Ahora bien, no podemos orientar toda nuestra actuación hacia la motivación extrínseca. Será importante fomentar la participación en el juego por lo que éste tiene de gratificante y no sólo por la aprobación del profesor/a y/o de los compañeros.
La construcción de aprendizajes a través del juego: un proceso activo y de elaboración personal en interacción con el entorno
Al analizar los juegos colectivos desde la óptica constructivista, Kamii y De Vries (1988) señalan: «el constructivismo se refiere al punto de vista según el cual el conocimiento y los valores morales no se aprenden por interiorización del exterior, sino mediante una construcción desde el interior en interacción con el entorno».
Analizar la actividad lúdica de cada alumno como fuente de aprendizaje desde esta perspectiva constructivista nos lleva a considerar tres elementos:
Presentada la situación podemos pasar a analizar los aspectos que planteábamos en el epígrafe:
Los alumnos se muestran, pues, activos en el juego de diferentes formas. Estableciendo relaciones con capacidades ya adquiridas y tratando de adaptarlas a las coordenadas espacio-temporales que surgen de la actividad lúdica; explorando esquemas motrices nuevos que den respuesta a las diferentes situaciones-problema derivadas del juego; informando a sus compañeros o al profesor o recibiendo información de éstos sobre cómo actuar ante las exigencias motrices y/o estratégicas del juego; enfrentándose a una situación de conflicto con sus compañeros, escuchando la opinión de éstos, expresando la suya y buscando soluciones en conexión con la forma en que se han resuelto conflictos anteriores y reorganizando, como consecuencia, su sistema de valores, etc.
Todas estas formas de actuación convierten al alumno en centro de su propio aprendizaje.
Si la actividad que origina el juego no produce interiorización, elaboración, análisis, valoración, etc., se convierte en simple “activismo”, en repetición más o menos sistemática; pero difícilmente consolidará aprendizajes dotados de significación. El aprendizaje es, pues, un proceso de elaboración. Sólo ésta permite establecer relaciones significativas entre lo ya conocido y los nuevos objetos de aprendizaje. Y es un proceso personal. Los compañeros y profesores/as ayudan en dicho proceso, pero cada alumno es, en última instancia, responsable de la construcción de su propio conocimiento y del desarrollo de sus capacidades.
Que el aprendizaje sea un proceso personal no implica que se realice sin tener en cuenta el entorno. Bien al contrario, la interacción con éste constituye la base sobre la que se construyen nuevos aprendizajes.
En el caso de la actividad lúdica, las relaciones se establecen a partir de las coordenadas que marca el propio juego e implican a cada alumno en la comunicación con cada uno de sus compañeros de actividad, con el profesor/a y con el grupo considerado globalmente o con los subgrupos que pueden surgir dentro de éste.
De este proceso de comunicación y relación surgen la mayoría de las posibilidades de aprendizaje. A él volveremos a referirnos más adelante.
Juego y aprendizaje significativo en la Educación Física
Cuando se sentaron las bases para la diferenciación entre el aprendizaje significativo y el aprendizaje repetitivo (Ausubel, 1976; Novak, 1982), la Educación Física ya caminaba hacia planteamientos que huían del mecanicismo. Como señala L. M. Ruiz (1995, pág. 20), los especialistas en aprendizaje motor han tomado, en las últimas décadas, una orientación cognitiva y han acercado el aprendizaje motor al concepto de significatividad.
Tratar de lograr, a través del juego, aprendizajes significativos nos lleva a tomar en consideración tres aspectos:
Planteada la cuestión desde la perspectiva del profesor, ésta implica la necesidad de prestar atención tanto a las experiencias y aprendizajes previos de los alumnos como a sus capacidades y a su grado de madurez, cuando seleccionamos las actividades lúdicas en las que van a participar.
En