—No tengo ni idea de a qué te refieres.
El otro siguió hablando sin inmutarse:
—Es un pequeño glotón, ¿eh? Es cosa de familia. ¿Es por eso que no puedes permitirte defender tus fronteras de mis incursiones? ¿Has tenido que vaciar las arcas del reino para alimentar a ese pequeño bastardo mío?
Matrick fingió no hacerle caso, pero Clay vio cómo la fuerza de la costumbre hizo que los dedos del rey intentaran aferrar las empuñaduras de las dagas que no llevaba encima. No a la vista, al menos. Al fin y al cabo, si el rey quería dejar a alguien lleno de agujeros, contaba con una docena de guardias que con mucho gusto lo complacerían.
—¿Y quién es este semental? —La amplia y soberbia sonrisa del Han se ensanchó aún más cuando vio al resentido guardaespaldas de Lilith—. ¡Parece que no van a tardar mucho en tener otro guerrerito en la familia feliz!
Lokan tenía más orgullo y menos sentido común que Matrick, por lo que no tardó en desenvainar la espada.
Obolon gruñó e hizo lo propio.
Y Matty, que sí había estado ocultando un par de dagas, las sacó con un solo movimiento.
Un instante después, la Guardia Córvida cargó los arcos, Maladan Pike y sus norteños envueltos en pieles blandieron las hachas y los piratas vestidos de seda de Etna Doshi desenvainaron las cimitarras. Los brutos rubios de la sultana levantaron largas lanzas y los fulminaron a todos con la mirada, también a Clay y a sus compañeros de banda, que eran de los pocos que estaban desarmados en la isla.
Y fue así como la sombra de las alas de un wyvern cayó sobre los lores y damas de Grandual.
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