El profesor Echeverría Goñi hace referencia a la dificultad que entraña plantear una evolución estilística en la policromía de la escultura barroca española. En sus propias palabras: “todo intento de trazar una evolución de la policromía en España en los siglos modernos plantea una serie de problemas derivados del carácter artístico-artesanal de este oficio. Ante nuestros ojos se presenta un complejo panorama en el que tienen cabida las grandes diferencias geográficas y aun regionales, entre talleres y artistas, así como la pluralidad de técnicas. No podía ser de otra forma en una actividad basada en la transmisión oral de los secretos del oficio, con perduraciones que ignoran los estilos artísticos y dependen más de la longevidad de los maestros, la vigencia de los clanes y la perpetuación de técnicas tradicionales.” [24] A todo ello se le suma la dificultad que entraña reconocer e interpretar la variedad de policromías que pueden recubrir una obra, muestra de la historia material de la misma. A menudo, propiciadas por readaptaciones estéticas que se adapten a nuevos modelos estilísticos imperantes en etapas posteriores a su creación primigenia, o por motivos meramente conservativos. Es difícil hallar una escultura de cierta antigüedad sin intervenir, tanto a nivel de soporte (estructura y talla) como a nivel polícromo. Dependiendo de la funcionalidad de la obra, estas intervenciones serán de mayor o menor alcance y complejidad. A título de ejemplo, es más frecuente encontrar intervenciones en una obra procesional o devocional, frente a una escultura inserta en una hornacina de un retablo, máxime si su accesibilidad es dificultosa.
En este intento por bosquejar la evolución acontecida en la policromía española entre los siglos XVI al XVIII, y caracterizar las técnicas y ornamentación que distinguen los distintos estilos predominantes, se han clasificado en torno a las propuestas planteadas por los investigadores Echeverría Goñi, en Navarra, y Vélez Chaurri y Bartolomé García, en Álava. Estos definen los siguientes periodos polícromos: hispano flamenco (1500-1530), manierismo fantástico (1555-1575), contrarreforma (1580-1675), barroco o luces y sombras (1675-1735) y rococó o chinesco (1735-1775). Para interpretar la evolución de la policromía barroca, es necesario conocer sus antecedentes, asentados desde el siglo XVI, para culminar en la posterior centuria con un notorio arte de corte naturalista, continuando en el siguiente siglo con influencias procedentes del arte oriental, y conviviendo con los primeros pasos del neoclasicismo.
4.POLICROMÍA BARROCA Y SUS ANTECEDENTES
El siglo XVI supone para España un momento de auge político y cultural, en donde se abre al influjo de todo lo exterior, sin abandonar su propia cultura. La España imperialista creada por los Reyes Católicos adolecía de ausencia de grandes maestros, centros artísticos y escuelas competitivas con respecto a la calidad del producto brabanzón[25], iniciándose un intenso comercio artístico ente ambos territorios por mar. La moda por todo lo flamenco, de influencia gótica en una primera oleada de inmigración nórdica, atraída por el auge constructivo de templos religiosos, arraiga fuertemente en España desde el siglo XV. En la siguiente centuria, se produjo una segunda oleada de escultores nórdicos, que contribuyó a la introducción del estilo renacentista de origen italiano.
A finales del siglo XV, las relaciones entre Italia y España propician la italianización de las altas esferas sociales. Pero, las formas de estilo renacentista llegan al público en general, mediante los artistas nórdicos, conocedores de la grandeza y conquistas italianas en torno a la perspectiva, espacio y movimiento del cuerpo humano. Maestros como Arnao de Bruselas transmiten a sus esculturas un nuevo concepto de movimiento y expresividad, dejando atrás las formas y volúmenes de los cuerpos humanos góticos. Sin embargo, este cambio no se introdujo con tanta urgencia en la policromía, que permaneció bajo la influencia gótica de traza flamenca durante las tres primeras décadas del siglo XVI (1500-1525-30), dando lugar a la denominada policromía hispano-flamenca.
