ROQUEBERT, Michel, L’épopée cathare, vols. 1-4, Privat, Toulouse 1970-1989, y vol. 5, Perrin, Paris 1998.
ROQUEBERT, Michel, Histoire des Cathares. Héresie, Croisade, Inquisition du XIe au XIVe siècle, Libraire Académique Perrin, Paris 1999.
TORRELL, Jean-Pierre, Iniciación a Tomás de Aquino. Su persona y su obra, trad. esp. de Ana Corzo Santamaría, EUNSA, Pamplona 2002.
VILANOVA, Evangelista, Història de la teologia cristiana, I: Des dels orígens al segle XV, Herder, Barcelona 1984.
WEISHEIPL, James A., Tomás de Aquino. Vida, obras y doctrina, edición al cuidado de Josep-Ignasi Saranyana, EUNSA, Pamplona 1994.
1. Cfr. Henricus DENIFLE - Æmilius CHATELAIN (eds.), Chartularium Universitatis parisiensis [CUP], I, n. 11. Amalrico de Bene y David de Dinant habían sostenido, a comienzos del siglo XIII, doctrinas panteístas, de carácter materialista. Se ignora todavía la identidad del «hispano Mauricio». Quizá se trate de un error de los copistas, que se habrían confundido en la lectura del original, leyendo «el hispano Mauricio» en lugar de «el moro hispano» (maurus hispanus), es decir: Averroes.
2. Cfr. CUP I, n. 49.
3. Cfr. CUP I, nn. 432 y 473.
4. COeD 23010-15; DS 800.
5. San Agustín planteó correctamente el problema del mal, contribuyendo a la solución especulativa de este problema. Evitó substancializar el mal, como lo había hecho el maniqueísmo. Trasladó el asunto a los predicamentos accidentales, saliendo del callejón sin salida maniqueo, y abrió las puertas al descubrimiento de la trascendentalidad del bien. Consideró el mal como algo simplemente adjetivo, es decir, como la corrupción de lo bueno. Así surgió la noción de malum como privatio boni, que la escolástica plenomedieval reelaboró ampliamente. Sin descartar la vertiente ética o moral del asunto, san Agustín ofreció la perspectiva metafísica como solución integradora de las distintas vertientes que el mal presenta a nuestra consideración.
6. GUILLERMO DE AUXERRE, Summa aurea, ed. dirigida por Jean Ribaillier, CNRS, Paris-Roma 1980-1987, 7 vols.
7. La enseñanza universitaria comenzó a impartirse bajo dos formas: la lectio y la disputatio. La lectio podía ser legere cursorie (lectura previa de un libro clásico, con un comentario del maestro y una breve paráfrasis, sin más) y legere ordinarie (después de la lectura, el maestro planteaba, a propósito del texto, una serie de problemas, que trataba de resolver). La disputatio era una enseñanza en colaboración. Podían ser disputationes ordinariæ, en las que el maestro mismo ponía las dificultades y las resolvía y sistematizaba; y disputaciones generales o quodlibet, de carácter extraordinario, que tenían lugar solemnemente dos veces al año (por Pascua y Navidad), y en las que se debatían los temas más variados, generalmente cuestiones de actualidad. La quodlibet tenía dos actos: en el primero tomaban parte varios actores y un respondens (el maestro sólo intervenía para completar o perfeccionar los argumentos del respondens); y un segundo acto, en el que el maestro entraba en escena, replanteaba sistemáticamente la cuestión, reformulaba las objeciones y daba su solución personal al caso. Alguna vez tenían lugar las disputaciones magistrales entre dos maestros.
8. FELIPE EL CANCILLER, Summa de bono, ed. y estudio preliminar de Nicolaus Wicki, Eds. Franke, Bern 1985, 2 vols.
9. He aquí los enunciados de esta interesantísima introducción: «I. De comparatione boni et entis. II. De comparatione boni ad verum. III. De ordinatione veri ad bonum. IV. De ostensione summi boni. V. De communitate huius intentionis ‘bonum’. VI. Utrum omni bono opponatur malum. VII. De fluxu rerum a Primo. VIII. Utrum omni creato idem sit esse et esse bonum. IX. De hac prædicatione: bonitas est bona. X. De differentiis boni in creatura secundum quid summatur. XI. De divisione Augustini triplici».
