Shakey. Jimmy McDonough. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Jimmy McDonough
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Изобразительное искусство, фотография
Год издания: 0
isbn: 9788418282195
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30 de octubre de 1965, la banda de Young ofrecería su primera y única actuación después de dejar Thunder Bay, y para ello tendrían que entrar a Estados Unidos. Wobbly Barn era una estación de esquí de Killington (Vermont) que buscaba una banda dispuesta a actuar durante la temporada de invierno. Four to Go duraron exactamente un día.

      Young y Koblun emprendieron rumbo a Nueva York, donde buscaron a Richie Furay, un amigo de Stephen Stills. Nacido el 9 de mayo de 1944 en Dayton (Ohio), Furay era un adicto a las armonías que se había criado entre música country y rock and roll primigenio, y que a finales de 1964 acabó en Nueva York, donde se unió a Stills en los Au Go-Go Singers. Furay era una rara avis en el mundo de la música: un tipo de trato fácil y agradable. Además de cantar como los ángeles. Young tocó algunos temas para Furay, incluido «Nowadays Clancy Can’t Even Sing», que Furay empezó a interpretar en sus actuaciones en solitario como cantante folk. No tardarían en volver a verse.

      A su regreso a Toronto, Young disolvió el grupo. Smith recuerda llevar a Neil en el coche mientras despotricaba; lo que más le fastidiaba era tener que decirle a Ken Koblun que ya no había grupo. Young parecía cabreado sobre todo con Martin Onrot, y se quejaba de que el mánager nunca entendió lo más mínimo la música que intentaba hacer. Todo aquel pesimismo acabó con una profecía: «Llegará el día, Comrie, en que sea Neil Young. Seré yo y punto. Estaré yo solo en el escenario».

      Koblun estaba repartiendo flyers frente al Riverboat cuando Young le dio la noticia. Había seguido a Neil tanto en las duras como en las maduras desde los comienzos en Winnipeg, y se había quedado en nada. «Me enfadé», dijo Koblun con su característico comedimiento. Por ironías de la vida, Koblun consiguió un trabajo de técnico de luces en el Riverboat, y cuando Neil se presentó allí durante una de las sesiones de música folk para una de sus primeras actuaciones en solitario, interpretando temas a pelo con la Gretsch como único acompañamiento, Ken estaba al mando de los focos.

      Por aquella misma época, Young consiguió su primera audición para una discográfica norteamericana, Elektra. No cabe duda de que regresó a Nueva York emocionadísimo, pero si la cinta que se conserva de aquella actuación sirve de indicación, la experiencia debió de ser pésima. Young, nervioso, interpreta a toda prisa siete temas, «Clancy» incluido, eclipsado por un amplificador defectuoso en una tragicómica versión de un tema titulado «I Ain’t Got the Blues». Aquel suplicio no llegaría a dar fruto alguno.

      «Lo enciendes y lo dejas en marcha.» Eso fue lo que dijo el tío aquel nada más llegar. Judy Collins estaba en el estudio haciendo no sé qué. Yo pensaba que era yo el que iba al estudio, pero me acabaron llevando al almacén de las cintas a grabar la maqueta. En Nueva York, yo solo en un cuartucho, con mi guitarra. Sentado en un ampli. Ni siquiera pude grabar en un estudio de verdad. Me pego la paliza de ir hasta allí y me dan una puta grabadora. Me dicen que le dé al play. Eso lo podía haber hecho en mi casa, pero al final, por suerte, no me ficharon; así que las cosas acaban por salir bien.

       Fue una lección de humildad. Poco a poco sentía que me iba desmoronando mientras pensaba: «Lo que hago no vale media mierda, pero aquí estoy, tocando mis temas, que no son ninguna maravilla. Lo que hago no vale una mierda». Sentado allí solo, grabando una cinta para nadie. Lo más gracioso de aquella putada fue que estaba en el depósito de cintas sentado en un ampli con altavoces —altavoces magnéticos—, rodeado de los másters de Elektra. Me dejaron allí, y a nadie se le ocurrió decirme: «No lo acerques a los másters».

       «I Ain’t Got the Blues». Vamos a ver, si hubiera interpretado aquel tema con un grupo y me lo hubiera currado un pelín más, probablemente habría salido algo más interesante, pero estaba claramente muy verde, acababa de empezar a componer. Era en plan: «Voy a escribir una canción que contenga la palabra “blues”», ¿sabes por dónde voy? Resulta muy gracioso ver lo que hacías cuando empezabas. Pero, por lamentables que sean, esas cosas tienen su propósito.

