Conócete a ti mismo. Bernardo Olivera. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Bernardo Olivera
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Сделай Сам
Год издания: 0
isbn: 9789874614582
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cuanto en el de bajada.

      Siendo la tradición una realidad viva, comunicada por vivientes, es una realidad siempre enriquecida. La auténtica fidelidad a la tradición va de la mano con la fecundidad creativa. De este modo, la tradición es cuna de neonatos y no sepulcro de vivientes.

      Queda ahora un amplio espacio para la consideratio, en el sentido más medieval y bernardiano del término; es decir: la reflexión intensa sobre la experiencia existencial concreta de sí mismo y de otros en relación, comenzando por la relación con Dios y concluyendo con ella. Y esta reflexión es asimismo una experiencia, pues se trata de un tipo de conocimiento integral que esclarece afectando y transformando nuestra persona.

      Muchas veces, la consideratio lleva a una cierta sabiduría o conocimiento de los efectos en sus propias causas, antes de que se manifiesten y sin necesidad de haberlos experimentado personalmente; algo semejante sucede con la experiencia empática que permite comulgar con la experiencia de quien está experienciando.

      De todo lo enunciado se desprende que la antropología que intento exponer es “confesional” y “abierta”. Confesional, pues presupone fe en el Dios Trinitario y confianza en el ser humano, varón y mujer, creados a Su imagen; la fe no se opone a la razón, la complementa, cuando es necesario, y se oculta cuando esta se basta por sí misma. Abierta, dado que se alimenta de diferentes fuentes, antiguas y modernas, sin pretender sistematizarlas ni decir una palabra conclusiva ni poner un punto final a la búsqueda de nuestro propio misterio.

      Si tratamos de identificar y darle un nombre más preciso a la visión del ser humano que intento comunicar, habrá que decir que es una “antropología relacional”, que puede además ser identificada de este modo:

      ~ En contexto teologal: antropología trinitaria.

      ~ En contexto eclesial: antropología comunional.

      ~ En contexto monástico: antropología cenobítica.

      ~ En contexto espiritual: antropología esponsal.

      ~ En contexto existencial: antropología personal.

      ~ En los cinco contextos conjuntamente: antropología del amor.

      Esta antropología relacional –trinitaria, comunional, cenobítica, esponsal y personal– nunca pierde de vista las siguientes verdades existenciales:

      ~ El ser humano existe como varón-mujer y no solo como varón; y esto no por emancipación femenina sino para recuperar la integralidad de la humanidad.

      ~ El espíritu humano solo se concibe y percibe en los confines de la materialidad, no somos espíritu y cuerpo sino espíritus encarnados y cuerpos espiritualizados.

      ~ Lo humano únicamente se descubre tal como existe en las coordenadas históricas de tiempos, lugares y culturas.

      ~ Al hablar del ser humano es importante lo esencial, simple y definido, pero más aún lo existencial, complejo e ilimitado.

      ~ El ser humano se caracteriza por ir más allá de sí mismo, solamente se lo comprende desde el interior de sí mismo y desde fuera de sí mismo.

      ~ La Trascendencia es la única respuesta plausible a la pregunta sobre el origen y el destino del ser humano; en Ella, además, vivimos, nos movemos y existimos.

      Y podemos todavía agregar estas tres afirmaciones de hondo alcance antropológico pues revolucionan toda concepción “androcéntrica” (centrada en el varón) del ser humano:

      ~ Dios Tri-Unidad es la clave última de interpretación del sentido del ser humano creado como mujer y varón.

      ~ Jesucristo, Verbo de Dios, hecho hombre, explica a los humanos qué es ser humano.

      ~ La mujer es más relacional que el varón, en consecuencia podemos tomarla como modelo de este tipo de antropología.

