La intervención en Trabajo Social. Viviana Verbauwede. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Viviana Verbauwede
Издательство: Bookwire
Серия: La Universidad Pública publica
Жанр произведения: Документальная литература
Год издания: 0
isbn: 9789874948632
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prácticas: profesional y docente. La primera me posibilita aquello tan ansiado: el contacto con el otro, el “probarme” hasta donde llegaba, con quienes aliarse, qué propuestas era capaz de generar. El trabajo en el municipio es de una riqueza impresionante, todo tiene que ver con todo y la mayoría de los problemas “caían” en el Área Acción Social. El aprendizaje fue enorme, las sensaciones y emociones muy profundas, siempre a “flor de piel”. Podría estar horas y horas haciendo relatos de los distintos “personajes” que pude conocer y con los cuales pudimos trabajar. Las dos experiencias principales en el mismo, se relacionan con el “hábitat y la vivienda” −a través de un programa de construcción de viviendas por sistema de ayuda mutua y/o esfuerzo propio−; casi 200 ranchos de paja, madera y barro fueron reemplazados por espacios dignos; a la vez que construíamos muebles para las nuevas casas, juegos para la plaza, veredas conectoras entre calles; algunos concurrían al centro alfabetizador de adultos, otros a los talleres de oficio. “En el medio” no faltaban los encuentros con mate, tortas fritas; largas charlas formales e informales acerca de la vida, de cómo pensarse en sus nuevos “lugares”. No me olvido la alegría que implicaba la llegada del día de la “fogata” en que se quemaba la paja. Proceso de casi tres años de trabajo familiar/grupal/comunitario.

      La otra tiene que ver con mi primer acercamiento a la temática “Vejez”, ante la demanda de tres viejos que un día aparecieron en el municipio a solicitar apoyo al Intendente para formar el centro de jubilados nacionales. Este fue uno de los principales puntos de inflexión en mi trayectoria personal/profesional, ya que hasta hoy sigo ligada a la misma. Junto a otros compañeros municipales (algunos empleados no profesionales) generamos una movida muy fuerte en torno a la creación del Centro, a la construcción de un Hogar municipal para ancianos, a la conformación de una Asociación civil y al apoyo domiciliario. Política, proyectos que involucraban debates, definición de criterios, acciones para generar recursos, y acá también “en el medio”, como no podía ser de otra manera, espacios para compartir la música, el baile, los cuentos y anécdotas de viejos y viejas.

      Siempre, en ambas experiencias, la primacía de los afectos y el agradecimiento a tantos y tantos, a los compañeros de equipo, sobre todo a quienes cuyas situaciones de vida muy duras, de sufrimiento, de dolor, de postración, de abandono, de miseria, nos impulsan a rearmarnos para seguir luchando.

      Conjuntamente, el espacio de la Facultad y la Universidad: docencia, conducción, co-gobierno, extensión e investigación, iba también impregnando mi vida personal y profesional en tanto aprendizajes y enseñanzas, que me han permitido tener una visión más abarcativa, compleja y más profunda del Trabajo Social y específicamente de la enseñanza de la Intervención Profesional. No puedo dejar de valorar también la riqueza y apropiación de mi militancia en FAUATS (Federación Argentina de Unidades Académicas de Trabajo Social) y ALAETS (Asociación Latinoamericana de Escuelas de Trabajo Social); el cursado de la Maestría en Trabajo Social y de la Especialización en Gerontología.

      Se hace difícil expresar en una especie de síntesis, casi 30 años de procesos construidos, vividos con distintas intensidades, con sentimientos encontrados; con tanta pasión puesta en el oficio y en la tarea; con dudas y certezas en este océano de “incertidumbres e inseguridades” en el que pelean su lugar la esperanza y la utopía; el ideario de igualdad y justicia; de emancipación y autodeterminación. Tanto compromiso a la vez porque estamos en la universidad pública y frente a estudiantes, lo que nos exige tener algunas respuestas, y en definitiva, porque entre nosotros están “los otros” de nuestra Intervención Profesional. Casi seguro que a todos, en muchos momentos, nos paraliza el hecho de “enfrentar” a los estudiantes en clase, en talleres, en jornadas de trabajo. Qué decirles, qué mensaje expresar, cómo hacer para que los idearios no se derrumben, la utopía no muera, la esperanza siga en pie, la primavera no se detenga. Sobre todo en el trabajo docente con las últimas generaciones de jóvenes, ante cambios muy profundos, de valores, de lógicas, de sentidos. La apuesta es avanzar con la palabra y la acción, en el intento de aproximarnos a la coherencia; con el testimonio, convencidos de que aún es posible proponer, cambiar, innovar, sumar, multiplicar, transformar, siguiendo a Paulo Freire en su última “Pedagogía de la Autonomía” (1997).

