Shakey. Jimmy McDonough. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Jimmy McDonough
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Изобразительное искусство, фотография
Год издания: 0
isbn: 9788418282195
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duraran tanto y no dejaran de hacer música que resulta imprescindible.

       Lo que realmente me molaba de los Stones era cuando Brian Jones y Keith Richards tocaban juntos. A pesar de que Brian Jones no era más que un niñato al que le tiraba el blues guarro, tenía un punto exótico. Tío, al principio Brian Jones aportaba algo muy marciano al grupo; ¿qué me dices de las virguerías con el slide y toda la pesca? Era muy cañero, Jones; una lástima que estuviera tan loco. Menudo drogata. Todos eran jóvenes y estaban experimentando mogollón de cambios rapidísimo. Brian no logró vivir para contarlo.

       «Satisfaction» era un disco buenísimo y «Get Off My Cloud», aún mejor. Más suelto, no tan comercial. Se dejaban llevar a saco. Ya sé que «Get Off My Cloud» es peor canción, y que la ejecución probablemente tampoco sea tan buena como la de «Satisfaction», o puede que sí, pero lo que tiene es que obviamente no deja de ser una puta canción improvisada de camino al estudio o la noche anterior, ¿entiendes? Eso es lo que me gusta de ese tema, que suena a los Rolling Stones de verdad.

       Recuerdo escuchar uno de sus singles muy del principio: «I’m a Man». Era tope duro, muy crudo… Salió en la época en que estaba aprendiendo a tocar, y le prestas mucha atención a las canciones, estás aprendiendo. Entonces te planteas las cosas de manera algo distinta, no te importa tanto lo que dice la canción como si es fácil o difícil de tocar. Si es fácil, entonces ¿significa que no saben tocar? ¿Son buenos o no? Todavía intentas sacar todo eso en claro. Lo que pasa es que te llegas a quedar tan pillado con unos cuantos acordes y cambios que pierdes la perspectiva… Te olvidas de que esas chorradas son las más difíciles; hacer de ellas algo grande.

       Hace muchos años, cuando iba al instituto, intentaba decidir lo que quería hacer… Pensaba que a lo mejor me gustaría llegar a ser como uno de esos guitarras de rock que estiran las cuerdas, se ponen a tocar de rodillas y vuelven loco al personal. Pero luego pensé que también quería ser como ese otro tipo de tío, el que sale al escenario con una guitarra acústica sin más, y cantar un puñado de canciones, cantar sobre cosas que sentía muy en mi interior y sobre lo que veía que sucedía a mi alrededor.

       Y luego vi a Bob Dylan, y a tantos otros: Phil Ochs, Tim Hardin, Pete Seeger, y se me empezaron a aclarar las ideas; sin embargo, no conseguía olvidarme del tipo aquel que tocaba la guitarra dando saltos… Me quedó claro lo que quería hacer con mi vida.

      FRAGMENTO DEL DISCURSO QUE DIO NEIL YOUNG EN 1998 CON MOTIVO DE LA ENTRADA DE WOODY GUTHRIE EN EL SALÓN DE LA FAMA DEL ROCK.

      «Neil acababa de descubrir a Bob Dylan», comentaba Joni Mitchell. «Estaba en una etapa de transición entre el rock and roll y el folk. Se le acababa de ocurrir la idea de escribir letras más poéticas, así que empezó a frecuentar el circuito de los cafés.» Joan Anderson también era otra cantautora folk en ciernes que hacía la ronda de los garitos del mundillo cuando coincidió por primera vez con Neil Young en el Fourth Dimension a mediados de 1965. Situado muy a las afueras de Winnipeg, cerca de la universidad, el club formaba parte de una cadena, un «pequeño circuito que comprendía tres o cuatro ciudades, así que podías tocar en todos los 4-D del tirón», explicaba Randy Bachman. Una experiencia de lo más bohemia para un joven Squire. «Luz tenue, muchas velas y mucho incienso, y mogollón de tías sin sujetador», dijo Allen Bates.

      Mitchell y Young eran una especie de almas gemelas; ambos eran jóvenes, muy apasionados y únicos donde los haya, de manera exasperante. El encuentro debió de ser como dos marcianos que se reconocen el uno al otro en medio de la pradera. Si bien nunca estuvieron tan unidos como algunos creen —básicamente, porque ambos son lobos solitarios—, sus caminos se cruzarían con frecuencia en los años venideros. «Neil y yo tenemos mucho en común: somos canadienses, Escorpio, contrajimos la polio durante la misma epidemia y nos hizo mella en las mismas partes del cuerpo; y los dos tenemos un humor bastante negro», comentaba Mitchell. «Los típicos canadienses.» Mitchell recuerda acabar asistiendo a un acontecimiento deportivo con Neil para ver a Rassy jugar al curling. «Rassy era chabacana y de armas tomar. Auténtica denominación de origen de la pradera.»