      La prioridad ontológica de “relación” en la teología cristiana del Dios Uni-Trinidad es fundamental para autocomprendernos y liberarnos de nuestro encierro egoísta a fin de vivir en mayor plenitud humana. La categoría de relación es asimismo propia de la Persona

      divina de la Palabra-Verbo (femenino-masculino) encarnado, y manifiesta además una fuerte afinidad con la forma que tienen las mujeres de experienciarse a sí mismas y con su modo de ser y existir en el mundo. La mujer, en efecto, existe y se vivencia más hondamente conectada y comunicada que el varón. Si ellas son más conjuntivas, nosotros somos más disyuntivos.

      La imagen humana más perfecta y cabal de relación es la creatura gestándose en el vientre de su madre. Ahora bien, la relación que Dios haciéndose humano establece con María de Nazaret es la relación más estrecha que jamás haya establecido con creatura alguna, es una relación de encarnación. No es raro, entonces, que haya sido considerada como representante y “arquetipo” de todo el género humano, varones y mujeres, en el orden de la elevación sobrenatural a la unión con Dios en Jesucristo.

      Una mujer, como acabamos de decirlo, es representante y arquetipo de todo el género humano respecto a la finalidad de nuestra existencia: la unión con Dios. Por eso, podemos afirmar que lo femenino es símbolo de todo lo humano; la feminidad de la mujer posee un carácter profético pues manifiesta la identidad humana en su hondura y plenitud; no se puede lograr una auténtica hermenéutica de lo que es humano sin una adecuada referencia a lo que es “femenino”; la identidad humana se caracteriza por “ser sí mismo desde el otro y para el otro” lo cual permite un sano y consistente proceso de individuación, y en esto sobresale la mujer.

      Ahora bien, la mujer es arquetipo o representa lo humano desde cinco perspectivas diferentes y complementarias a la vez.

      ~ La esponsalidad, es decir, la capacidad de reciprocidad o mutualidad en la donación y la acogida.

      ~ La maternidad, en cuanto don gratuito de sí al otro a fin de que él también goce de la vida, aun al precio de la propia vida y de la aceptación total de lo pequeño e indefenso.

      ~ La feminidad o modo característico del “ser mujer” que favorece con simpatía la manifestación del otro hasta llegar al encuentro “cara a cara” o personalizador.

      ~ La filiación como concatenación vital ascendente y reconocimiento de un origen próximo que remonta a un pasado remoto.

      ~ La incubación o modo de gestar la vida humana y cultivar la relación con la naturaleza que permite nacer y germinar con originalidad y protección pero sin manipulación ni opresión.

      La afirmación del lugar central de la mujer trae aparejado el problema del lenguaje: ¿usamos un lenguaje femenino presuponiendo la inclusión de lo masculino, es decir exactamente lo contrario de lo habitual, o es mejor recurrir a artificios convencionales, como por ejemplo utilizar el signo “@” para indicar mujer y varón, como lo hacen unos pocos resultando aun artificial para muchos? Prefiero optar por el lenguaje corriente, aunque quizás, con un sentido poco corriente.

      Vuelvo a algo ya insinuado, pero que precisa mayor explicitación a fin de evitar equívocos. Existe una íntima relación entre antropología y teología: el ser humano ha sido gratuitamente creado y recreado en, por y para Jesucristo. Por eso, está originalmente orientado hacia Dios y su destino es sobrenatural. Además, su existencia concreta es una permanente relación entre su libertad y la gracia de Dios.

      El amor, conjuga la relación entre “gracia y libertad”. El que ama puede hacer lo que quiere, pues quiere lo que Dios quiere. Esta synergía o “esfuerzo conjunto” puede explicarse así: Dios obra en nosotros que, lo que Él quiere, nosotros lo queramos y hagamos, de modo que también nosotros seamos cooperadores con la gracia divina.

      Concluyendo y sin buscar apoyo fácil en argumentos de autoridad, puedo decir que el Magisterio de la Iglesia, desde hace ya algunos años, se mueve por este camino: saliendo de una antropología individualista y racional, se encamina hacia una antropología relacional y afectiva. Veamos dos textos al respecto.

      En