SIMEON ASHE [1598-1660]
1 En la versión griega de los LXX o Septuaginta lleva el título de εἰς τὸ τέλος ψαλμὸς τῷ Δαυιδ ἐκστάσεως, que la Vulgata traduce al latín como: “In finem. Psalmus David, pro extasi”, “Para el fin, Salmo de David, por el éxtasis”, un concepto que no figura en el título en hebreo pero parece inspirado el versículo veintidós (31:22) donde la versión griega traduce por ἔκστασις ékstasis el sintagma hebreo בְחָפְזִ֗י ḇəḥāp̄əzî de חָפַז chaphaz, que nuestras versiones traducen como “premura, inquietud, alarma, pánico, arrebato”, etc.
–AGUSTÍN DE HIPONA [354-430] comenta sobre este título: «Conocemos bien por las palabras del apóstol el significado de la expresión “para el fin”: “porque Cristo es el fin de la ley, para justicia a todo aquel que cree” (Romanos 10:4). […] Por consiguiente, “para el fin” significa “para Cristo”. En cuando a “por el éxtasis”, que cabe traducir como “enajenación” o “arrebato”, puede producirse por dos motivos: por pánico o por embeleso. Del éxtasis por embeleso nos habla también Pablo cuando nos dice: “Porque si estamos fuera de nosotros [ἐξίστημι], es para Dios; y si estamos cuerdos, es para vosotros. Porque el amor de Cristo nos constriñe” (2 Corintios 5:13-14). […] Y el que afirma esto es alguien que fue arrebatado en éxtasis hasta el tercer cielo, “si en el cuerpo, no lo sé; si fuera del cuerpo, no lo sé; Dios lo sabe” donde escuchó “palabras inefables que no le es permitido al hombre expresar” (2 Corintios 12:2-4). Por tanto si hemos de entender que “por el éxtasis” se refiere a este tipo de éxtasis, no dudemos que su autor, o mejor dicho, el Espíritu Santo por conducto del salmista, nos revela a través del mismo cosas maravillosas e inefables. Pero si hemos de entenderlo como éxtasis causado por el pánico el contenido del Salmo también encaja, pues nos habla de la Pasión de Cristo. ¿Cabe aplicar propiamente este éxtasis de pánico a Cristo en la medida que se acercaba su Pasión sin riesgo a caer en el error? ¿Siendo que él mismo había afirmado haber venido al mundo para esto: “para dar su vida en rescate por muchos” (Mateo 20:28)? ¿Sintió pánico al acercarse al objetivo de su venida? De haber sido meramente un hombre, y no hombre y Dios a la vez, ¿habría neutralizado el gozo de la futura resurrección el pánico inevitable ante la muerte? Puesto que “siendo en forma de Dios, no consideró el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres; y hallado en su porte exterior como hombre, se humilló a sí mismo, al hacerse obediente hasta la muerte” (Filipenses 2:6-8) no desdeñó de asumir nuestros sentimientos y reacciones ni de hablar con nuestras palabras para que nosotros pudiéramos hablar un día con las suyas. Tuvo lugar entre él y nosotros un intercambio admirable, un trueque divino, una permuta de bienes obrada por el Mercader celestial. Vino a recibir ofensas para otorgarnos honores; apuró el cáliz del dolor para darnos a beber la copa saludable de la alegría; arrostró la muerte para darnos la vida. Y ante la muerte, por lo que tenía de nosotros, sentía también el éxtasis de pánico, pero no en sí mismo, sino en nosotros. Por eso exclamó: “mi alma está triste y abrumada hasta la muerte” (Mateo 26:38), como hubiera estado la nuestra. Pues sin él no somos nada, pero en él lo somos todo, porque somos un cuerpo del cual él es la Cabeza, y somos, por tanto Cristo mismo (1 Corintios 12:12-27). ¿Qué tiene, pues, de extraño que Cristo sintiera el éxtasis de nuestro pánico ante la muerte; y que nosotros experimentemos, a pesar de la esperanza, pánico ante los sufrimientos? El pánico es fruto de la debilidad humana, la esperanza es resultado de la promesa divina. El pánico es parte de nosotros, la esperanza es un don que Dios ha puesto en nosotros. Y donde mejor nos reconocemos a nosotros mismos es en el pánico, humillados, para que cuando la esperanza se imponga, en la liberación demos gloria al que la ha obrado. ¡Dejad que la debilidad humana tiemble asediada por el pánico, que no por ello van a disminuir la esperanza y la misericordia divinas! Por ello comienza el salmo diciendo: “En ti, oh Señor, he confiado; no sea yo confundido jamás” (31:1). Es evidente que no siente solo pánico, sino también esperanza. El pánico no está desprovisto de esperanza; aún cuando en el corazón del creyente sea presa de turbación, el consuelo divino jamás se aparta de él».
