No nos encontramos en una “misión imposible”. Tenemos el poder del Cristo resucitado. Podemos ser y hacer más de lo que imaginamos en nuestras vidas y dentro del ministerio a través del poder de Cristo.
Teniendo esperanza
Podemos despertar por las mañanas con esperanza y no debemos temer por lo que pueda venir a continuación a nuestra iglesia, familia o mundo. ¿Qué sería lo peor que puede pasarnos a nosotros como creyentes? Nuestro peor y final enemigo es la muerte. Tendremos poder sobre los peores enemigos a los que podamos enfrentar.
Mi querida madre eligió Romanos 8:28 como versículo lema para su vida cuando llegó a Cristo a la edad de 16 años. Ella confió en la bondad y soberanía de Cristo por el resto de su vida. Ella decía, “Confiemos en Dios. Él está trabajando para nuestro bien”. Cuando ella estaba en su quinta década de vida, esa fe fue puesta a prueba cuando le diagnosticaron cáncer terminal. Como era su costumbre, se aferró de las promesas de Dios sin vacilar. Ella me mostró como vivir confiando en el Pastor y me enseñó como morir—llena de fe y esperanza en que ella moraría en Su morada por siempre. Su partida exaltó al Salvador.
Tres meses después de la muerte de mi madre, mi padre escribió a nuestra iglesia la siguiente carta que yo guardo en el álbum de su vida.
Querido pastor Ricardo, familia y queridos amigos,
Este es un pequeño agradecimiento hacia la iglesia debido a la bendición que usted y su gente ha sido para mi familia y para mí a través de los años— en tiempos de gozo y tiempos de duelo.
Agradezco a Dios en esta época de acción de gracias por los pecados perdonados, por un Sumo Sacerdote compadecido por mis debilidades, por el privilegio de ser una pequeña herramienta en Su mano poderosa, por Su guía, por Su oído que escucha mis oraciones, por Su brazo en el cual me puedo apoyar, por Su preciosa Palabra a través de la cual Él nos habla explícitamente y por la gran esperanza de Su pronto regreso.
Le agradezco más que nada por la salvación absoluta. En el pasado, he sabido lo que es tener miedo, más ahora sé que estoy entera y perfectamente seguro. Siento que he llegado a un lugar seguro, un puerto seguro. Nada, absolutamente nada, ni mis obras ni las de otros, ni el trabajo del maligno, ni las circunstancias o el así llamado destino, nada puede separarme del amor de Cristo. La pena y duelo pueden venir, la muerte puede poner mi cuerpo o el de mis amados en la tumba, pero sea lo que sea que venga, pasa primero por Sus tiernas manos, ¡así que puedo amarlo porque viene de Él!
Nada puede dejarme fuera del cielo. Estoy tan a salvo ahora como si ya estuviera allí. Sólo unos pocos años más de vida, unas cuantas tareas más que cumplir y después me iré a estar por siempre con Él y nuestros amados que han partido antes, ¡nuestra porción gloriosa más allá de la gloria infinita! ¿Estoy agradecido? Mis mejillas continuamente se humedecen con lágrimas de alegría. El por qué el da todo esto a alguien tan pobre como yo, eso no lo sé, pero sé que necesitaré toda la eternidad para agradecerle por ello.
En este tiempo de compañerismo por el Festival de la Siega, agradeciéndole a Él por su bondad, oro para que sus expectativas y deseos estén en Él y en la Esperanza bienaventurada.
Afectuosamente suyo hasta que Él regrese,
-Robert L. Gates
¡Qué gran legado de fe! Mi padre concluyó sus “pocos años de vida” a la edad de 90 años y está ahora con Jesús también. Nada puede separar a nuestros amados o a nosotros del amor de Cristo—“ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada” (Romanos 8:38-39).