10. Edición crítica: Summa theologica, Ex typ. Collegii S. Bonaventuræ, Quaracchi 1924-1979, 6 vols. (dos son de índices).
11. La importancia de las dos cuestiones previas se demuestra por la historia posterior. En efecto, lo que a mediados del siglo XIII fue sólo una cuestión propedéutica, para legitimar la condición universitaria de la teología, adquirió un enorme desarrollo a las pocas décadas, hasta constituir un tratado casi autónomo con Juan Duns Escoto. La discusión continuó en los años en que las ciencias experimentales alcanzaron un gran desarrollo (la óptica, la mecánica, la astronomía, etc.). Finalmente, en tiempos de la segunda revolución liberal, es decir a mediados del siglo XIX, la teología comenzó a ser excluida de muchas universidades, al negarse su condición científica; y no sólo de la teología, sino también de las demás humanidades. Por este motivo, Wilhelm Dilthey (†1911) tuvo que dedicar gran esfuerzo a justificar la condición científica de las ciencias del espíritu.
12. Conviene aclarar la terminología. Los nombres divinos esenciales son los que se predican por analogía de la esencia divina y de las criaturas (porque sólo de Dios se predican de modo eminente): bueno, sabio, verdadero, perfecto, uno, simple, vivo, justo, etc. — Por lo que respecta no ya a la esencia divina, sino a los nombres referidos a la Santísima Trinidad tenemos: cinco nociones o caracteres propios, por los cuales las personas divinas son conocidas, dos de las cuales se refieren al Padre, una al Hijo y otra al Espíritu Santo, y otra es común al Padre y al Hijo (innascibilidad y paternidad o generación activa, como características del Padre; filiación o generación pasiva, como característica del Hijo; espiración activa, común al Padre y al Hijo; y espiración pasiva o procesión, característica del Espíritu Santo); cuatro relaciones (paternidad, filiación, espiración común, procesión), de las cuales hay tres mutuamente opuestas, que son las tres hipóstasis o personas divinas; cuatro propiedades, que convienen, cada una sólo a una única persona: dos al Padre, una al Hijo y una al Espíritu Santo (innascibilidad, paternidad, filiación, procesión); tres nociones personales, que constituyen las personas divinas (paternidad, filiación, procesión); y dos actos nocionales o procesiones (generación y espiración). Cfr. SANTO TOMÁS, Summa theologiæ, I, q. 32, a. 3c. No entro aquí en el tema de los nombres propios y los nombres apropiados de las Personas divinas. Por ejemplo: el Hijo es denominado propiamente no sólo Hijo, sino también Verbo e Imagen; y por apropiación es Sabiduría.
13. Cfr. supra, en el capítulo 2, § 9.
14. El accidente «cualidad» se divide en cuatro pares de subespecies, según su mayor o menor estabilidad: hábito/disposición, potencia/impotencia, pasión/cualidad pasible, forma/figura.
15. Tengo a la vista: COMISIÓN TEOLÓGICA INTERNACIONAL, Teología - Cristología - Antropología (1982), C 3.
16. Cfr. infra en este mismo capítulo 3, § 6e (al exponer la cristología del beato Duns Escoto); y el capítulo 7, infra, § 11g; y cap. 8, §§ 9a,b,g.
17. Existen dos ediciones completas de sus obras: la de Jammy, Lyon 1651, 21 vols.; y la edición de Auguste Borgnet, Vivès, Paris 1890-1899, 38 vols., que es fundamentalmente una reimpresión de la anterior. La edición crítica, Alberti Magni Opera Omnia, prevista en cuarenta tomos, varios de ellos en dos volúmenes, está en curso (Editio Coloniensis), a cargo del Albertus-Magnus-Institut, Aschendorff, Münster 1951ss.
18. La doctrina de la doble verdad, defendida en círculos aristotélicos parisinos de la segunda mitad del siglo XIII (proclives al averroísmo), sostenía que cada ciencia alcanza su propia verdad, de modo que las conclusiones de cada una de las ciencias son verdaderas, aun cuando entre ellas haya contradicción. Es obvio que la doctrina de la «doble verdad» abre la puerta al escepticismo.
19. La mejor edición de sus obras es: Opera omnia, preparada por los franciscanos de Quaracchi, en 10 vols. (1882-1902). Los cuatro primeros tomos contienen sus comentarios a las Sentencias de Pedro Lombardo.