sólo a sus representantes. Los representantes de Dios, los Arcángeles, están ahí para servir de “transformadores eléctricos”, para cambiar el voltaje. A través de las Jerarquías angelicales la energía divina, esa electricidad si queréis, esa luz, desciende para llegar extremadamente atenuada hasta los humanos.

      Para alcanzar la séfira Kether, es necesario poseer un grado de evolución que muy pocos seres han alcanzado, e incluso, entre los que lo lograron, la mayor parte no pudo retornar a su cuerpo físico. Porque las fuerzas, las corrientes que circulan en Kether son tan poderosas, que la materia es pulverizada. Para volver de Kether a la región de Malkut, la más material, donde nos encontramos, es necesaria la ayuda de los dos sefirot Hochmah y Binah que dan al Iniciado una partícula gracias a la cual no será disgregado. Si san Juan no desapareció en el curso de las contemplaciones que describió en el Apocalipsis, es porque recibió esa partícula. Si recordáis, él dice que le hicieron ingerir un libro. Ese libro es precisamente el símbolo de este elemento que debía permitirle soportar las vibraciones tan poderosas emitidas por la séfira Kether.

      Reschit Ha-Galgalim significa “los primeros torbellinos”, es decir las nebulosas en formación. Es el cosmos que está naciendo, el cosmos en el estado etérico antes de que sea concretado, materializado. Es de allí de donde vienen los proyectos de Dios, sus planes, sus impulsos. Es allí donde está la Fuente, y la Fuente al fluir desbordó y llenó los depósitos... los cabalistas llaman a los sefirot “las emanaciones”, pues todas nacieron de la Fuente: Kether. Pero en cada desbordamiento la materia se volvía más densa y Malkut representa el estado más condensado de la quintaesencia divina.

      Por consiguiente, cada séfira procede de la precedente por emanación, por eso la tradición refiere que la Luna es la madre de la tierra. Aunque los astrónomos no estén de acuerdo en ese punto, cabalísticamente es verídico ya que Iesod emanó a Malkut, y Malkut es ya nuestra tierra. Así pues, como podéis ver, se ignora lo que en realidad es la tierra... Cuando sostenéis un poco de tierra en vuestra mano, poseéis algo de la quintaesencia misma de Kether. La tierra es opaca, pesada, sí, pero contiene la quintaesencia de Kether. Si se consigue retornarla al estado sutil, se verá que la tierra es tan pura, tan luminosa como la materia de Kether.

      El Árbol de la Vida es todo un mundo perfectamente organizado, un conjunto en el que todos los elementos están vinculados con una armonía extraordinaria como en el organismo humano sano. Y es también un estado de conciencia superior. Quien coma de los frutos de ese Árbol vivirá eternamente, es decir que será espiritualmente inmortal. ¿Por qué? Porque todo está conectado en ese Árbol, cada región hace desbordar su riqueza sobre las demás, y sin cesar la energía divina, que sube y desciende, las traspasa a todas.

      Desde luego, la Biblia dice que Dios, después de haber expulsado a Adán y a Eva del Paraíso terrenal, puso a un Ángel armado con una espada flameante para prohibir el acceso al Árbol de la Vida. Sí, está prohibido, pero ¿para quién? Para las criaturas que no quieren servir a Dios, que se niegan a obedecerle y quieren apoderarse de sus riquezas por la violencia, no para el discípulo.

      Naturalmente, no lo he dicho todo. El mundo invisible, los grandes Maestros de arriba me han revelado como es en realidad el Árbol de la Vida. Me mostraron que tiene otra forma... sí, una forma ¡de tal armonía, de tal perfección! Los cabalistas lo describen tradicionalmente en forma vertical, en altura. Pero allí arriba me mostraron la verdadera forma, la verdadera dimensión. Me quedé estupefacto... Pero siento que aún no estoy autorizado para revelárosla. Además, creo que ya he hablado demasiado. Son cosas muy sagradas que debéis recibir en vuestro fuero interno con respeto, devoción y gratitud, tomando la resolución de introducirlas en vuestra vida, de lo contrario, me arriesgo a ser castigado por el mundo invisible. Así que, al menos por mí, y para que pueda continuar haciéndoos tales revelaciones, tratad de tomar estas verdades con la mayor pureza de vuestro corazón. No las mezcléis con ninguna otra. Ahora que las conocéis, ya no debéis abandonaros a las mismas debilidades que antes.

      Videlinata, 3 de Junio de 1963 (noche)

      3 El árbol del conocimiento del bien y del mal, Col. Izvor nº 210, cap. I: “Los dos árboles del Paraíso”.

      4 El zodiaco, clave del hombre y del universo, Col. Izvor nº 220, cap. III: “El ciclo planetario de las horas y de los días de la semana”.

      5 La Balanza cósmica, Col. Izvor nº 237, cap. III: “El 1 y el 0”.

      6 El libro de la Magia divina, Col. Izvor nº 226, cap. VII: “La Luna, astro de la magia”.

      7 Del hombre a Dios, Col. Izvor nº 236, cap. XV-1: “Las leyes del destino”.

      8 Nueva luz sobre los Evangelios, Col. Izvor nº 217, cap. V: “Entrad