El Tesoro de David: la revelación Escritural a la luz de los Salmos. Eliseo Vila. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Eliseo Vila
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Религия: прочее
Год издания: 0
isbn: 9788417131753
Скачать книгу
atrás; y de la espada de Saúl: que nunca regresaba vacía.169 Por ello el salmista, después de haber intuido erróneamente haber sido cortado de delante de los ojos de Dios, reconoce con humildad: “pero tú oíste la voz de mis ruegos cuando a ti clamaba”.

      JOHN FLAVEL [1627-1691]

      “Divine Conduct or The Mystery of Providence Opened”, 1678

      Decía yo en mi premura: Cortado soy de delante de tus ojos; pero tú oíste la voz de mis ruegos cuando a ti clamaba. Ahora que brilla el sol sobre nosotros, intensifiquemos el gozo y alegría de la mañana, aferrándonos con mayor firmeza al que se nos había ocultado en horas de la noche. Seamos admiradores perpetuos de la gracia y misericordia de Dios para con nosotros. Porque nos escuchó y protegió con su bondad, pese a no hallar en nosotros más que incredulidad e impaciencia; porque estando nosotros como Jonás en las profundidades del Seol,170 sus entrañas se conmovieron, y su poder nos puso a salvo en tierra firme. ¿Pues qué vio en nosotros para acelerar su liberación, o para merecer su misericordia? De haber esperado para acudir en nuestro alivio a percibir en nosotros algo que le motivara, aún seguiríamos esperando en las profundidades; pues de nosotros mismos no aportamos a nuestra propia restauración más de lo que contribuimos al despuntar de la aurora y la salida del sol. Nada en absoluto. Éramos como los huesos secos que vio Ezequiel, inertes y sin fuerza; y también como ellos dijimos:” Nuestros huesos están secos, y se ha perdido nuestra esperanza; y estamos cortados del todo”.171 ¿Qué Dios hay como el nuestro, que perdona la iniquidad, la transgresión y el pecado?172 ¿Qué Dios hay lento para la ira y grande en misericordia, que no recrimina para siempre, ni para siempre guarda el enojo?173 ¿Qué se enoja con nosotros tan solo por un momento, pero nos brinda la esperanza de su misericordia eterna?174

      ¡Oh, cuánto amor le debemos a Cristo, que ha abogado por nosotros cuando no teníamos nada que alegar a nuestro favor! ¡Que nos ha sacado del foso de los leones175 y de las fauces del león rugiente!176 Como afirma la señora Sarah Wright: «Cuando creía haber traspasado todos los límites de la misericordia, obtuve misericordia; cuando me consideraba condenada irremisiblemente a causa de mi incredulidad, se me otorgó la esperanza del cielo. Estaba plenamente convencida de que en mi caso ya no había esperanza; y tan desesperada que mi futuro había dejado de preocuparme. En varias ocasiones me vi al borde de la muerte, y prácticamente ante las mismísimas puertas del infierno, pero entonces, Cristo las cerró ante mí. Me hallaba como Daniel en el foso de los leones, pero él detuvo a los leones y me libró de sus garras. La bondad de Dios es inescrutable; cuán inmensa es la excelencia de su majestad para que se digne mirar a una persona como yo; trayéndome paz, cuando estaba presa del terror, andando constantemente en mitad del fuego y el azufre».

      TIMOTHY ROGERS [1660-1729]

      “A Discourse on Trouble of Mind, and the Disease of Melancholy”, 1691

      Decía yo en mi premura: Cortado soy de delante de tus ojos; pero tú oíste la voz de mis ruegos cuando a ti clamaba. Es decir, me has abandonado totalmente y no puedo ya esperar que me mires ni te preocupes de mí. En cualquier momento pereceré en manos de Saúl, y así seré definitivamente cortado de delante de tus ojos, destruido ante tu mirada.177 Esto dijo en perplejidad178 (pues así lo traducen algunos), lo cual indica la dimensión de su angustia: Saúl le pisaba los talones y estaba a punto de darle caza, y esto intensificó la tentación: en mi premura (así es como lo traducimos), indica el desasosiego y turbación de su mente, la tentación le vino por sorpresa, y le encontró con la guardia baja. Cuando hablamos de manera apresurada y precipitada, son muchas las posibilidades de equivocarnos diciendo algo que no debíamos haber dicho; pero de todo lo que hayamos dicho erróneamente por las prisas, tendremos que arrepentirnos larga y pausadamente, tengámoslo muy en cuenta; sobre todo lo que hemos dicho desconfiando de Dios.

