Santander-Bretaña-Santander en el Corto Maltés, un velero de 6 metros. Álvaro González de Aledo Linos. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Álvaro González de Aledo Linos
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Книги о Путешествиях
Год издания: 0
isbn: 9788416848133
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2º 56,1’ W) fuimos ayudados con el motor. Este islote tiene una silueta característica, lleno de agujas, y unos bajos que desbordan de la costa como grandes dientes. Pero a partir de este islote el rumbo cambiaba al Este y la brisita que venía del Noroeste llena de promesas nos permitió quitar el motor y llegar, primero con la mayor y el espí, y más tarde con el génova y el espí en orejas de burro, de un tirón hasta el Cabo Machichaco (43º 27,5’ N; 2º 45,0’ W). Este cabo marca una inflexión de la costa hacia el Sureste para entrar en la reserva natural de la Ría de Mundaka, y a estribor en el puerto pesquero de Bermeo. En este tramo de costa hay algunos detalles característicos que ya comenté en la Vuelta a España, como la central nuclear abandonada de Lemóniz, la plataforma petrolera Gaviota, la península de San Juan de Gaztelugatxe con una ermita en su cima, o el islote de Ízaro famoso por la entradilla de las películas de la productora Ízaro Films. También en este tramo estuvimos pendientes de una consulta radiomédica (será deformación profesional, pero me gusta escucharlas y siempre se aprende algo) de un tripulante de un pesquero a 40 millas de Gijón que había sufrido un traumatismo craneal con hemorragia. En estos incidentes se consulta por radio al Servicio Radiomédico, donde un médico te va preguntando y aconsejando lo que debes hacer hasta que se decide el traslado o no, y en caso positivo hasta que llega el rescate. En este caso enviaron al pesquero una lancha de Salvamento Marítimo para recoger al accidentado.

      Bajo un sol como el as de oros llegamos a primera hora de la tarde al puerto de Bermeo (43º 25,3’ N; 2º 42,5’ W). Teníamos curiosidad por conocer los pantalanes de cortesía (cuatro fingers con espacio para siete barcos) que acababan de instalar y de los que nos habían informado en Bilbao. Hasta ahora siempre que recalábamos en este puerto nos quedábamos en el primer muro, entrando a estribor, reservado a los barcos en tránsito. Los nuevos pantalanes (43º 25,1’ N; 2º 43,1’ W) estaban sin terminar porque no tenían agua ni luz, pero ni tan siquiera cornamusas o noráis para amarrarse, y tuvimos que hacer firme el barco abrazando con las amarras el suelo del finger. Estaban vacíos. Nos dijeron que los estaba instalando la misma sociedad que gestiona los amarres del puerto deportivo, y que aunque se habían inaugurado oficialmente, estaban sin entregar y por lo tanto sin usar. Fuimos al pueblo a hacer la compra y pedir que nos congelasen los frigolines en un bar del puerto, y hacía tanto calor que aunque el pantalán no tenía electricidad pudimos dejar funcionando la neverita conectada a la batería, porque el panel solar estaba a tope. El atraque resultó muy incómodo porque toda la noche sopló una brisita de Oeste que entraba directo a los pantalanes y generaba una olita desagradable, por el meneo que daba al barco y el ruido que hacía en la popa.

      Salimos de Bermeo a primera hora con rumbo a Ondarroa, pasando entre el Islote de Ízaro y la costa. La meteorología siguió favorable con viento del Noroeste que nos permitió navegar con el spinnaker y la vela mayor casi todo el trayecto. Solamente a la altura del Cabo Ogoño (43º 25,0’ N; 2º 38,2’ W) compuesto por unos acantilados altísimos que modifican enormemente el viento dominante, hubo unos cambios de viento racheado que nos tuvieron tres cuartos de hora probando distintas combinaciones de velas sin éxito. Nos preocupaba que nuestras familias pensasen que nos pasaba algo, porque estaban siguiendo nuestro trak por la baliza y en esos momentos hacíamos un zigzag absurdo e incontrolado. A sotavento de este cabo está el puerto y el pueblecito de Elantxove, uno de nuestros preferidos, asentado en la falda de un acantilado increíble y tan empinado que se sube a la parte alta del pueblo por una escalera. Las vistas desde arriba son espectaculares, y nos encanta ir a ver el sistema de dar la vuelta los autobuses de línea. Las calles son tan estrechas que al entrar en el pueblo no pueden girar, y han construido una plataforma circular y rulante encima de la cual se sitúa el autobús. Con un mando a distancia se gira 180 grados y sale en dirección contraria sin maniobrar. Además a mitad de la travesía tuvimos un incidente con un tronco. Sentimos un fuerte golpe en la quilla y después un frenazo brusco cuando el tronco quedó trabado en el timón. Por suerte pudimos liberarlo levantando el timón y destrabándolo con el bichero, porque era como dos o tres esloras del barco. No hubo vía de agua y finalmente no pasó nada salvo un rayón en la pintura. A primera hora de la tarde entramos en el puerto de Ondarroa (43º 19,4’ N; 2º 24,9’ W).

