Reyes de la tierra salvaje (versión latinoamericana). Nicholas Eames. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Nicholas Eames
Издательство: Bookwire
Серия: La banda
Жанр произведения: Языкознание
Год издания: 0
isbn: 9789874793140
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melancólico—. ¡Leyendas vivas de las bandas! ¡Los Reyes de la maldita Tierra Salvaje! Se te ve fresco como una lechuga, Cooper. Tú pareces algo cansado, Gabe. ¡Y viejo! Por los dioses de Grandual, ¿qué te pasa? ¿La bebida otra vez? ¿Scratsh? No me digas que tienes la puta podredumbre.

      Gabriel intentó responder con una sonrisa, pero fracasó estrepitosamente:

      —Solo estoy cansado, Kal. Y viejo. Y... —se quedó en silencio y el rostro se le ensombreció aún más—. Tengo que hablar con Valery y... pedirte un favor.

      Kallorek lo miró con recelo por un instante, pero luego volvió a sonreír:

      —Claro, todo a su tiempo. ¡Primero será mejor que te quites toda esa mugre que llevas encima! Abramos un barril y comamos algo. ¿Tienen hambre?

      —¡Nos morimos de hambre! —exclamó Clay.

      —¡Era de esperar! —Kallorek dio una palmada con gruesas manos—. Vayan a la piscina. Les tendré preparado algo de comida para después de que se hayan refrescado un poco. —Al ver que los invitados no hacían amago alguno de moverse, señaló el estanque que tenían detrás.

      Clay lo miró por encima del hombro y luego volvió a contemplar a su anfitrión. Se encogió de hombros.

      —La piscina —insistió Kallorek sin dejar de señalar—. Esa piscina de ahí.

      —¿Te refieres al estanque?

      —Me refiero a la piscina —gruñó—. Pueden meterse y nadar un poco. —Acompañó las palabras con unos aspavientos que hicieron tintinear toda la joyería que llevaba encima.

      Clay examinó el estanque.

      —Pero ¿nadar adónde? —preguntó.

      —¿Cómo que “nadar adónde?” —repitió el agente con el ceño aún más fruncido.

      —¿Es una fuente de sanación? —preguntó Gabe. Extendió un poco el brazo e hizo un gesto de dolor cuando lo abrió del todo—. Porque tengo el codo un poco...

      —Mira, ¡a la mierda con tu codo! —exclamó Kallorek. Clay se había olvidado de la poca paciencia que tenía el agente. Podía estar dedicándote una sonrisa de oreja a oreja y un segundo después...—. No es una fuente ni un estanque ni la puta bañera de una nereida. Es una piscina. ¡Una piscina! Sirve para nadar y relajarse.

      Clay sabía muy bien que sugerir a Kallorek que la probara él primero para nadar solo serviría para provocarlo más, pero Gabriel no. Por eso, cuando lo vio abrir la boca para comentarlo, lo empujó con fuerza al agua, donde chapoteó y braceó como un perro para volver al borde.

      La rabia de Kallorek desapareció, y empezó a reír a carcajadas con tanta fuerza que acabó enjugándose las lágrimas.

      —Tenías razón —dijo Clay—. Ya me siento mucho mejor.

      Una de las características de Kallorek era ser tan vil como un sapo de dos cabezas. Y otra era que aquel cabrón se las arreglaba para comer muy bien.

      La comida dejó a Clay en un estado de casi euforia y desconcierto que agradeció doblemente, porque Valery (que también parecía desconcertada) había decidido acompañarlos a la mesa. Ella no dijo gran cosa, pero se dedicó a soltar una gran cantidad de suspiros y a reír entre dientes de vez en cuando al oír algo que solo ella encontraba divertido, como el ruido que hicieron dos coles de Bruselas al unirse en su plato o el de su cuchillo repiqueteando contra la piel crujiente de su enrollado de lomo de cerdo.

      Clay era incapaz de apartar la mirada de las cicatrices medio ocultas que se entreveían debajo de las mangas de su camisa. Gabriel le había dicho que Valery había tenido problemas con el Scratsh, una droga que se fabricaba con el veneno de los gusanos aturdidores y que se introducía en el cuerpo realizando unos pequeños cortes en la piel de la cara interior de los brazos. Por lo visto aún no la había dejado, porque algunos de los cortes estaban rojos como si fueran recientes.