–JERÓNIMO DE ESTRIDÓN [347-420] comenta: «No hay dificultad para entender este salmo desde su perspectiva histórica en la vida de David; y en forma profética aplicado a Cristo».
–CASIODORO [485-583]: «Las palabras de Nuestro Salvador resuenan una tras otra a lo largo de todo el Salmo. Comienza implorando al Señor que le libre de las angustias inminentes (31:1-2 - Mateo 26:38-39) para recobrar fuerzas una vez se cerciora de que ha sido escuchado (31:3 – Lucas 22:43). Se adentra luego en su Pasión y describe el suceso con marcadas y claras referencias (31:5.18 – Lucas 23:46). Finalmente, la da gracias por haber sido escuchado y ruega por el pueblo fiel que le ha sido otorgado (31:19-22 – Isaías 53:10-11; Juan 6:37-40), al cual insta a perseverar en el amor y a esforzarse en la gracia, recordándoles que tendrá lugar una justa retribución que premiará a los justos y castigará a los impíos (31:23-24)».
2 Salmo 22:5.
3 Romanos 11:36; Colosenses 1:15-20.
4 GEORG HEINRICH AUGUST EWALD [1803-1875] teólogo y hebraísta alemán, fue uno de los primeros en atribuir el Salmo 31 a Jeremías, basándose en algunas expresiones coincidentes, y de manera especial en el מָגֹ֪ור מִסָּ֫בִ֥יב māḡōwr missāḇîḇ, “terror por todas partes”, del versículo trece (31:13), que se repite en diversos pasajes de Jeremías 6:25; 20:10; 46:5; 49:29, por lo que da la sensación de ser una expresión típica del profeta. Pero algunos de los comentaristas de mayor prestigio, como es el caso de FRANZ DELIZTSCH [1813-1890] en el siglo XIX; o como LUIS ALONSO SCHÖKEL [1920-1998] en el siglo XX coinciden en que esta afirmación carece de base porque el resto del salmo denota un estilo antiquísimo, por tanto, lo más probable es que fuera Jeremías quien citaba expresiones del Salmo 31, bien conocido en su época. DELITZSCH concluye de manera definitiva que el autor es David; y SCHÖKEL considera que el Salmo cuadra mejor con David que con Jeremías y aunque no va tan lejos como admitir que David sea su autor concluye que el poema tiene un «claro sabor davídico o dinástico».
5 Este Salmo bien merece el calificativo de SALMO DE LOS MÁRTIRES puesto que ha sido de inspiración y aliento a lo largo de la historia a centenares que han dado la vida por su Señor y que inspirados por su ejemplo exhalaron como Esteban, el primer mártir (Hechos 7:59-60), su postrer aliento encomendando su espíritu al Padre con las palabras del versículo cinco de este Salmo en sus labios. Comenzando por POLICARPO DE ESMIRNA [70-155] y siguiendo con una lista interminable, incluyendo los nombres de grandes reformadores como JUAN HUSS [1369-1414], MARTÍN LUTERO [1483-1546], o JOHN KNOX [1513-1572], aunque estos dos últimos no fueran mártires. GIROLAMO SAVONAROLA [1452-1498] acusado de herejía y apresado por la Inquisición, antes de ser públicamente estrangulado y quemado en la hoguera en la Piazza della Signoria de Florencia, para lograr que confesara crímenes que no había cometido se le sometió a torturas que le dislocaron el brazo izquierdo, evitando intencionadamente dislocarle el derecho a fin de que pudiera firmar su confesión. Pero él aprovecho el brazo derecho para trabajar en su mazmorra escribiendo “Meditationes” a diversos salmos, entre ellos el Salmo 31. DANTE ALIGHIERI [1256-1321], en su obra La Divina Comedia, en el Canto XXX de “El Purgatorio” tras los reproches de Beatriz al poeta, pone el Salmo 31:1-9 en boca de los ángeles: «Ella calló, y al punto los ángeles cantaron con divinos sones: “En ti, oh Señor he puesto mi esperanza…”, pero del “pusiste mis pies