Los frutos del árbol de la vida. Omraam Mikhaël Aïvanhov. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Omraam Mikhaël Aïvanhov
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Философия
Год издания: 0
isbn: 9788412328622
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que el sello de Salomón, los triángulos masculino y femenino entrelazados.

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      Conocer los números del uno al diez, es conocer los principios de todas las cosas, pero también de tener la posibilidad de trabajar ya que el hombre tiene diez dedos. Las dos Tablas de la Ley de Moisés situadas en el Arca, tienen su equivalencia en las dos manos, con cinco prescripciones visibles y cinco prescripciones ocultas. Las Tablas de la Ley representan los diez sefirot, y es a través de los poderes de los diez sefirot cuyo instrumento son las dos manos, que Moisés hacía prodigios. Las manos están vinculadas a los poderes cósmicos de los diez sefirot: gracias a los diez dedos de la mano todo es posible, por eso el número diez representa la plenitud.

      En la página que os leí, el Maestro Peter Deunov hablaba de diez millones de levas. Diez millones, es el uno seguido por siete ceros. Los ceros detrás de una cifra representan todas las posibilidades, todas las condiciones favorables para la realización en la materia. Cuantos más ceros tenga una cifra, más grandes son esas posibilidades... ¡con la condición de que los ceros estén detrás de ella, no delante! Diez millones, es el uno seguido de siete fuerzas, de siete poderes.

      ¿Qué mayor riqueza puede haber que la de tener los diez sefirot desarrollados en uno mismo? Desde el momento en que queréis entrar en las regiones angelicales, en los tabernáculos celestes, se os abren las puertas, y entonces os regocijáis, os alimentáis, saciáis vuestra sed, es decir tenéis inspiraciones, proyectos magníficos.

      ¿Cómo trabajar con el diez, que es el número de Malkut? Malkut es la décima séfira, resume todo lo que está arriba y todo lo que está abajo (el 1 y el 0, el espíritu y la materia), e indica al discípulo el trabajo a realizar: elevarse con el pensamiento hasta la cima, y después volver a descender para animar, vivificar, purificar su cuerpo físico (pues eso es Malkut), con el fin de impregnarlo de las cualidades y virtudes de los otros nueve sefirot. Es así como él se forma un nuevo cuerpo, el cuerpo de gloria, el cuerpo de luz. Quien llega a unir en sí mismo a Malkut con los otros sefirots, realiza el diez y posee la riqueza, la plenitud.

      El número diez es el del éxito, simboliza la realización de todos los demás números. Malkut, reunido con todos los demás sefirot, representa el Reino de Dios. Desde el punto de vista del espíritu, la séfira más importante es naturalmente Kether, pero desde el punto de vista de la realización en la materia, es Malkut, porque en su perfección, condensa y concreta las cualidades de todas las demás regiones. Es por esta razón que los hombres, en cierto aspecto, superan a los Ángeles. Somos más ricos que ellos, pues tenemos algo que ellos no poseen: el cuerpo físico. Diréis que este cuerpo nos vuelve esclavos de la materia. De acuerdo, pero si llegamos a obtener las cualidades de los Ángeles: la pureza, la inteligencia, el desinterés, esas cualidades transforman nuestro cuerpo, lo iluminan, lo inmortalizan, lo divinizan, y gracias a ese cuerpo divinizado, somos más que los Ángeles, somos el número diez.

      Éstas son, mis queridos hermanos y hermanas, algunas palabras, algunos fragmentos de la verdadera ciencia, pero es tan vasta, que toda una vida es insuficiente para agotarla. Si pedís a un Iniciado que condense en algunas horas esta ciencia que estudió durante toda su vida, evidentemente podrá hacerlo. Dos palabras son incluso suficientes para ello: el Árbol de la Vida. Sí, pero ¿qué es lo que vosotros comprenderéis? Hay que ampliar, y esto es lo que he empezado a hacer hoy. El Árbol de la Vida es el número diez. Pero para expresar la plenitud de la vida divina, la décima séfira debe ser conectada con el Árbol. Es por ello que cada día, varias veces por día, el discípulo se pone en comunicación con el Cielo para que las corrientes pasen, para que se haga la circulación, y un día reencontrará su rostro divino.

      Videlinata, 3 de Junio de 1963 (mañana)

      II

      El ser humano fue creado a imagen del Árbol de la Vida: Kether está en él, y también Hochmah, Binah, Hesed... con todos sus elementos, sus entidades, sus actividades, sus materiales. Por eso, el verdadero conocimiento de uno mismo pasa por el conocimiento del Árbol de la Vida. Sí, conocerse supone ver esa inmensidad que representa el hombre interiormente, con todas las regiones y los vínculos que existen entre ellas. Pues los diez sefirot no están separados unos de otros, están unidos, y toda una vida circula entre ellos. Es lo que queda expresado por los veintidós caminos que van de uno a otro. Desgraciadamente en el hombre la décima séfira, Malkut, la tierra, se desprendió del Cielo. Por eso es ahora preciso restablecer el vínculo, restablecer el número diez. Los diez sefirot existen en el universo, existen los diez juntos, pero es en el hombre donde no están juntos. El hombre cortó el lazo y ya no recibe las corrientes de vida, de luz, de alegría.

      El verdadero discípulo trabaja para restablecer ese vínculo. Él es Malkut, la materia compacta, condensada, y su trabajo consiste en vincularse con las regiones que están por encima de él, dentro de él. Y es aquí precisamente donde aparece la dificultad: a causa de la vida desordenada, oscura, insensata, incluso criminal, que ha llevado, el mismo se ha formado un obstáculo que le cierra el camino. En la Ciencia iniciática, a ese obstáculo se le denomina el Guardián del Umbral; está ahí en la novena séfira, Iesod, y espera al postulante para amenazarlo, asustarlo bajo las formas más horrorosas, más terroríficas, y si el discípulo no tiene suficiente luz y audacia, si no tiene el corazón puro, será derribado.

      La séfira Iesod es la región de la Luna, ya lo vimos. Aquél que no ha trabajado con la luz y en el dominio de sí mismo, entra en la región de las ilusiones y de los extravíos. Pero para el que se ha preparado, es la región de la pureza. Atravesándola, se purificara, llegará a ser límpido, lúcido y clarividente. Es ahí donde toma contacto con los Ángeles, los Kerubim, que son los portadores de la vida.

      Entra entonces en la tercera séfira, Hod, la región de Mercurio, donde puede estudiar todas las disciplinas de la Escuela divina: la magia, la Cábala, la astrología, la teúrgia. Es la región del saber: todas las ciencias están ahí, todos los conocimientos, clasificados, arreglados, ordenados. En la séfira Hod, entra en relación con el orden angélico de los Bnei-Elohim (los Hijos de los Dioses) que la tradición cristiana llama los Arcángeles.

      Terminado este periodo, el discípulo se dirige hacia la séfira Netzach, que es la región de Venus. Es la séfira de la belleza y de la gracia. Todo lo que puede inspirar a los artistas, los verdaderos creadores, todos los colores, las formas, los sonidos, los perfumes, están ahí. Es en la séfira Netzach, precisamente, en donde se encuentran los Elohim que crearon el Cielo y la tierra, como se dice en el principio del Génesis.

      Y la prueba