~ Monjes cistercienses medievales: continuidad, itinerarios, grados, facultad
~ Distinción: experiencia religiosa (búsqueda) y experiencia mística (encuentro)
~ Características de la experiencia mística cristiana: aspecto concreto, proceso de vida, transformación o divinización, Misterio, el Resucitado
Conclusión
Prólogo
Gracias, Bernardo, por haberme pedido este estupendo servicio de hacer la presentación de tu libro Conócete a ti mismo. Vuelve a tu corazón. Antropología del Amor. Después de terminar su lectura, ahí van unas cuantas impresiones.
Es libro texto para el que quiere aprender y enseñar antropología hoy; es libro guía para quien se propone adquirir un perfil significativo de persona humana en este momento de nuestra realidad sociocultural; es libro inspiracional para quienes desean ofrecer una alternativa de realización humana plena en este comienzo de siglo XXI; es libro lleno de experiencias de vida oportunas para centrar nuestra existencia en el amor; en fin, es libro religioso para quienes están convencidos, como el autor, de que el evangelio está hecho a la medida de lo más auténticamente humano.
Fueron varios los años que dediqué al estudio y especialización en antropología, y ello cuando este saber estaba pasando de ser psicología racional a ciencia humana y como tal cambiando de método, de contenidos y de destinatarios. Sin embargo, es mucho lo que he aprendido al recorrer estas páginas y es mucho lo que aprenderá el que haga este mismo recorrido.
Cómo el título nos sugiere, es un texto en el que el lector aprende a conocerse a sí mismo, a salir de sí mismo, a admirar el misterio del ser humano, a apasionarse por encarnar la propuesta de “una antropología del amor” y a animarse a dedicar lo mejor de sus energías para asumir las consecuencias prácticas de una buena teoría sobre el ser humano. En él hay mucha sabiduría; sus palabras y pensamientos han pasado por el corazón antes de convertirse en texto. Por eso ilustran bien la mente, caldean el corazón, hacen pensar y sentir y llevan a actuar. El autor confiesa que con este libro ha pretendido dejar pensando y para nada durmiendo. Lo consigue. Inquieta e interpela; da algunas respuestas y muchas preguntas y pone en pista para encontrar otras.
Hace mucho tiempo que conozco a Bernardo; durante este tiempo he podido escucharle, leerle, trabajar con él en nuestros años en Roma, compartir inquietudes. Hasta que recibí la primera edición de este libro, no sabía que estaba tan preocupado por la real revolución antropológica de las últimas décadas, tan afectado por las interpeladoras e influyentes antropologías reductivas, tan en la búsqueda de una nueva propuesta antropológica y tan adelantado en la formulación de los elementos de una antropología relacional, “confesional”, “abierta”, original, profunda y hecha a partir del mejor fundamento y horizonte: el amor. Siempre le había situado como un gran maestro espiritual y de espiritualidad. Puedo entender que en algún momento de su caminar reflexivo y religioso haya tomado conciencia de que la vida en el espíritu hay que construirla sobre roca; es decir, sobre un sustrato humano sano y sabio.
Al terminar de recorrer el libro, el lector se dará cuenta de que lo que se nos ofrece es, ni más ni menos, el mejor e indispensable fundamento de una auténtica espiritualidad cristiana para nuestros días. De esa espiritualidad, el corazón es el encuentro con Jesús. La realidad humana del encuentro pide la relación, que se afirma en la experiencia del encuentro, que lleva a la comunión y desde ese nuevo horizonte de la vida brota y se cultiva el amor y así se llega al servicio y a la apasionante experiencia mística.
Original la forma literaria que Bernardo utiliza; original y muy antigua; viene del mundo monacal y de la Edad Media. El libro está hecho de numerosos “espejos de…”. Con ellos se pretende que crezcamos en conocimiento de nosotros mismos y en virtud. Estos espejos miran hacia el cielo y nos reflejan lo divino que se encarna en lo humano y en todo se evoca una estupenda y desafiante meta: el llegar a juntar naturaleza y gracia. Un hilo conductor de la obra es el intento de traducir lo divino en lo humano y de presentar el ser humano como un espíritu encarnado.
