Escultura Barroca española. Nuevas lecturas desde los Siglos de Oro a la sociedad del conocimiento. Antonio Rafael Fernández Paradas. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Antonio Rafael Fernández Paradas
Издательство: Bookwire
Серия: Escultura Barroca Española. Nuevas Lecturas Desde Los Siglos De Oro A La Sociedad Del Conocimiento
Жанр произведения: Документальная литература
Год издания: 0
isbn: 9788416848003
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de las obras. Los temas eminentemente narrativos y episódicos de influencia goticista, en donde la imagen no se deprende del retablo, van derivando hacia una nueva temática en donde la imagen aislada adquiere protagonismo, desarrollando toda su valoración plástica y expresiva, de lo cultual a lo devocional[26]. Se prodiga el culto a la Virgen Inmaculada, dogma de fe para los españoles mucho antes de ser proclamado en 1854. Se independiza la imagen de la Virgen de los Dolores, Dolorosa o Soledad; Cristo incrementa la temática con temas de la Flagelación o Eccehomo. Decae el culto a los santos mártires y apóstoles, aunque persiste el culto a los santos Juanes iniciado por los Reyes Católicos, y se produce un auge de los ascetas y místicos santos franciscanos, la Magdalena, etc. Todo ello, exaltando unas devociones más sentimentales que razonables, como medida de lucha contra el protestantismo. Tanto en Castilla como en Andalucía se produce un apogeo de la Semana Santa como máxima representación de la gran tragedia cristiana, acercando los misterios a la vida cotidiana, llenando de misticismo y espiritualidad la representación escultórica, siendo el tema, más que una simple anécdota artística, el reflejo de una realidad espiritual. Su fuente de inspiración fueron los designios de la Contrarreforma, que propone la inspiración en modelos del natural, es decir, basándose en la realidad sin estridencias, pero de honda espiritualización, consiguiendo alcanzar las mayores cotas de realismo que permiten transmitir el mensaje cristiano y dotar a la escultura de alma y sentimiento. La escuela andaluza transmite su espiritualidad a través de las imágenes bellas, en contraposición a la escuela castellana, que no duda en representarla mediante la crudeza, mostrando un patetismo evidente.

      La policromía contrarreformista (1580 a 1675), pintura del natural o de la cosa viva, es el reflejo de los nuevos preceptos dogmáticos que influyen en el cambio de moral experimentado durante el siglo XVII. Si en la concepción escultórica supuso un paulatino abandono de los testimonios renacentistas, en la policromía el cambio más sustancial se produjo en la sustitución del repertorio ornamental fantástico por uno de corte más natural. Es decir, se sustituyeron los grutescos y fantasía por rameados o dinámicos tallos vegetales con tendencia a la reducción y depuración del repertorio decorativo, que a modo de candelieri, y en sustitución de los grutescos, se usa como motivo articulador y vertebrador de la composición ornamental, aunque aún sobre imágenes de carácter romanista en su concepción volumétrica en sus inicios, como en el retablo de la Asunción de Astorga en 1569, ejecutado por Gaspar de Hoyos y Bartolomé Hernández, y sobre obras realistas propiamente dichas, posteriormente.

      Fig. 3. Cristo Yacente “Descendimiento”, Pablo de Rojas.

      Fig. 4. (izda.) Inmaculada. Alonso Cano. Catedral de Granada.

      Fig. 5. (dcha.) Dolorosa atribuida a Fernando Ortiz, mediados del siglo XVIII.

      El siglo XVIII supuso una continuación de las tradiciones polícromas anteriores. Destacan las policromías sobrias de tonos planos, pardos, blancos, decorados solamente por las cenefas doradas mate con motivos vegetales, con resalte de sombreados a pincel, como en las obras de Juan Pascual de Mena y algunas de Salzillo. En Andalucía, se continúa con las técnicas y motivos traídos de la centuria anterior, pero adaptándose a las modas difundidas por el comercio de tejidos. Es un siglo de modificaciones en donde se buscan soluciones polícromas, procurando el efecto ilusorio, especialmente en la escuela sevillana, con la implantación de nuevas técnicas que luego se difundirán por toda la región con los maestros Pedro Duque de Cornejo o José Risueño en Granada. Destaca el deseo de teatralidad y vivacidad de las policromías cuya muestra culmen es el templo jesuítico de San Luis de los Franceses.

      En el primer tercio del siglo XVIII, predomina una encarnación mixta, combinando una primera mano a pulimento, que le confiere consistencia y perdurabilidad, y una segunda, mate, que se asemeja más a un modelo del natural. En este periodo se utilizan frecuentemente los ojos de cristal en las imágenes para dotarlas de mayor verismo (Fig. 6).

      Entre 1730 y 1760, se introdujo en la corte francesa, el estilo rococó, el gusto por las porcelanas chinas con su variado colorido y técnicas refinadas. A través de ella, y desde la corte de Madrid, la influencia por lo oriental se hace eco en España, y es así como tendrá lugar el periodo denominado estilo rococó o chinesco (c.1735-1775). Cromáticamente se decantan por los colores pastel, abundando los rosas, verdes, azules, amarillos, anaranjados y violáceos combinados con blanco. El motivo por excelencia es la rocalla, combinándola con guirnaldas, ramilletes de flores o primaveras, que se ejecutan a punta de pincel sobre fondos planos monocromos o esgrafiados, resaltando los motivos cincelados. También se usan colores planos más intensos como bermellón, azul o verde oscuro, generalmente lisos, cubriendo indumentarias rematadas por cenefas doradas y grabadas a bajo relieve; con decoración incisa en el aparejo y ornamentaciones geométricas y vegetal en resalte, y se juega con la yuxtaposición del oro mate y el brillante, buscando el contraste entre claros y oscuros, entre tonos fríos y cálidos. Se usan las veladuras en forma de corlas sobre oro y plata pulidas (Fig. 7).

      Fig. 6. (izda.) “Santo