Esta es la clase de paz y seguridad que debemos reflejar y compartir con aquellos que están en nuestra iglesia. ¿Te sucede que te olvidas de las riquezas que tenemos en Cristo? ¿Te pasa como a mí, que tomo el camino de la autocompasión y la auto-justificación? ¿Batallas con el desaliento? ¿Sientes deseos de renunciar? (Mi esposo dice que él tiene deseos de renunciar una vez a la semana.) ¿Tu mente se centra en todos los problemas en lugar de en la meta—la Gloria de Dios?
Querida hermana, la respuesta es Cristo. Él es antes de todas las cosas y en Él todas las cosas se sostienen. Él es el Gran Pastor quien cuidará de Su grey. Él es la vid y tú eres el pámpano. Se una con Él a través de Su Palabra. Se una con Él en oración. Se una con Él en Sus sufrimientos y se una con Él en el poder de Su resurrección. Si eres una con Él, entonces no habrá derrota.
Me encanta la oración de Pablo por los creyentes en Éfeso porque nos enseña como Dios obra, no dándonos tan solo lo necesario, sino en abundancia:
Para que os dé, conforme a las riquezas de su gloria, el ser fortalecidos con poder en el hombre interior por su Espíritu; que habite Cristo por la fe en vuestros corazones, a fin de que, arraigados y cimentados en amor, seáis plenamente capaces de comprender con todos los santos cuál sea la anchura, la longitud, la profundidad y la altura, y de conocer el amor de Cristo, que excede a todo conocimiento, para que seáis llenos de toda la plenitud de Dios. Y a Aquel que es poderoso para hacer todas las cosas mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos, según el poder que actúa en nosotros, a él sea gloria en la iglesia en Cristo Jesús por todas las edades, por los siglos de los siglos. Amén (Efesios 3:16-21).
Él te sostendrá en tu rol. Es solo por esta corta vida y después pasaras la eternidad con Él. Pedro anhelaba la segunda venida de Cristo con estas palabras, “Y cuando aparezca el Príncipe de los pastores” (1 Pedro 5:4), y es así como estimula a los pastores a cuidar la grey que se les ha confiado. ¡Jesús regresará! Nuestros esposos devolverán la grey al Príncipe de los pastores.
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Cómo evitar el síndrome del éxito
“¡El pastor Villegas construyó esa iglesia, la cual pasó de ser nada a tener dos mil miembros en seis años!” “¡Deberías ver el edificio de su iglesia! Ellos oraron la oración de Jabes y ¡mira lo que pasó!” “Conozco a la familia misionera Martínez, y ellos terminaron la traducción del Nuevo Testamento en cinco años” (mientras que tú ya vas por 25). “¿No tienen escuela en tu iglesia? ¿Acaso no conoces el tremendo alcance de una escuela para la comunidad?” Estos son algunos de los comentarios que pueden traerte desaliento como esposa de un hombre en el ministerio. Ves otras iglesias u otros ministerios florecer mientras tú te encuentras estancada. Comienzas a preguntarte qué estás haciendo mal y qué puedes cambiar. Comienzas a ser consumida por el deseo de ver más resultados en tus labores. En poco tiempo, has caído presa del “síndrome del éxito”.
El síndrome del éxito es una espiral descendente de deseos pecaminosos y acciones que surgen de una definición mundana del éxito y culmina en depresión o agotamiento. Se vence reemplazando la pasión por alcanzar logros, fama, prosperidad y éxito, con una pasión por complacer a Cristo, exaltar Su nombre, sacrificar el ego y llevar verdadero fruto, a través de un servicio fiel.
Síntomas del síndrome del éxito:
• Hacer las cosas espirituales de una manera mecánica.
• Descontento con el ministerio de tu esposo
• Deseo de cambiar de iglesia o ministerio o abandonar el ministerio
• Poner presión sobre ti misma o tu esposo para tener mayor visión, añadir programas o expandir el territorio.
• Desaliento
• Depresión
• Falta de entusiasmo por tu ministerio
• Sentimientos de fracaso
• Envidias y Celos
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