¿Con quién ha estado en diálogo y en contacto Bernardo Olivera al escribir este libro? Por mi parte, cuando escribo me gusta mirar el rostro de los lectores. Creo que para responder a esta pregunta primero hay que atinar en la identificación del autor. Hay que dar con su perfil que en parte, él mismo nos describe en la conclusión. Bernardo es varón, argentino, latinoamericano, del cono sur, cristiano, monje, cisterciense, oxigenado por la milenaria cultura occidental que el percibe que está muy viva, anciano y “añejo” ya que ha pasado los 75 años, maestro en vida y teología espiritual, formador. Se advierte fácilmente que ha sufrido la influencia de varias historias y de varias geografías y de distintas culturas. No podría ser de otra manera ya que pasó un buen número de años al frente de la orden trapense en todo el mundo y eso le aportó una significativa globalidad a su pensar, a su sentir y a su decir. Es bueno destacar que en todo su planteamiento ha preferido “privilegiar el deseo, el afecto, la voluntad y el amor sobre la razón”. Estamos ante alguien que “ha clarificado el sentido de su vida y puede clarificar el de las demás a partir de su propia experiencia”. Estas cualidades están implícitas y a veces explícitas y el lector las va encontrar al recorrer la lectura de los trece capítulos del libro.
Pasemos a la pregunta inicial. ¿Para quién escribe? Los interlocutores del autor han sido varios. En primer lugar, los creyentes. Sin ser tal hay varias páginas de este libro que pueden resultar lejanas y entre ellas el primer capítulo ya que se parte con la antropología que se aprende al contemplar y vivir el misterio de la Trinidad. En segundo lugar, los monjes. Son evocados con frecuencia en el texto y tanto los de antes como los de ahora. Los varones y las mujeres. No dudo de que ha habido alguna mujer que le ha estado susurrando a Bernardo intuiciones y reflexiones que no es fácil que salgan de la pluma de un varón y de un monje. Está muy bien integrada en el libro la visión femenina de la vida. Hay afirmaciones fuertes en esta línea: “La mujer, en efecto existe y se evidencia más hondamente conectada y comunicada que el varón. Si ellas son más conjuntivas, nosotros somos más disyuntivos… Podemos afirmar que lo femenino es símbolo de todo lo humano”. Los interesados por la antropología; en estas páginas aprendemos mucho y nos trae grandes novedades. Es una maravilla cómo esta antropología relacional se abre hacia la transcendencia y qué bien y qué consistentemente se encuentran interrelacionadas la fe y la cultura, la razón y la afectividad y la voluntad, el espíritu y el alma y el cuerpo.
Uno querría ver este libro en manos de jóvenes, y sobre todo, de jóvenes religiosos. En él encontrarán un pensamiento sano; una bien motivada revalorización del cuerpo. No falta lo nuevo y unas acertadas referencias nada más y nada menos que a la neurociencia. Tampoco falta la alusión al “misterio” que es el ser humano y que pone una cierta magia en nuestra realidad. En él se analiza el gran aporte de la inteligencia afectiva, emocional. ¡Qué bien se nos acerca al tema de la esperanza y qué fuerte es la explicación del signo gráfico que la expresa en lengua china o japonesa! Muy completo el análisis relativamente largo que se hace de la sexualidad humana; larga y atinada la lista de afirmaciones ambiguas en relación con ella que se nos ofrece en el libro. Muy acertado su análisis del pudor y muy profundo el del celibato. Maravillosa la presentación que hace el autor de las convicciones personales que como monje tiene para optar por el celibato y que el sintetiza en el capítulo nueve. La lectura de estos párrafos puede enriquecer mucho la motivación de quienes van a hacer o han hecho la opción de amar célibemente. No puedo dejar de señalar lo atinado y original, al menos para mí, de sus análisis de la modernidad y de la postmodernidad que hace en el capítulo once. ¡Qué bien da los saltos hacia lo trascendente!
Vayamos a algo más secundario. Es un libro que se lee fácilmente. No hay repeticiones. El lenguaje y la expresión son muy precisos y claros. Determinados análisis, incluso lingüísticos y etimológicos, son originales. No tiene bibliografía y muy escasas citas. No hay duda de que es un libro denso, lleno de experiencia de vida, de sabiduría y de profecía. Ha nacido en la paz y soledad de un monasterio, el de Nuestra Señora de los Ángeles, (Azul, provincia de Buenos Aires) y