      MATTHEW HENRY [1662-1714]

      “Commentary on the Whole Bible”, 1811

      Decía yo en mi premura. A veces nos invade una pasión repentina, y la sacamos transformada en ira y rebeldía, que deriva en expresiones impropias; una explosión verbal desaforada, sobre la cual, al poco de haberla soltado, meditándola en nuestros corazones, tenemos que exclamar entristecidos: «Ojalá me hubiera mordido la lengua en lugar de dejarla suelta y a sus anchas» A veces, la erupción volcánica estalla en censuras injustas a colaboradores, compañeros y amigos, infinitamente mejores que nosotros, con lo cual, cuando reflexionamos, nos avergonzamos de habernos salido del tiesto, y mil veces desearíamos habernos juzgado a nosotros mismos antes que fustigar a nuestros hermanos.

      RICHARD ALLEINE [1611-1681]

      “Godly-Fear, or, The Nature and Necessity of Fear, and its Usefulness”, 1674

      Pero tú oíste la voz de mis ruegos cuando a ti clamaba. Como si hubiera dicho: cuando oré con tan poca fe, que, por así decirlo, musité179 mi propia oración, sacando conclusiones desesperadas y erróneas sobre mi situación; a pesar de ello, Dios pasó por alto mi precipitación y la perdonó, y me concedió una misericordia que no merecía y que de hecho, en mi poca fe, ni de lejos esperaba. ¿Y cuál es el uso que hace el salmista de esta experiencia? Utilizarla como plataforma para alentar la fe y la esperanza de todos los creyentes en tiempos de necesidad: “Esforzaos todos vosotros los que esperáis en Jehová, y tome aliento vuestro corazón” (31:24).

      WILLIAM GURNALL [1617-1679]

      “Christian in complete armour, or, a treatise of the saints war against the Devil”, 1655

      Decía yo en mi premura: Cortado soy de delante de tus ojos; pero tú oíste la voz de mis ruegos cuando a ti clamaba. El salmista confiesa la gran angustia en que se encontraba, y como su fe se debilitó y sucumbió bajo la tentación; lo cual reconoce para su propia vergüenza, y a su vez, para mayor gloria de Dios. De lo que aprendemos:

      1. Que fe de los justos puede debilitarse, incluso la fe más fuerte y sólida puede presentar ocasionalmente síntomas de enfermedad. “Decía yo en mi premura: Cortado soy de delante de tus ojos”.

      2. Que por mucho que se vea sacudida y se tambalee, cual árbol zarandeado por fuertes ráfagas de viento, la fe sigue firme en sus raíces que ahondan en buena tierra. Aunque a veces parezca ceder, no sucumbe; pues incluso cuando más débil se siente, siempre le queda un último recurso, un movimiento final como hacen a veces los luchadores. Pues no hemos de pasar por alto que David, aún en el momento más crítico, el de mayor turbación y debilidad en su fe, ¿qué hace? se dirige a Dios en oración ferviente: “cuando a ti clamaba”.

      3. Que la oración de fe, no importa cuán débil sea, no pasa desapercibida de Dios y es objeto de respuesta: “tú oíste la voz de mis ruegos”.

      4. Que en una misma alma pueden darse reacciones y sentimientos duales y contradictorios: de opresión agobiante, y esperanza relajante; de oscuridad ante las dificultades, y luz esclarecedora de la fe; de desespero tambaleante por la duda, y sólido aferre a la verdad y bondad de Dios; de desmayo, y lucha enconada; de aparente rendición en la batalla, y embestida de la fe contra toda oposición; de una prisa irreflexiva, y una meditación sosegada, como leemos en este texto: “Decía yo en mi premura: Cortado soy de delante de tus ojos”.

      DAVID DICKSON [1583-1663]

      “Explanation of the First Fifty Psalms”, 1653

      Decía yo en mi premura: Cortado soy de delante de tus ojos; pero tú oíste la voz de mis ruegos cuando a ti clamaba. Ante la condescendencia del Señor al escuchar sus oraciones, incluso a pesar de su incredulidad, David da rienda suelta a su asombro ¿Acaso no nos asombramos ante el proceder de un hombre compasivo que nos otorgue nuestro deseo sin merecerlo? ¡Cuánto más no deberíamos asombrarnos ante la bondad y condescendencia de la Majestad soberana que rige los cielos y la tierra!

      STEPHEN CHARNOCK [1628-1680]

      “The Existence and Attributes of God”, 1682

      Vers.