Shakey. Jimmy McDonough. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Jimmy McDonough
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Изобразительное искусство, фотография
Год издания: 0
isbn: 9788418282195
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dirigirse al domicilio de su padre. Smith se fue con el coche hasta la casa de Mundell, donde había una fiesta y Neil observaba a la gente emborracharse. «Fue tremendamente crítico», comentaba Smith, que recuerda a Young dando lecciones: «Mira a toda esta gente, ahí apalancados sin parar de beber. Yo soy capaz de sentarme ahí con una birra y aguantar con ella una hora mientras estos tíos se ponen del revés». Comrie se quedó impresionado de lo serio que se había vuelto Young. «Era mucho más maduro.»

      Comrie escuchó las batallitas de Young sobre Fort William y Mort, y durante los ocho meses siguientes volverían a ser colegas, a pesar de que Comrie se percató de que su amigo se había vuelto un ser un tanto huraño y misterioso. «Neil desaparecía sin más», comentaba la entonces novia y futura esposa de Comrie, Linda Smith. «Nunca contestaba las llamadas de nadie… Hacía lo que le daba la gana cuando le daba la gana.»

      Young llamó a Ken Koblun y a Bob Clark, que seguían pasándolas canutas en Fort William, y pronto empezaron a dejarse caer, uno a uno, sus escuchimizados compañeros de grupo por la casa que tenía su padre en Inglewood Drive. La lujosa residencia del escritor les debió de parecer un tanto surrealista comparada con todos aquellos hostales y hoteles cochambrosos de Fort William a los que estaban acostumbrados. Terry Erikson recuerda a Scott pulsar un botón y que apareciera un mini-bar de la pared. «Era muy amable, pero formal», le contó Erikson a John Einarson. «Neil y su padre no estaban muy unidos, pero se mostró cortés con nosotros y se ofreció a ayudarnos.» Algunos amigos pensaban que la visita de Young era más que un simple alto en el camino. «Creo que cuando Neil fue a Toronto, en realidad estaba buscando su aprobación para seguir adelante», comentaba Ray Dee. Neil respetaba las reglas de su padre; les impuso a sus compañeros de grupo un toque de queda a la una de la madrugada y reprendía al que se lo saltaba. «Lideraba esa banda como si fuera el Mariscal de Campo Kesselring», contaba Scott.

      Scott tuvo en casa a su hijo y a dos de sus compañeros de grupo varias semanas. También les consiguió un local de ensayo y depositó cuatrocientos dólares en una cuenta fiduciaria de la que Neil podía sacar cuarenta dólares semanales durante todo el verano. Neil también se puso en contacto con Martin Onrot, el mánager del Allen Ward Trio, que accedió a representar a la banda de Young. Pero pronto quedó claro que Toronto no tenía nada que ver con el ambiente cálido y endogámico que se respiraba en el mundillo musical de Winnipeg o de Fort William.

      «Toronto es un quiero y no puedo», comentaba Joni Mitchell. «Quiere ser como Nueva York.» De todos los músicos canadienses con los que hablé, solo algunos pocos tenían algo positivo que decir acerca del lugar. Cuando llegó Neil, Mitchell intentaba abrirse camino en el circuito de los cafés. «La escena folk era tremendamente competitiva, y para afiliarte al sindicato de músicos tenías que pagar ciento sesenta dólares, que yo no tenía, sin los cuales no te dejaban trabajar. Vamos, que los sindicalistas se presentaban en recitales de nada donde te sacabas quince dólares la noche por tocar quince minutos; se presentaban allí, enfundados en sus gabardinas, a exigir su parte. Eran unos matones de poca monta.»

      Aun así, la escena musical de Toronto estaba en pleno apogeo, sobre todo en el barrio de Yorkville. «En realidad, no había una escena de Yorkville, había varias», comentaba el cantautor folk Murray McLauchlan. En las dos manzanas comprendidas entre Avenue Road y Yonge Street había un puñado de cafés, como el Penny Farthing y el Purple Onion, que atraían a toda esa escena a caballo entre lo beatnik y lo hippie que veneraba a artistas autóctonos como Gordon Lightfoot o Ian and Sylvia.

      La moda del rock de bareto empezaba a prosperar en garitos como Le Coq d’Or, donde hicieron sus pinitos Ronnie Hawkins and the Hawks (que Bob Dylan no tardaría en birlarle). Le Coq d’Or llevaba un rollo «más Damon Runyon33 que hippie», afirmaba Murray McLauchlan. «Había heroinómanos con trajes brillantes de tela sintética y tupé que se parecían a Waylon Jennings.» Toronto, en palabras de Bruce Palmer, era «la ciudad más roquera de su tiempo». Pero los ámbitos musicales estaban divididos de manera muy estricta, y no había cabida para aquella extraña mezcla de géneros que Young había empezado a desarrollar en Fort William. «No vi que hubiera mucho folk-rock en Toronto», dijo Young décadas más tarde. «Había o folk o rock.»