      Al verla ahora, Clay casi no podía creer que fuese la misma mujer de la que Gabe se había enamorado hacía tantos años, la mujer que muchos decían que había sido la responsable de la ruptura de una de las mejores bandas de mercenarios de la historia de Grandual. No lo era, claro. Ese honor correspondía a otra mujer. Pero aunque Valery no hubiese sido responsable del hundimiento del barco, se había encargado de hacer unos buenos agujeros en el casco.

      Gabe y Val se habían conocido en la Feria de la Guerra, un festival trienal que se llevaba a cabo en las ruinas de Kaladar, uno de los lugares más importantes del Dominio. Durante tres días desenfrenados de finales de otoño, todas las bandas, bardos y agentes de cada uno de los cinco reinos se reunían para luchar, tener sexo y beber hasta la extenuación. Pero Valery había ido a la feria a modo de protesta. En aquella época formaba parte de una facción llamada las Adelantadas, que tenía la opinión idealista —e impopular— de que los humanos y los monstruos podían coexistir en paz. Para demostrar sus puntos de vista, decidieron intentar prender fuego al enorme vehículo de Saga, hogar sobre ruedas que la banda usaba como base de operaciones.

      Lograron echar del lugar al grupo de protesta antes de que pudieran hacer daño a la banda, pero Valery fue secuestrada por Gabriel, quien insistió en que ella estuviera en la fiesta que iban a celebrar en el interior del vehículo. Clay recordó el ridículo aspecto que tenía una mujer así sentada entre tantos mercenarios curtidos y pendencieros: era alta, muy flaca, con la piel de marfil y un cabello que más bien parecía oro con textura de seda. Llevaba un vestido de tubo y una corona de flores sobre la frente. Clay había comentado que parecía una princesa acompañada por orcos, aunque estaba seguro de que nadie lo había llegado a oír.

      Sea como fuere, Gabriel y ella se atacaban el uno al otro desde el principio. Clay había oído decir que había parejas que eran como el fuego y el hielo, pero aunque Gabe y Val tenían ideologías bien diferenciadas, se podría decir más bien que eran espadas idénticas que no dejaban de chocar. Ya fuera entre llamaradas o en una tormenta de hielo. Lo que había comenzado como unas preguntas en broma hechas por Gabriel para divertir a sus compañeros terminó por convertirse en una conversación muy intensa, luego en una discusión acalorada y finalmente en un violento enfrentamiento de gritos durante el que Valery intentó por segunda vez quemar la carreta de guerra de Saga al lanzar un farol contra la cabeza del líder.

      Al día siguiente ya estaban perdidamente enamorados.

      Val dejó a las Adelantadas, una decisión que resultó ser muy oportuna, ya que la semana siguiente aceptaron la invitación a un banquete de centauros salvajes sin llegar a darse cuenta de que el plato principal del banquete eran ellas. Valery acompañó a Saga en su siguiente gira, a pesar de que solía discutir con Kallorek a la hora de elegir el siguiente trabajo de la banda. Gabriel empezó a consultar con Valery cada vez más a menudo temas que concernían a todos, algo que a Clay y a Moog no les importaba demasiado, pero que no sentó muy bien a Matrick ni a Ganelon, quien soportaba el rechazo que sentía ella por su naturaleza violenta como una montaña soporta las cabras que corretean por sus laderas. Así transcurrieron los días hasta que Val puso la primera de sus flores en el pelo de Gabe...

      Gabe le dio un fuerte codazo a Clay en las costillas para recordarle que acababan de hacerle una pregunta.

      —Sí. No. ¿Qué? —respondió con intención de cubrir todos los flancos.

      —¿Qué edad tiene tu pequeña? —repitió Kal—. ¿Se llamaba Talyn?

      —Tally. Cumplió nueve años el verano pasado.

      —¿Tally? ¿Es diminutivo de algún otro nombre?

      —De Talia —respondió Clay.

      —Mmm. —Kallorek puso menos interés en la respuesta de Clay que en untar salsa de ternera sobre una rebanada de pan llena de mantequilla—. ¿Y la tuya, Gabe?

      Gabe estaba frente al agente, sentado con la espalda bien apoyada hacia atrás y las manos en el regazo. Casi no había tocado la comida.

      —¿Mi qué? —preguntó.

      —Tu