      Cuestiones ligadas a la Identidad profesional: tener referentes para caminar; construir herederos para continuar

      Sin dudas el tema de la identidad profesional constituye uno de los debates históricos de Trabajo Social, lo que nos remite a los “hacedores” de la profesión, a “nuestros clásicos”, esos que tanto nos cuesta “buscar/encontrar/reconocer”; a los proyectos profesionales en disputa. Siempre me he preguntado por qué razones en Trabajo Social no pasa lo que en otras disciplinas, en relación a esto. ¿Será que las competencias son más fuertes?, ¿Será que la estima por el oficio y por nuestros pares no alcanza ? y no puedo dejar de relacionarlo con nuestra participación activa en los diferentes espacios colectivos de la categoría profesional, sobre todo en el Colegio. Cuántas veces en casi treinta años de vida institucional nos ha costado conformar un consejo directivo, que exprese los intereses y necesidades de la mayoría de los colegas; que pueda generar acciones en defensa del espacio profesional; que aporte a la visibilización y construcción de problemáticas sociales, su incorporación a la agenda; al diseño de políticas.

      La base de la identidad es la relación entre lo “uno” y el “otro”, lo que se “es” y lo que “no se es”, entre la mismidad y la otredad. Los grupos se identifican y se diferencian. La identidad es un proceso, una representación (simbólica con base material) a través de la cual los sujetos se reconocen a sí mismos clasificando el mundo y ubicándose en él. Es un proceso de construcción dialéctica que implica movimiento. Se articula con el contexto societario (condiciones de vida, sociales, experiencias, posibilidades, ventajas). Presenta características autoconstruidas y características atribuidas, cómo nos vemos puede coincidir con la visión externa de esos otros que nos reconocen a partir de algunos atributos. La identidad presenta marcas, huellas, rasgos, distinciones, que hacen posible este contraste; tiene límites (qué de lo otro no estamos dispuestos a incorporar); tiene funciones, siendo la cohesión la principal, la que tiende a fortalecer lo semejante. La identidad presenta una doble dimensión: de preservación y de recreación. De allí que conservemos y “cuidemos” rasgos, aspectos y que modifiquemos, cambiemos otros (Ana Quiroga - 1992).

      Entre todos construimos nuestra identidad personal, profesional, de un oficio, de un grupo, de un barrio, de una nación, en base a la relación sujeto/sociedad; todos somos responsables, aunque en diferentes grados. La innovación de las profesiones depende de sus generaciones futuras y por lo tanto las posibilidades del Trabajo Social dependen de cada uno de nuestros seguidores; dónde lleguen, cuáles límites se pondrán, marcarán la “cancha”; dependerá de sus propios sueños, de sus intereses, de sus ganas e impulsos. Es una responsabilidad individual y colectiva que podrá llevarlos hasta donde quieran y se comprometan a llegar y para lo que se hace necesario conocer las tradiciones, la historia, los problemas abordados y la manera de hacerlo. De allí, como expresaba anteriormente, la importancia de tener referentes y que a través de nuestra práctica profesional/docente, tenemos que poder crear herederos. Tarea que se fundamenta “…en el amor del hombre por sus hijos, por sus obras e ideas, por lo que siente el desafío de que ante lo generado, ahora es necesario criar, proteger, preservar, para trascender a través de ello; de allí la creación de herederos, no sólo biológicos, sino y fundamentalmente de herederos sociales. Crear herederos sociales: allí reside uno de nuestros mayores desafíos desde la condición humana, desde la potencialidad creativa como perpetuadora de la humanidad, a través de la transmisión de valores y de reafirmación de la autoestima, posibilitadora del traspaso, de la trascendencia (Leopoldo Salvarezza - 1998).

      Entonces:

      …la resignificación de la identidad es una manera de adentrarse en la responsabilidad de la herencia, ya que herederos son aquellos que precisamente, porque buscan respuesta a los desafíos del presente, se piensan y proyectan a partir de re-elaboraciones históricas que las vinculan indisolublemente, a las generaciones anteriores. (Teresa Matus - 2003).

      En su origen y en su historia; en su camino y trayectorias; en sus rostros, personajes y memoria; en sus espacios y con “su gente”, en sus organizaciones e instituciones,