      Aquel verano Young se dejaba caer a menudo por el 45 de Golfdale, la residencia de Comrie Smith en Toronto. Iba al volante de una nueva pieza de acero templado: Tinkerbell, un viejo Buick descapotable con el motor traqueteante y el tubo de escape oxidado. También contaba con una radio a válvulas donde siempre parecía estar sonando «Good Vibrations» a todo volumen cuando llegaba a los sitios. «Neil era un amor», comentaba Linda Smith. «Era un embaucador de primera. De no haber sido así, ¿cómo narices habría conseguido que le dieran de comer? Si estaba sin un duro.»

      Lejos quedaban los días en que Young fingía tocar el ukelele con Danny and the Juniors. «Flipa, Comrie, empezaste a tocar la guitarra antes que yo», le dijo Neil a su viejo amigo. «Y ahora yo soy mejor que tú.» Comrie observaba sobrecogido a Young encandilar a su hermana con una extraña versión de «Clementine» que la dejó embelesada. «Te quedabas hipnotizado», comentaba Smith. «Te miraba fijamente a los ojos, en cada palabra. Era como si Neil te enviara las notas directamente al cerebro.» Young se encargó de que sus aventuras en Fort William parecieran el viacrucis de Robert Johnson. Comrie contaba que sus compañeros de grupo y él se planteaban «ir a Thunder Bay. Todo había adquirido un halo de misterio gracias a Neil».

      A Young, que seguía con su obsesión por los discos, hubo un par aquel verano en particular que le tenían sorbidos los sesos: «Thou Shalt Not Steal» de Dick and Dee Dee y «Sally Go ’Round the Roses», un extraño disco de las Jaynettes, un grupo de chicas. «Neil sentía especial predilección por las armonías», decía Smith. «Le bastaba con dos voces cantando a la vez y su guitarra acústica. Tenía la impresión de que así se podía conseguir un sonido alucinante.» Smith recuerda que Young quería formar con él un dúo al estilo de los Everly Brothers, y que empezó a tocar la guitarra eléctrica con cejilla durante su estancia en Toronto. «Neil se dejó influenciar más por los folkies de allí», comentaba Koblun, consternado por los derroteros que iba tomando aquella historia.

      Tinkerbell; un Buick descapotable del 47… Era un cochazo cojonudo. Me lo compré por setenta y cinco pavos, y valía cada dólar que pagué por él. No tenía bastante dinero para a) el carné o b) la matriculación, pero así y todo me lo pasaba de puta madre. Hostia, cómo molaba aquel carro. Al final me tocó dejarlo por ahí abandonado. Ya sabes cómo es uno con diecinueve años. No me lo podía permitir, así que lo dejé por ahí abandonado, sin más. Ni siquiera sé dónde. Es una lástima. Me encantaría tenerlo ahora.

       —¿Era la de Yorkville una escena hippie en eclosión?

       —No. Era una vieja escena beatnik camino de convertirse en una escena folk.

       La escena musical de Yorkville… Nunca había visto nada parecido. La música estaba hasta en la sopa; dos años antes del Verano del Amor. Toronto en el 65 era una pasada.

       Yo aún estaba creciendo. Fue una experiencia alucinante, me encantó. Significó la libertad total.

       El Riverboat era un garito de nivel y a la peña que tocaba allí le daba para vivir. Luego estaba el New Gate of Cleve, justo al lado, que fue donde vi a Lonnie Johnson. Y creo que también vi allí a Pete Seeger, y a Sonny Terry y Brownie McGhee.

      «Sally Go ’Round the Roses»; ¡cuidado! Qué salvajada de disco, joder. Mira, si pillas ese tema y lo pones en cualquier película de Dennis Hopper, creo que sale algo fijo.34

      David Rea y Craig Allen eran dos de los folkies con los que Neil se dejaba ver. Allen pensaba que a Neil le reventaba toda la pose sensiblera inherente al rollo acústico. «Neil nunca pudo con el estereotipo folk del tipo greñudo y desgarbado. Era algo que ambos compartíamos en cierto modo, porque yo venía de un ambiente más country/western. A él le interesaban mis armonías country. Cada cual intentaba aprender el estilo tan diferente del otro; él me enseñaba el rollo roquero al final del mástil y yo le enseñaba a armonizar los acordes en primera posición y a tocar con los dedos.» Young aprendió afinaciones alternativas de David Rea.