       Onrot quería hacerlo todo lo mejor posible, solo que no tenía ni puta idea de lo que hacía… En realidad, no sé a qué se dedicaba, pero al menos tenía interés en ser mi mánager, pensaba que tenía madera. Él quería ser mánager, y yo quería ser músico. Ninguno de los dos éramos lo que creíamos que éramos realmente, pero aspirábamos a serlo; así que hacíamos buena pareja.

       Al principio quería estar en un grupo, pero más tarde pensé: «Venga, qué cojones, voy a probar yo solo». Y estuve un tiempo entre una cosa y la otra hasta que me piré de Canadá. Que no había grupo, pues tocaba solo; que sí que había, pues tocaba con el grupo. Pero si era mi grupo, entonces era mi grupo.

       Disolver los Squires fue una decisión que nunca debí haber tomado, joder. ¡Qué gilipollas de mierda! Vaya una lástima. ¡Qué hijo de puta! Otra vez la volvimos a cagar.

      Cuenta la leyenda que Neil Young conoció a la cantautora folk Vicky Taylor cuando le echaban de una de aquellas sesiones vespertinas del Toronto Folk Guild. «Iros a tomar por culo tú y tu voz de pito», le espetó Bernie Fiedler, el propietario del Riverboat, a Young, que le respondió: «Algún día me suplicarás que vuelva». Tanto Fiedler como Young insistían en que la historia era falsa.

      Taylor aseguraba haber presenciado la escena, y luego llevarse a Young a casa. «Neil tenía una visión», comentaba. «Estaba muy centrado, y casi podías sentir toda aquella energía y talento acumulados en su interior. Me dio la sensación de que no estaba muy bien de salud; de que a pesar de su talento más que evidente, en el fondo tenía un espíritu muy frágil. Yo quería protegerle de la vida.»

      Taylor era una cantante de pelo negro azabache con un vibrato rapidísimo, cuyo mayor éxito se titulaba «The Pill» y, según su amiga Janine Hollinghead, «tenía veinte estrofas; solo con aquella canción ya tenía media actuación». Taylor se sacaba cincuenta pavos a la semana como cantante folk residente en el Mousehole, un club regentado por la esposa de Bernie Fiedler, y vivía en un piso que le costaba noventa dólares al mes encima del Night Owl, en Avenue Road, que hacía las veces de comuna para muchos músicos sin un duro. Tanto Neil Young como Joni Mitchell, John Kay de Steppenwolf (conocidos entonces como los Sparrow), David Rea o Craig Allen pasaron por el apartamento de Vicky, donde dormían en el suelo, improvisaban jams con otros músicos y sobrevivían a base de un mejunje barato que Taylor se había inventado conocido como «guarrada». «Yo era una especie de mamá pato», comentaba Taylor.

      «Vicky fue la única de toda la escena folk que se portó bien conmigo», decía Joni Mitchell. «Cada vez que iba a una audición, Vicky insistía en llevarme con ella. Vicky creía que se parecía a Cher. Tenía el pelo largo, negro y liso, y llevaba flequillo. Era delgada y pálida y supongo que neurótica, también; fue la primera persona que conocí que iba al loquero. En Canadá la gente no iba a loquero, así que tenía que desplazarse a otra ciudad para hacerlo.»

      Todo el periplo psiquiátrico de Taylor derivó en tratamientos de dudosa eficacia a cargo de profesionales, además de permitirle acceder a un sinfín de recetas. Las pastillas no eran el único tipo de droga que abundaba en el piso de Avenue Road. Los insumisos llegaban a raudales del otro lado de la frontera, y muchos iban cargados de costo, así que los inquilinos de Taylor empezaron a experimentar. «Una amiga volvió de Israel con una barra de hachís como una tableta de chocolate tamaño familiar en el sujetador», comentaba Craig Allen. «Nos apresuramos a dar buena cuenta de ella. Perdimos tres meses con aquel ladrillaco de hachís.»

      Taylor calificaba a Neil de vulnerable y receloso. «Era como un hermano para mí, pero no confiaba demasiado en las mujeres. Creo que se sentía tan diferente en su interior que le aterrorizaba la gente. Neil y yo compartíamos el temor por esa delgada línea que separa la cordura de la locura.» Taylor recuerda que Young tenía «ataques de ansiedad, pero probablemente fueran ya amagos de ataques de epilepsia. Entonces lo que hacía era darle Valium o algo por el estilo… Siempre tenía millones de cosas de esas por casa». Parecía que las inminentes visitas de su padre a menudo le provocaban el pánico. «Neil era la leche. Había creado un pequeño muro invisible a su alrededor. Se sentaba en un rincón a componer canciones, y nadie se atrevía a molestarle. Estaba desconectado del mundo.»