9. Los «pérfidos»
El interés de Sampiro por el enemigo se circunscribe sólo al suministro de datos sobre una ofensiva musulmana o una acción cristiana. Como consecuencia, los conocimientos que aporta sobre el mundo musulmán son escasos y superficiales. Podría suponerse que un cronista que vive en una región fronteriza, que es objeto de incursiones musulmanas todos los veranos, debía conocer el término a-Ṣā’ifa, pero no se destaca por la exactitud en la explicación y define la «incursión estival» como «un ejército» (exercitus)[44]. Al describir uno de los acontecimientos más tempestuosos de su época —la invasión de al-Manṣūr al norte de España y la toma de Compostela con su iglesia de Santiago—, Sampiro llama al caudillo musulmán de origen bereber norteafricano Alcorrexi, como si perteneciera a la tribu de Kurayš de la península Arábiga. En sus imágenes Sampiro casi no menciona a los musulmanes sin ningún calificativo. Regularmente los incluye en la categoría de enemigos; hostes Toletae, hostes ismailicia. La cualidad sobresaliente de los musulmanes, tal como se deduce de las descripciones de Sampiro, es la traición, con la que ya hemos tropezado como uno de los principales componentes de la imagen musulmana. Prefiere el término perfidii, que significa «infieles», en vez de los términos en boga: infidelis y sarraceni, pues ese vocablo incluye tanto al infiel como al traidor.
Algo de la imagen de los musulmanes en la Crónica Pseudo-Isidoriana puede captarse de sus versiones sobre la conquista musulmana de España, valiéndose tanto de las fuentes cristianas como de las musulmanas. Cuando describe la violación de la hija de Julián, el cronista hace referencia al escrito del musulmán Isḥāq ben Ḥusayn. Transcribe inclusive el error que se desliza en el nombre del rey violador: de Vitiza a Geticus. De acuerdo con la versión de esta crónica, Julián no es considerado como un traidor a la patria, sino que se comprenden sus móviles, los de una persona que ha sido traicionada por su rey: éste lo hizo beber hasta embriagarse, luego invitó con engaños a su esposa e hija al palacio real y allí violó a su hija. Julián, ofendido, le propuso a Ṭāriq que invadiera España, prometiéndole las «llaves del mar y de la tierra». Ṭāriq vaciló al escuchar esa seductora proposición y preguntó: «¿Qué confianza puedo teneros, si sois cristiano y yo moro?» Como señal Julián dejó en manos del musulmán a su mujer y a su hija. La diferencia de fe, por tanto, no constituyó un factor obstaculizador en la conducta de Julián. El cronista tampoco se basa en la antinomia religiosa para la construcción de las imágenes musulmanas negativas. Llega aún más lejos y deja de lado esa dificultad: en su versión sobre el acuerdo entre Teodomiro y Ṭāriq, el primero engaña al segundo y aposta mujeres vestidas con ropas de soldados sobre las murallas de su ciudad, Murcia; de ese modo obtiene un acuerdo de ṣulḥ. Ṭāriq se mantuvo fiel a su promesa aun después de que la estratagema fue descubierta. El cronista explica esa rectitud, atribuyéndola a su noble alcurnia: «... pues entre reyes y nobles la verdad siempre es tenerla resolutamente»[45]. En otras palabras, el cronista mozárabe, hombre de Toledo, prefiere la relación social en vez del conflicto religioso. Las concepciones de esta crónica dejan muy en claro el hecho de que la conciencia hispánica no estaba forzosamente acompañada por una conciencia reconquistadora que destacara forzosamente la antítesis religiosa como parte de la lucha total.
La línea más notable de la crónica de Sampiro es el encierro y la unilateralidad de las imágenes musulmanas que contiene. La crónica no trae ninguna descripción que se salga de la concepción generalizada de los musulmanes —que son «enemigos», «infieles» y «fraudulentos»—, sin molestarse en presentar evidencias ni referencias de ningún tipo que corroboren esta imagen. La autoimagen cristiana, que surge de la crónica, completa la imagen del enemigo musulmán y se adapta a los principios que la determinan. Lo que prevalece es un silogismo: el rey que lucha contra el Islam y glorifica la Iglesia es un rey cristiano digno de elogio; el rey que se abstiene de hacerlo es un rey despreciable.