      Mitchell nunca tuvo la oportunidad de ver a los Squires en el 4-D, toda una lástima, porque después de que Young convenciera a los del club para que incluyeran algo de rock and roll en su programación, la banda consiguió desatar el frenesí de los beatniks en aquel febrero de 1964. Los miembros del grupo recuerdan que las versiones de los Beatles triunfaban a lo grande, incluso a pesar de los escarceos de Young como vocalista. «Cuando tocamos “It Won’t Be Long” en el 4-D, la verdad es que nos llovieron los aplausos», recuerda Bates. «Neil vino después diciendo: “¡Les ha gustado! ¡Les ha gustado!”. Estaba entusiasmadísimo.»

      El 4-D pasaría a convertirse en el local de moda y, para Young, siempre sin blanca, en una manera de comer por la patilla. No cabe duda de que todo el contacto con la música folk contribuyó a meterle más ideas en la cabeza y a ampliar su vocabulario musical más allá del rock and roll de los años cincuenta. Sin embargo, nunca renunció a sus raíces. Lo bueno de Young radica, en parte, en que se curtiera tocando en una banda instrumental un tanto rarita que se desvivía por tocar «Rumble» poniendo en ello todo su empeño, y en que, a diferencia de la mayoría de sus colegas folkies, jamás olvidó ni disminuyó la intensidad de aquel impresionante sonido tan cojonudo que había cautivado su atención en primer lugar. En el alma de Young había sitio para «Bop-A-lena» y «Don’t Think Twice, It’s All Right», para el tipo serio de la guitarra acústica y para el roquero doblacuerdas; a veces en la misma canción. Al cabo de un año o poco más, Young descubriría que mientras estuviera en la cuarta dimensión28, podía ser ambos.

       Al principio me interesaban Kingston Trio; Peter, Paul and Mary, pero hace la tira, cuando eran populares en el mundillo universitario; luego, Dylan. La música folk, el mundillo de los cafés. Me gustaba: la música sonando continuamente; la gente; estar por allí, fumando cigarrillos, bebiendo café. Era divertido. Iba al 4-D a pasar el rato; nunca tenía suficiente dinero y siempre me dejaban entrar por el morro.

       «Four Strong Winds», de Ian and Sylvia, significaba mucho para mí. Recuerdo ponerla en Falcon Lake, estando con Jack, Pam y Pat, y escucharla una y otra vez. Es la canción, la melodía, todo el conjunto; pero también tenía un mensaje, ¿sabes?: dejar atrás ciertas cosas, esa sensación de que algo no va a salir bien. Me sentía identificado con el sentimiento que describía la canción.

       —¿Quién hizo que te aficionaras a Bob Dylan?

      —Bob. Empezó a sonar por la radio un buen día, en Winnipeg. Era en la época en que intentaba dar con la manera de conseguir un visado para ir a Estados Unidos, de llegar a Los Ángeles directamente desde Winnipeg. Quedaba mucho con unos chavales que iban a un instituto privado al que yo no podía ir, porque no nos lo podíamos permitir. Eran gente de puta madre, algo mayores que yo y tenían Freewheelin’ o su primer disco. Fue entonces cuando lo escuché por primera vez y me moló mucho.

       Dije: «Este tío es todo un personaje». Sabía que me iba a gustar desde la primera vez que lo oí. Su voz era tan diferente; nunca había oído a nadie que sonara así, supongo que si hubiera podido escuchar mi propia voz, je, je… Siempre ha habido montones de voces peculiares. ¿Qué me dices de Ray Peterson y su «Tell Laura I Love Her»? Eso sí que es una voz rara. Roy Orbison tiene una voz rara; preciosa, pero rara, con ese sonido aterciopelado, como de ópera.

       Me gustó la voz de Bob en cuanto la oí por primera vez. Pensé: «Anda, también hay un tío que suena diferente haciendo este rollo; me encanta este tío. Ahora ya sé que yo también puedo componer canciones».

      Desde la separación familiar, Scott había pasado a un segundo plano en la vida de Neil y, básicamente, el contacto se limitaba a las airadas discusiones telefónicas con Rassy reclamándole más dinero. «Rassy era una persona de trato difícil», comentaba Astrid, la segunda esposa de Scott, que recuerda que una operadora acabó cortando una llamada por ser tan mal hablada. Astrid también recuerda la frustración que sentía Scott por la falta de información acerca de los estudios de su hijo: «En numerosas ocasiones