1 En 41:35-37 y 49, José recomienda medidas para el almacenamiento del grano.
1 El nombre de Efraín significa fructífero (41:52).
1 En toda la tierra de Egipto había pan (41:54).
1 José es el encargado de la venta del grano (41:55-57).
1 Jacob se entera de que hay “grano” en Egipto (42:1-2).
1 Los hermanos bajan en busca de grano (42:3).
1 José manda llenar sus sacos de grano (42:25).
1 Los hermanos cargan el trigo (42:26).
1 Les falta otra vez el trigo (43:2).
Y, naturalmente, podríamos alargar mucho más esta lista con todas las referencias a las gestiones de José como administrador de los graneros de Egipto.
Como acabamos de decir, los hijos de Jacob eran pastores, no agricultores. Por tanto, el presente sueño parece “fuera de contexto”. ¿Por qué no soñó José con que las ovejas de sus hermanos se postraban ante el cordero de José? Desde luego, el contenido del sueño se ajusta mejor al ambiente de Egipto, casi como si Dios ya anunciara que el cumplimiento del sueño iba a tener lugar en aquel país.
Y le dijeron sus hermanos: ¿Acaso pretendes reinar sobre nosotros, o te enseñorearás tú de nosotros? Y lo odiaban aún más a causa de sus sueños y de sus palabras (37:8).
El relato del sueño por parte de José puede no haberse debido más que a la ingenuidad impulsiva de un adolescente, pero los hermanos lo toman a mal. José se lo cuenta como si preguntara inocentemente: ¿Qué pensáis vosotros que esto puede significar?, pero los hermanos dan por sentado que él sabe perfectamente lo que significa y que se lo ha contado con mala intención, para exasperarlos y provocarlos a celos con pretensiones de soberbia y señorío.
Por supuesto, no quieren de ninguna manera que su hermano menor ejerza autoridad sobre ellos, que nos recuerdan enseguida lo que dijeron los hombres de la parábola contada por Jesús en Lucas 19:14 y 27: No deseamos que este llegue a reinar sobre nosotros. El heredero es rechazado (cf. Mateo 21:33-39). Los hermanos reaccionan con indignación ante la sola idea de tener que subordinarse a José: ¿Reinarás tú, que eres uno, sobre nosotros, que somos muchos? ¿Tú, el más joven, sobre nosotros, los mayores?21 Quizás esta sea una reacción natural, pero es una que se oponía a la clara revelación de Dios y a sus propósitos en la salvación. ¡Todo un ejemplo de qué atrevido es resistir a las autoridades puestas por Dios (Romanos 13:1-2)!
La resistencia y el rechazo van dando su fruto: la primera reacción primaria de los hermanos hace crecer el espíritu de envidia y aborrecimiento: lo odiaron aún más por causa de sus sueños; y este espíritu, a su vez, engendrará violencia en el futuro inmediato.
Y soñó otro sueño y lo refirió a sus hermanos, y dijo: Mirad, he soñado otro sueño, y he aquí el sol, la luna y once estrellas se postraban ante mí (37:9).
En aquel entonces, se sobreentendía que la repetición de un sueño concedía claridad y firmeza a su mensaje. De ahí el entusiasmo de José al contarlo a sus hermanos aun después de haber visto su reacción de disgusto en la primera ocasión. En cualquier caso, contárselo esta segunda vez demuestra ingenuidad. Es posible que la reacción negativa de los hermanos ante el primer sueño lo llevara a contárselo también en presencia de Jacob en esta segunda ocasión. Pero esta decisión muestra una ingenuidad aún mayor. En cada caso, la impresión que recibimos es que el sueño fue tan real y poderoso que su impacto pesó sobre José más que cualquier consideración de prudencia.
El significado del segundo sueño es igualmente claro. Además, Jacob lo interpretará para nosotros (37:10), lo mismo que hicieron los hermanos en el caso del primer sueño (37:8): Jacob es el sol, y los once hermanos, las estrellas.
Y su padre lo reprendió, y le dijo: ¿Qué sueño es este que soñaste? ¿Acaso yo, tu madre y tus hermanos llegaremos a postrarnos en tierra ante ti? (37:10).