La policromía hispano-flamenca (1500 a 1525-30), incorporada a obras escultóricas todavía de estilo goticistas, se fundamenta en el bicromatismo oro-color a base de motivos geométricos. Los ropajes dorados se alternan con los policromados en un mismo personaje. Las vestimentas doradas se realizan con la técnica de dorado al agua y bruñido de la superficie, reflectando todo el brillo de que es capaz sin matices, ya que se mantienen sin ningún otro adorno. Los atuendos policromados se presentan decorados con motivos geométricos esgrafiados, permitiendo transflorar el brillo subyacente del propio dorado pulido. La técnica del esgrafiado en este periodo se destina tanto a la decoración de los fondos de la estofas como de los motivos decorativos. La gama cromática es limitada al negro, azul oscuro, rojo o verde. Las formas ornamentales se centran en motivos geométricos, a modo de roleos y motivos florales insertos en círculos, rombos o bandas. Las carnaciones generalmente se hacen mates al aceite. En general, en esta tipología de policromías el predominio del brillo del oro inunda las figuras, haciéndolas especialmente sugerentes por las amplias zonas de reflexión áureas. Las áreas policromadas ornamentadas con esgrafiados, que también reflectan brillo, muestran superficies muy planas en donde el volumen viene dado por la forma de la escultura, a diferencia de los efectos volumétricos provocados por los estofados a pincel.
A medida que avanza el siglo XVI, las formas volumétricas de corte romanista van sucediendo a las goticistas. Mediante contrapostos violentos buscan el movimiento, transmitiendo fuerza, expresión y vida a través de la anatomía humana. Este nuevo estilo romano o renacentista también se introduce gradualmente en las policromías de las esculturas y retablos. Se sustituyen las brillantes túnicas y mantos dorados, ausentes de ornamentación, por policromías de mayor gama cromática y tonos más vivos. Los motivos geométricos repetitivos dejan paso a otros más dinámicos y vivos, donde el grutesco es el elemento vertebrador de la composición por excelencia. La primacía de la técnica del estofado esgrafiado en el periodo anterior es compartida ahora con los estofados a pincel, generando unas ornamentaciones con nuevos efectos de volumen y movimiento, en donde el brillo del oro se reduce con respecto a la etapa anterior. Durante este periodo predominan las encarnaciones pulidas, poco naturales, que tanto denostará Pacheco en el periodo realista.
Entre 1530 y 1575 se han establecido dos periodos estilísticos; el primer renacimiento o protorrenacimiento (1530 a 1555) y el manierismo fantástico o pintura del romano, (1555 a 1575). La diferencia entre ambos radica en que en el primer renacimiento, la policromía aún sigue anclada en la tradición del bicromatismo hispano-flamenco, manteniendo la técnica del esgrafiado como proceso técnico casi exclusivamente. Se introducen los nuevos motivos decorativos de corte romanista, como el grutesco, combinándose con otros de base gótica, roleos y motivos geométricos, mientras que durante el estilo denominado manierismo fantástico o pintura del romano, tanto los volúmenes como las policromías son plenamente romanistas. Se impone la técnica a punta de pincel para recrear la ornamentación de las indumentarias, a menudo combinada con los clásicos esgrafiados. Los motivos decorativos de las esculturas de bulto, y especialmente los campos lisos de retablos, se inundan de dinamismo y fantasía con los nuevos motivos: tipo cartelas correiformes, telas colgantes, medias figuras aladas, máscaras, seres metamórficos, dragones, caballos, aves fabulosas, clasificados como bizarrías o monstruos, predominando los motivos grutescos. Todo ello rememora las decoraciones de estuco del palacio de Fontainebleau y las estancias loggias del Vaticano o el palacio de Té de Mantua. (Fig. 2.)
Fig. 2. Detalle del Retablo Mayor de San Jerónimo, Granada.
En los territorios españoles, el siglo XVII se identifica como un periodo de crisis económica, social y política en contraposición con el florecimiento de las artes, y, especialmente, de la escultura policromada. Su desarrollo se ve fuertemente programado por las indicaciones que emanan del Concilio de Trento (1545-1563), en donde se impone un arte que se fije mas en lo natural y no tanto en la invención o artificio, que mire