Pocas cosas exasperan tanto a un niño como las inconsecuencias de sus padres. Pobre del caballo montado por alguien que le da órdenes confusas, hundiéndole las espuelas a los lados y reteniéndolo con las riendas al mismo tiempo. Pero más pena da del niño al que un padre caprichoso le cambia las normas todo el tiempo y que está siempre irritado por los mensajes contradictorios que recibe.
Usted puede perdonarse a sí mismo diciendo: “¡Estoy demasiado ocupado... No soy una persona organizada ... Es que reacciono sin pensar!” Pero sus hijos no se lo perdonarán.
Sea consecuente: ¡Jamás haga a sus hijos promesas que no piensa cumplir! ¿Recuerda algo que nunca cumplió? ¿Aquel paseo a caballo? ¿Ir a la heladería o al estadio de béisbol? Usted puede haberlo olvidado, pero tiene a un niñito que lo seguirá recordando aun después de transcurridos ochenta años.
El favoritismo
Uno de los pecados más irritantes y condenables que puede cometer un padre contra sus hijos es el favoritismo.Y digo esto a pesar de ser el último en recomendar un trato indiscriminado para todos los hijos. Hay hijos que necesitan más disciplina, y otros que necesitan más independencia. Algunos necesitan más que otros que se les diga lo que tienen que hacer. Algunos necesitan de más demostraciones de afecto que otros. Pero ningún hijo debe ser tratado mejor que otro.
El favoritismo fue el odioso pecado de Isaac, quien prefirió a Esaú por sobre Jacob. Irónicamente, el favoritismo fue también el abominable pecado de Jacob, quien prefirió a José por sobre sus demás hijos. ¡De tales padres que muestran favoritismo, tales hijos despreciados! ¡Qué humillante para un hijo saberse menos preferido, menos amado!
El gran “no” de la paternidad es: “No provoquen a ira a sus hijos.” La vida nos enseña que los “no” que se derivan de eso son los siguientes:
• No sean criticones.
• No sean demasiado estrictos.
• No sean irritables.
• No sean inconsecuentes.
• No muestren favoritismo.
LOS “SÍ” DE LA PATERNIDAD
Al “no” de la paternidad le sigue un “sí”: “...sino criadlos en la disciplina y amonestación del Señor”; el cual, bien entendido, exige tres “sí”: ternura, disciplina y enseñanza.
La ternura
Las palabra “criadlos” significa “nutrir o alimentar”, como en Efesios 5:29, que contiene las mismas palabras griegas de cómo sustenta y cuida el hombre su propio cuerpo. Calvino traduce “criadlos” como “amadlos generosamente” y recalca que la idea de conjunto es que hablemos a nuestros hijos con amabilidad y simpatía. 5
Cuando era un adolescente, el padre de mi mejor amigo era todo un hombre. Había servido durante treinta y dos años en la Guardia Costera como suboficial ayudante de contramaestre. Era un hombretón, y en su juventud se había enfrentado en boxeo a Joe Luis. Los oficiales se adelantaban a saludarlo cuando lo veían en la calle. Podía a veces ser rudo y revoltoso, ¿pero saben cómo llamaba a su hijo, que pesaba ciento veinte kilos? “David querido.”Yo era para él “Kent querido”, y que me llamara así no me preocupaba en absoluto. En realidad, me hacía sentir muy bien. Él no era de los que creía que “los hombres machos no muestran afecto”. En realidad, todavía besa a su hijo adulto, que también es todo un hombre.
Los padres debemos ser tiernos. Los hombres nunca son tan varoniles como cuando son tiernos con sus hijos, ya sea sosteniendo a un bebé en sus brazos, mostrándole amor a su muchacho aún en edad escolar, o abrazando a sus hijos adolescentes o adultos.