Va aumentando la extensión del rechazo de José. Al principio, parece que le tenían manía solamente los cuatro hijos de las concubinas (37:2). Luego, la animosidad se extiende a todos los hermanos (37:4). Ahora, su propio padre tiene que reprocharle. Para Jacob, el sueño parecía atentar contra sus derechos como cabeza de la familia. No pudo saber que iba a cumplirse en el contexto de la autoridad política de José en Egipto y que nunca iba a ser vulnerada su autoridad como patriarca del clan.22 ¡Pero, pobre José! Ya ha quedado mal con toda su familia.
También debe observarse que se iba a cumplir el orden de los dos sueños: primero, los hermanos iban a postrarse delante de él; luego, ellos juntamente con Jacob iban a estar bajo su autoridad en Egipto.
¿Pero cómo debemos entender la referencia a la “madre” de José? ¿Acaso piensa Jacob que Raquel visitará a José desde la tumba? ¿O es que Jacob se refiere a Lea?12 ¿O acaso se ha casado Jacob con otra mujer? En realidad, poco nos importa a nosotros, porque el hecho es que las Escrituras no dicen que ni Jacob ni su esposa se hayan postrado nunca ante José. ¿Cuándo, pues, se cumplió esta profecía?
Podemos conjeturar que la “postración” implícita en el sueño no es tanto física y literal como una cuestión de reconocer la autoridad de José. Esto lo hizo Jacob cuando bajó a Egipto reclamado por aquel que había supuesto era el primer ministro del país. O podemos suponer que esta parte de la profecía no iba a tener su cumplimiento en José mismo, sino en aquel de quien José es el anticipo: el Señor Jesucristo, ante quien se doblará toda rodilla, incluidas las de Jacob y Raquel, y toda lengua confesará que él es Señor (Filipenses 2:10-11).
Y sus hermanos le tenían envidia, pero su padre meditaba en el asunto (37:11).
¿Cuál tendría que haber sido la reacción de los hermanos? A pesar de que las palabras de José parecían una provocación, ¿qué les había hecho él a ellos? Nada. Su único “delito” era ser el preferido de Jacob. Al sentir envidia por eso, los hermanos son culpables, porque evidencian no mostrar respeto a la autoridad paterna de Jacob.
Sin embargo, esta falta de respeto a Jacob no es lo más grave del asunto. Tampoco están mostrando respeto a Dios. En aquel entonces, las visiones eran consideradas muy importantes al entenderse como un medio por el cual Dios hablaba al hombre. En vez de tomar el sueño de José como una revelación potencialmente sagrada, los hermanos lo utilizan para fomentar su envidia. Con ello, hacen agravio no solamente al que recibió el sueño, José, sino también al que se lo dio, Dios. Porque, bien entendido, el principal protagonista de estas historias es Dios, no José o Jacob: el Señor es quien dio los sueños y quien está guiando la vida de José.23 Como mínimo, la reacción de los hermanos tendría que haber sido la de su padre: meditar en el asunto.
La reacción de Jacob fue sensata y humilde. A pesar de que el relato del sueño de José podía parecer una provocación y merecer una reprensión (37:10), Jacob meditaba en él (37:11). En esto, Jacob se parece a la madre de Jesús, pues ella también “guardaba” en su corazón lo que había escuchado, aun sin entenderlo (Lucas 2:19, 51). ¿Acaso recordaba Jacob que Dios le había hablado a él también por medio de sueños en Bet-El (28:12-16)? Sería un poco temerario, por tanto, rechazar de lleno esta nueva comunicación divina. Además, tiene que haber entendido que estos sueños solamente venían a confirmar lo que él mismo había comunicado al vestir a José en la túnica especial: que José estaba destinado a una posición social por encima de sus hermanos.24
En realidad, solamente hay dos reacciones posibles ante la revelación de Dios: la meditación seria sobre el mensaje recibido o la descalificación del mensajero. Los hermanos siguieron el camino de la incredulidad; Jacob el de la fe.25 ¿Y nosotros? No perdamos la lección. Que percibamos en el mal ejemplo de los hermanos una advertencia en el sentido de que es fácil perder de vista el mensaje de Dios a causa de las interferencias de nuestras