Figura 3.9: Articulación sinovial
Normalmente, el espacio articular sólo es potencial, como cuando las superficies cartilaginosas y los tejidos blandos se encuentran en contacto bajo una presión negativa; es una realidad cuando la cápsula está distendida por un líquido o ha dejado entrar aire. La cápsula está tapizada por una membrana sinovial lisa, que se refleja en los huesos y desaparece en la periferia de las superficies cartilaginosas. Esta gruesa membrana vascular, con sus pliegues y bordes, envuelve la articulación y segrega el líquido sinovial lubrificante. Este fluido amarillento y viscoso segregado a partir de la sangre también alimenta el cartílago articular y los linfocitos que contiene limpian los detritos de las superficies móviles. Allí donde los huesos no se unen de forma adecuada, existen gruesas almohadillas entre la cápsula y la membrana sinovial que llenan los espacios muertos y funcionan como cojines en los movimientos. Cualquier estructura que atraviese la articulación, como un ligamento o un tendón, está tapizada por una cubierta de membrana sinovial.
Figura 3.10 : Articulación sinovial dividida por una placa cartilaginosa
Estabilidad
La integridad y la coaptación de las articulaciones se mantiene gracias a cierto número de factores, siendo los más importantes la fuerza de los ligamentos y el tono de los músculos que las rodean. El tono muscular, por lo general, previene deformaciones graves de los ligamentos. Es esencial una gran movilidad, por ejemplo, en el hombro, por lo que la cápsula se encuentra laxa y la porción larga del húmero encaja débilmente en la cavidad glenoidea de la escápula; esta inestabilidad se consigue manteniendo armonizados los tendones de los músculos rotadores pequeños con la cápsula, de forma que la deficiencia anatómica se compense con la defensa muscular. Esto contrasta con la cadera, donde la estabilidad es importante: la cabeza femoral se encuentra profundamente enterrada en la cavidad del acetábulo, por lo que no es necesaria la casación de los músculos adyacentes con la cápsula. Existen otros pequeños factores de apoyo que se entrelazan con los extremos del hueso, raramente estables por sí mismos, y la cohesión producida por la presión atmosférica.
Las superficies articulares presentan un menor encaje durante toda la amplitud de movimientos y se acoplan estrechamente en los extremos de la amplitud. Existe una posición de estrecho acoplamiento cuando la articulación se somete a una tensión y una posición de descanso cuando no se utiliza. Aunque los ligamentos son estructuras importantes de fuerza, son poco extensibles y no pueden adaptarse para resistir grandes deformaciones. Tales movimientos son resistidos normalmente por los músculos vecinos, que pueden permanecer tensos todo el tiempo que dura un movimiento de resistencia o pueden relajarse cuando sus oponentes se contraen, de una manera imposible para los ligamentos no elásticos.
Clases de articulaciones sinowiales.
Las articulaciones sinoviales se subdividen teniendo como referencia la forma de los extremos de los huesos y la amplitud de movimientos posibles.
La articulación plana (“artrodia”) entre pequeñas superficies adyacentes horizontales de los huesos carpianos y tarsianos sólo permite un movimiento mínimo de deslizamiento. La articulación por encaje recíproco (“en silla de montar”) se explica fácilmente mediante su propio nombre, observando sus superficies recíprocas: el mejor ejemplo se encuentra en la relación entre el hueso metacarpiano del dedo pulgar y su correspondiente carpiano. La articulación troclear es un mecanismo frecuente, como en el codo, el tobillo y los dedos, que consiste en el encaje de una superficie convexa en una concavidad, permitiendo los fuertes ligamentos colaterales en cada lado que se realice movimiento alrededor sólo de un eje transversal. Por supuesto, la cápsula necesita estar laxa por delante y por debajo para permitir una flexión y una extensión completas. La articulación trochus (“pivote”) consiste en que el extremo de un hueso cilindrico rota sobre su propio eje como si fuera un machihembrado: por ejemplo, la cabeza del radio en la zona superior (proximal) de la articulación radiocubital en el codo, durante una rotación del antebrazo.
La articulación enartrosis del hombro y de la cadera es la que permite una mayor gama de movimientos y consiste en el movimiento conjunto de una superficie esferoidal y una cóncava, rotando sobre un número infinito de ejes. Sus principales movimientos son los siguientes (Figs. 3.11 y 3.12): la flexión y la extensión en un plano anteroposterior; la abducción y la aducción en un plano mediolateral; las rotaciones medial y lateral sobre el eje largo de las extremidades (no debe confundirse con la pronación y la supinación del antebrazo en la extremidad superior, pues una rotación verdadera sólo se produce en la articulación del hombro), y la circunducción, en la que una extremidad describe la figura de un cono (es un movimiento combinado, derivado de todos los anteriores).
Figura 3.11: Movimientos de las articulaciones enartrosis del hombro y la cadera
Figura 3.12: Rotación del hombro
Los movimientos de las articulaciones casi nunca son tan extensos como dan a entender la forma de los extremos de los huesos, es decir, el cierre real de los huesos es un factor limitante sólo de manera excepcional. Las partes blandas son las responsables del control de la gama de movimientos, como en el contacto del brazo y el antebrazo en la flexión del codo, y la tensión de los músculos isquiotibiales en la parte posterior del muslo al limitar la flexión de la cadera.
EL ESQUELETO AXIAL Y APENDICULAR: LAS CINTURAS
El esqueleto se divide en dos porciones: una central axial (cabeza y tronco) y otra periférica apendicular (huesos de las extremidades). El esqueleto axial está formado por el cráneo, las mandíbulas, la columna vertebral, el esternón y los doce pares de costillas. Además, existe el pequeño hueso hioides en la zona superior del cuello por debajo del suelo de la boca, y tres diminutos huesecillos en cada cavidad del oído medio.
Las cinturas
Existen disposiciones circulares de huesos que conectan las regiones del hombro y de la cintura con el esqueleto axial, de forma que proporcionan una unión firme para los miembros correspondientes, al tiempo que permiten un grado de movilidad. Las dos cinturas difieren bastante. El brazo no lleva peso y sólo debe permitir la utilización lo más libre posible de la mano, mientras que la cintura escapular es inestable y sus principales conexiones son musculares y no óseas. Por el contrario, en la cadera las condiciones son diferentes porque la estabilidad es esencial: la cintura pélvica forma un completo grupo óseo, unido firmemente a la zona inferior de la columna vertebral (Fig. 3.15).
Figura 3.13: El esqueleto, visión anterior
Figura 3.14: El esqueleto, visión posterior