Pero es difícil llegar a la conclusión categórica de que la crónica expresa una conciencia y una ideología de reconquista. Es cierto, los elementos componentes importantes en la imagen positiva de Alfonso III son la Reconquista y la repoblación; pero las palabras han sido para valorar algún hecho del rey y no desde un ángulo pan-hispánico ni como un plan de largo alcance. De la crónica no se desprende ninguna sensación de continuismo del «legítimo» reino godo. Este punto puede ser explicado aún mejor si se le compara con la concepción de Sampiro en lo que concierne a las invasiones normandas. A pesar de que se trata de dos fenómenos fundamentales y sustancialmente distintos, el autor se refiere a ambos con los mismos conceptos y con el mismo conjunto de imágenes. La única base distinta en su actitud hacia los normandos es la lucha que se libra en nombre de Santiago. Este hecho demuestra que la figura del santo ya ocupaba un lugar en la conciencia de la lucha hispánica. Pero en esta etapa aún no tenía relación con la lucha contra los musulmanes; tampoco cuando describe la conquista de Compostela por al-Manṣūr y su precipitada huida de ese lugar.
En la Crónica Pseudo-Isidórica, en cambio, relata claramente la influencia de las imágenes patrióticas que tienen origen en la obra de Isidoro de Sevilla, reforzadas por nuevas concepciones. Pero esas imágenes nacionales no están acompañadas, por lo menos en los fragmentos que llegaron hasta nosotros, por imágenes «cerradas» y negativas de los musulmanes.
El examen de las crónicas cristianas escritas entre mediados del siglo VIII y el primer cuarto del siglo XI permite observar, por una parte, el desarrollo de las imágenes musulmanas y de la hostilidad al Islam, en tanto que, por la otra, cómo se fue construyendo la imagen cristiano-hispánica.
La autoimagen cristiana y las imágenes musulmanas en la crónica bizantino-árabe son neutrales y carentes de hostilidad; paralelamente, no se nota una conciencia hispánica ni un desarrollo de concepciones reconquistadoras. El cambio dramático puede ser distinguido en la crónica mozárabe del año 754, donde existe una clara correlación entre la imagen musulmana negativa y la fuerte conciencia hispánica, que se expresa sobre todo en las lamentaciones por la suerte de España como resultado de la conquista musulmana. Sin embargo, las imágenes de los musulmanes no son «cerradas» ni «rígidas»; y la crónica no menciona la contraofensiva cristiano-hispánica: ni como visión para los días postreros ni como una descripción de la realidad de ese entonces. Es decir, resulta difícil hallar algún indicio de conciencia o ideología de Reconquista en las crónicas de mediados del siglo VIII. En cuanto a la veracidad de los hechos concretos (por ejemplo, la rebelión de Pelayo), depende del grado de confianza que se tenga en el relato de las crónicas del siglo IX. Un análisis del problema de las concepciones e imágenes que permita verificar la existencia de una ideología o conciencia de Reconquista se encuentra en las tres crónicas importantes de los tiempos de Alfonso III. La raíz del problema está en saber si esas crónicas constituyen un testimonio de la consolidación de una plataforma ideológica común a los cristianos de España cuyo principio es la mancomunión del destino hispano-cristiano y la indispensabilidad de expulsar al invasor foráneo, musulmán. Plataforma que debe guiar las operaciones militares y políticas en el conjunto de relaciones con al-Andalus.
Las tres crónicas del siglo IX expresan claramente en sus imágenes una mentalidad de hostilidad intransigente, un espíritu combativo inspirado en una imagen musulmana totalmente negativa y, frente a ésta, la autoimagen de heroicidad cristiano-hispánica. Hay en ellas una autoconciencia que procura legitimar las ambiciones políticas, basándose en la continuidad de la tradición del reino godo. En ellas se pone de manifiesto la certeza de que indefectiblemente habrá de sobrevenir el final del dominio musulmán en todo el suelo de España, sea en los mismos días de Alfonso III o en el futuro lejano. Parecía que en la España cristiana existiera una clara y concreta conciencia reconquistadora, a pesar de que no se había hecho ningún uso claro de dicha terminología. Pero cabe preguntarse si existe una continuidad en las imágenes y el conocimiento que se halla en las crónicas de la época de Alfonso III, hasta qué punto éstas sirvieron de fuerzas de conexión en el seno de los cristianos de España para su actividad en contra de los musulmanes. La crónica de Sampiro, aunque preserva una imagen negativa «cerrada» y «rígida», se centra en el contexto religioso.