      Hacía tiempo que teníamos ganas de conocerlo, porque en todas nuestras travesías por la costa de Euskadi solemos pasar de largo intentando llegar a Getaria. Tiene una entrada muy fácil, con los espigones que la protegen muy bien. Es un puerto fundamentalmente pesquero en la desembocadura del río Artibai. La guía Imray advierte:

      “Advertencia: no aconsejable con vientos del Este –(esto en letras rojas). Y más adelante:– es un importante puerto pesquero que no otorga ninguna facilidad para los yates. Pueden admitirlos dentro del puerto en casos de mal tiempo cuando la flota pesquera no está amarrada”.

      En este caso la guía no estaba acertada porque para nosotros todo fueron facilidades. Inicialmente nos dirigimos al muelle de los pescadores, en el muro entrando a babor (lado Este del espigón Este, el más adecuado según la citada guía). Cuando estábamos amarrando al muelle nos dijo el guardia de seguridad que allí no se podía quedar un velero, aunque el puerto estaba completamente vacío. Al parecer no esperaban a los pesqueros hasta el fin de semana y era martes. De todos modos nos dirigió a la zona de la ría donde había un pantalán de cortesía en el que pudimos abarloarnos a una motora, inmediatamente aguas abajo del famoso puente Itxas Aurre, construido sobre la ría por el arquitecto e ingeniero Santiago Calatrava en 1994. Es de acero, de 70 metros de longitud, y solo permite el paso por debajo a embarcaciones menores (para acceder a un segundo puerto deportivo, cuatrocientos metros aguas arriba) en ningún caso a los veleros. Para nosotros fue mejor este pantalán de cortesía que el puerto, porque la escalera del muelle pesquero estaba llena de chapapote. Además el pantalán era más cómodo que esa escalera grasienta para bajar las bicicletas a tierra y hacer la excursión de por la tarde.

      El propietario de la motora a la que nos habíamos abarloado estaba trabajando en ella cambiando los metacrilatos de las ventanas y pintando la cubierta, pero en ningún caso puso pegas a amarrarnos a su barco y por el contrario nos dio todas las facilidades y nos explicó algunas peculiaridades de su puerto y los alrededores. Nos contó los problemas que genera en Ondarroa la entrada de la ola por la ría cuando hay temporal. En efecto en algunos temporales, y sobre todo cuando se rompió el espigón de protección en el 2014, las olas se encajonan hacia arriba por la ría y llegan hasta la pequeña marina que hay aguas arriba destrozando algunos de los barcos que amarran en ese lugar aparentemente tan bien resguardado. Las olas más grandes en 2014 llegaron a sacar las ruedas del carril del pantalán de su eje, y por eso le han soldado una prolongación de unos 30 centímetros hacia arriba que actualmente llega más alta que el suelo del muelle. Hemos visto barcos con las cornamusas de amarre rotas por los esfuerzos, y el dueño del barco al que no habíamos abarloado nos dijo que cuando se anuncia temporal todos intentan llevar los barcos lo más arriba posible dentro de la ría apretujándose como pueden y cuanto más arriba mejor. Un puerto complicado en invierno.

      Cuando estuvimos instalados nos acercamos a la caseta del vigilante con intención de gestionar nuestra estancia. Solo nos pidió un número de móvil por si necesitaba localizarnos para alguna maniobra, pero nada de los papeles del barco ni nuestros, y nos dijo que la estancia era gratuita. El pantalán en el que estábamos tenía una torre de toma de agua, no de electricidad, pero por alguna razón que se nos escapa todos los grifos estaban cerrados con candado. Nunca habíamos visto esto en otros puertos pues es difícil que en el peor de los casos (llenar un depósito entero de un barco deportivo) se genere un gasto significativo. En los demás pantalanes que vimos en Ondarroa ocurría lo mismo. Tuvimos que rellenar nuestros depósitos con el bidón portátil en un grifo que había en un parque infantil enfrente del muelle. Otras veces no está tan fácil y una cosa sencilla como aprovisionarse de agua es una tarea bastante incómoda. De hecho, no tener grandes reservas de agua es uno de los inconvenientes de los veleros pequeños. El propio pantalán no tenía aseos, si bien se encontraban en la Cofradía de Pescadores, en el propio recinto del muelle, su acceso era gratuito y lo único malo era que los cerraban por la noche.

      Después de comer hicimos un recorrido en bici por una senda que recorre toda la margen derecha de la ría. En una orilla había una cucaña de las que se utilizan en las fiestas