He aquí una afirmación del filósofo cristiano Elton Trueblood, que amplifica el principio:
Todo niño necesita saber que su padre y su madre se aman, independientemente de su relación con él. Es responsabilidad del padre hacer que su hijo sepa que él está profundamente enamorado de la madre del niño. No hay ninguna razón valedera para que las demostraciones de afecto se oculten o se hagan en secreto. ¡El niño que crece sabiendo que sus padres se aman tendrá una magnífica base para su propia estabilidad!6
La ternura - tanto verbal como física - resulta natural para todo padre que somete a la Palabra de Dios. ¿Estamos dando la talla en esto?
La disciplina
Luego está la “disciplina”. Esta es una palabra fuerte que significa “disciplina, aun mediante el castigo”. Pilato utilizó la misma palabra cuando refiriéndose a Jesús dijo: “Le soltaré, pues, después de castigarle” (Lucas 23:16). La disciplina incluye, por supuesto, el castigo físico, de ser necesario. Significa que abarca todo lo necesario para ayudar a “instruir al niño en su camino” (Proverbios 22:6).
La tragedia es que son tantos los hombres que han dejado esta responsabilidad a la madre de sus hijos, y esto no sólo es una injusticia para con la madre, sino que además priva al niño de la seguridad y de la dignidad que surge de haber sido disciplinado por el padre.7 ¿Deja usted la disciplina de sus hijos a su esposa? Si es así, eso constituye una lamentable violación de su responsabilidad familiar. ¡Usted no está obedeciendo la Palabra de Dios!
La enseñanza
Por último está la enseñanza o “amonestación”. Esto significa enseñanza verbal o exhortación verbal. La palabra “amonestar” significa literalmente “colocar ante la mente”. Esto, por lo general, significa confrontar y tiene que ver, por tanto, con el punto anterior de la disciplina. Esta es precisamente la razón por la cual el sacerdote Elí fracasó tan aparatosamente como padre en la educación de sus hijos. 1 Samuel 3:11-13 nos dice:
Y Jehová dijo a Samuel: He aquí haré yo una cosa en Israel, que a quien la oyere le retiñirán ambos oídos. Y aquel día yo cumpliré contra Elí todas las cosas que he dicho sobre su casa, desde el principio hasta el fin.Y le mostraré que yo juzgaré su casa para siempre por la iniquidad que él sabe; porque sus hijos han blasfemado a Dios, y él no los ha estorbado.
La palabra griega “estorbar”, de la Septuaginta (versión griega del Antiguo Testamento), tiene la misma raíz de la palabra “amonestación” de Efesios 6:4. Elí no se enfrentó a sus hijos, ni los amonestó por su pecado, y por eso fueron destruidos.
La amonestación clara y directa es necesaria para una buena educación. Si hemos de confesar de plano nuestra responsabilidad como padres, debemos:
• Participar verbalmente en la enseñanza de nuestros hijos.
• Hacer que participen regularmente en el culto familiar y que oren.
• Estar pendientes y responsabilizarnos junto con nuestra esposa en cuanto a todo lo que entre en su mente impresionable.
• Responsabilizarnos de ayudar a que su participación en la iglesia sea una experiencia significativa.
• Sobre todo, asegurarnos de que el libro abierto de nuestra vida - nuestro testimonio - muestre la realidad de nuestra enseñanza, pues lo que vean en nosotros será su mejor enseñanza.
En las postrimerías de su vida, a los ochenta y un años de edad, a Evangeline Booth, que todavía se desempeñaba como general del Ejército de Salvación, le preguntaron cuándo quiso por primera vez ser parte del Ejército de Salvación:
—Desde muy joven —respondió—-. Veía todo el tiempo a mis padres (fundadores del Ejército de Salvación) trabajando para la gente y llevando sus cargas, día y noche. Ellos no tuvieron que decirme ni una palabra en qué consistía el cristianismo.’
Los “sí” de la paternidad -ternura, disciplina y enseñanza - exigen algo muy grande, como cierto médico muy ocupado comprobó. Este hombre se sentaba a la mesa con su familia, se encargaba de todos los gastos de la casa y decía lo que se debía hacer, pero sin realmente prestar atención a los problemas de la familia. Una tarde, mientras preparaba un artículo para una prestigiosa