El Tesoro de David: la revelación Escritural a la luz de los Salmos. Eliseo Vila. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Eliseo Vila
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Религия: прочее
Год издания: 0
isbn: 9788417131753
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al Señor por su Dios, y por su dueño,

       y más dichoso el pueblo que ha escogido,

       para darle el renombre de “su pueblo”.

       El Señor desde el trono soberano,

       en que tiene fijado su alto asiento,

       echó sobre los hijos de los hombres

       la vista con semblante placentero.

       Desde la inmensa habitación augusta,

       que preparó para su solio excelso,

       se dignó de mirar con ojos dulces

       a los que habitan en el bajo suelo.

       Él fue quien les formó los corazones,

       por eso mira todos sus secretos,

       y desde el alto punto en que reside,

       registra sus menores pensamientos.

       No salva su poder al soberano,

       no le salvan sus tropas y dineros,

       ni tampoco salvar puede al gigante

       la extraordinaria fuerza de su cuerpo.

       Pero salva el Señor a los que le aman,

       salva a los que le temen, y sujetos

       a sus leyes esperan sometidos

       de su misericordia los efectos.

       Salva sus almas de la eterna muerte,

       los preserva de sustos y de riesgos,

       los asiste y consuela en sus desgracias,

       y hasta les da en sus hambres alimento.

       Que nuestras almas pues en él esperen,

       que esperen con paciencia y con respeto,

       porque es nuestro baluarte, nuestro auxilio,

       y la única defensa que tenemos.

       Por su mucha bondad los corazones

       deben estar alegres y contentos,

       y es en su santo y soberano nombre

       donde las esperanzas hemos puesto.

       Haz pues, Señor, que tu misericordia

       resplandezca en nosotros, disponiendo

       que nos vengan auxilios y socorros,

       según la alta esperanza que tenemos.

      DEL “SALTERIO POÉTICO ESPAÑOL”, SIGLO XVIII

      Salmo completo: Acción de gracias de la Iglesia Triunfante en los tiempos finales, por su liberación definitiva tras el derrocamiento del Anticristo y sus ejércitos.5

      SAMUEL HORSLEY [1733-1806]

      “The book of Psalms : translated from the Hebrew, with notes, explanatory and critical”, 1816

      Salmo completo: Acompañemos por unos momentos al santo salmista en su meditación. Su salmo no está compuesto según el método escolástico, según el cual el autor se limita a unas reglas fijas; y, siguiendo escrupulosamente un método filosófico, establece las directrices, y de ellas se infieren consecuencias. Aunque sí establece unos principios básicos, los más adecuados para darnos ideas sublimes sobre el Creador; y habla de las obras y los atributos de Dios con mayor precisión de la que jamás hayan hablado los grandes filósofos.

      ¡De qué manera tan absurda hablan los filósofos acerca del origen del mundo! ¡Qué pocos han razonado de modo sistemático y concluyente sobre este tema tan esencial! En cambio, nuestro profeta resuelve la importante cuestión con un solo principio; y lo que es más notable: este principio, noblemente expresado, lleva implícita la más clara evidencia. El principio es: “Por la palabra de Jehová fueron hechos los cielos, y todo el ejército de ellos por el aliento de su boca” (33:6). Esta es la explicación más racional que se haya dado nunca sobre la creación del mundo. El mundo es obra de una voluntad inteligente y auto-eficiente, y solo este principio puede explicar su creación. Los aspectos más simples de la naturaleza son suficientes para conducirnos a este principio. O bien mi voluntad es auto-eficiente, o debe haber otro ser cuya voluntad es auto-eficiente. Lo que soy, procede de mis padres, y lo que afirmo de mis padres va ligado a mis antepasados, y a través de ellos de todas las demás criaturas finitas de las cuales deriva su existencia. Sin duda, o bien los seres finitos tienen una voluntad auto-eficiente; lo cual es absurdo, pues una criatura finita con una voluntad auto-eficiente es una contradicción; o hay una Causa primera que cuenta con una voluntad auto-eficiente. Y la existencia de ese Ser auto-eficiente es el principio del salmista: “Por la palabra de Jehová fueron hechos los cielos, y todo el ejército de ellos por el aliento de su boca” (33:6).

      Y esos mismos filósofos que han razonado de forma inconclusa sobre el origen del mundo, hablan con la misma incertidumbre de su gobierno. El salmista resuelve también esta cuestión con gran facilidad, mediante otro principio que deriva del anterior y que lleva su evidencia de la misma manera: “Desde lo alto de los cielos mira el Señor; ve a todos los hijos de los hombres; desde el lugar de su morada observa a todos los moradores de la tierra” (33:13-14). Esta es la doctrina de la providencia. ¿Y en qué se basa la doctrina de la providencia? En este principio: “Él modeló el corazón de cada uno, y conoce a fondo todas sus acciones” (33:15). Prestad atención, hermanos, por unos momentos a la evidencia de este razonamiento. La doctrina de la providencia expresada en estas palabras: “Y conoce a fondo todas sus acciones” es una consecuencia necesaria de principio anterior: “Él modeló el corazón de cada uno”; y a su vez, este principio es una consecuencia necesaria de lo que el Salmista había establecido antes para explicar el origen del mundo: “Por la palabra de Jehová fueron hechos los cielos, y todo el ejército de ellos por el aliento de su boca”. Sí, de la doctrina de que Dios es creador de los hombres se deducen la de Dios como inspector, director, remunerador y castigador de sus acciones.

      Una de las objeciones más engañosas que se han opuesto a la doctrina de la providencia divina es el contraste entre la grandeza de Dios y la pequeñez del hombre. ¿Cómo puede una criatura tan insignificante como el hombre ser objeto del cuidado y atención personal de un ser tan magnífico como Dios? No hay objeción que pueda ser más engañosa por ser, en apariencia, casi irrebatible. Pero la distancia entre el insecto más simple y el monarca más poderoso, que pisa y aplasta reptiles sin la menor consideración, es una imagen muy imperfecta de la relación y distancia entre Dios y el hombre. El argumento de que estaría por debajo de la dignidad de un monarca observar los movimientos de las hormigas o gusanos, interesarse en sus acciones y castigarlas o premiarlas, podría aplicarse a Dios, alegando que se degradaría si observara, dirigiera, castigara o premiara a la humanidad, que es infinitamente inferior a él. Pero para contestar esta objeción engañosa basta con un hecho: Dios ha creado la humanidad. ¿Se degrada más Dios gobernándola que creándola? ¿Quién puede aceptar que un Ser sabio ha dado a criaturas inteligentes las facultades para obtener conocimiento y virtud, sin desear que lo intenten? ¿O se puede concebir que un Ser sabio, que quiere que sus criaturas inteligentes adquieran conocimiento y virtud, no los reprenda si descuidan ese deber, ni los retribuya cuando se esfuerzan en hacerlo?

      Los filósofos poco ilustrados han tratado “los atributos de Dios” tan herméticamente como suelen escribir sus obras. Los atributos