Shakey. Jimmy McDonough. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Jimmy McDonough
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Изобразительное искусство, фотография
Год издания: 0
isbn: 9788418282195
Скачать книгу
eso.» Koblun no recuerda que Neil se metiera en muchas peleas —«era demasiado astuto para eso»—, pero sí se acuerda de «una chavala del centro cívico de Earl Grey que dijo que nos iba a partir la cara. Menuda mole de tía».

      Koblun, un guitarra amateur que ya había debutado en un programa de la televisión local acompañando a un acordeonista, se dio cuenta de que Neil también era un novato. «Le pregunté si podía ir a oírlo tocar, pero se mostró reacio», comentaba Koblun, que recuerda un tema que Young tocaba con su primera guitarra eléctrica de verdad, una Les Paul Jr. de segunda mano que le había comprado Rassy. «Le dije: “Cómo mola eso, ¿qué es?”. Neil me dijo: “Es algo que he compuesto yo”.»

      Young ya había formado un grupo en Earl Grey, los Jades —con dos guitarras, un vibráfono y los inevitables bongos—, que duró exactamente una actuación en el centro cívico de Earl Grey, donde tocaron hits de los Fireballs y los Ventures. Luego pasó brevemente por una banda llamada los Esquires.

      El Esquire Larry Wah ha declarado que Young tocaba tan mal que lo echaron, pero el resto del grupo no opina lo mismo, y recuerda que Young tocó con ellos en unos cuarenta o cincuenta bolos en un período de seis meses. A Ken Johnson lo había dejado plantado su cuarteto vocal, así que formó una banda con la ayuda del batería Don Marshall. Gary Reid, además de una guitarra, también tenía un Oldsmobile del 57 rojo y blanco que les podía servir como medio de transporte, así que entró al grupo. A Neil Young lo reclutaron para tocar la guitarra rítmica. «La primera vez que quedé con Neil, fui a verlo a su apartamento del 205 de Hugo», recuerda Marshall. «Tenía una guitarra muy cutre y no tenía ampli, así que la enchufaba al tocadiscos.»

      Los Esquires dieron su primer bolo en el Instituto Churchill, en el baile que se celebraba después de un torneo de básquet. Los miembros del grupo, tranquilizados en un principio al ver que no había acudido mucha gente a su primera actuación en público, se quedaron atónitos al abrirse el telón y descubrir que había centenares de espectadores. «Casi nos cagamos encima», comentaba Reid. Con un repertorio a base de instrumentales de los Shadows y los Ventures, unos cuantos temas roqueros y alguna balada pop interpretada por Johnson, el grupo consiguió salir airoso del aprieto. Los Esquires empezaron a conseguir bolos y los sábados por la tarde tocaban en Paterson’s Ranch House, un antiguo club de música country.

      Johnson recuerda a Young como «el chaval flaco con el pelo rapado que no tenía mucha pinta de músico molón». La aptitud de Neil para la guitarra era rudimentaria, siendo generosos. «Recuerdo que lo sentía mucho por él, porque no daba la talla», decía Ken Koblun. «No sabía qué hacer con él», comentaba Reid. «Era un lobo solitario, absorto en su propio universo; hacía las cosas a su manera. Yo estaba casi siempre encima de él, gritándole: “¡Neil, por el amor de Dios, cambia de acorde!”.»

      Cuando Don Marshall fue a visitar a Neil en Gray Apartments tuvo la impresión de que Young se estaba poco menos que criando solo. «Pensándolo ahora, creo que pasaba solo mucho más tiempo del debido», comentaba.

      Por lo que respectaba a los Esquires, la madre de Neil era un elemento a evitar a toda costa. Ken Johnson recuerda que Rassy «arremetió contra mí un día diciendo que Neil ni siquiera debería estar en un grupo, que por mi culpa salía hasta más tarde de lo que debiera un chico de su edad, que ni siquiera tenía dieciséis años y tenía que estar en la escuela. Fue muy dura conmigo, me dejó acojonadísimo».

      La relación de Young con los Esquires tocó a su fin tras una escapada protagonizada por Neil y Don. «Oímos en la radio que los Fendermen tocaban en Portage la Prairie, a unos ochenta y cinco kilómetros, y pensamos: “Venga, vamos”», recuerda Marshall. Hicieron autoestop y un alma caritativa al volante de un Corvair familiar marrón del 64 se ofreció a llevarlos al concierto. A la vuelta no tuvieron tanta suerte; se quedaron colgados en Manitoba a altas horas de la noche y Neil llamó a su madre. A Don le dio la impresión de que Neil ni siquiera le había dicho a Rassy dónde iba. «Rassy se pegó la paliza de venir a recogernos y no estaba de buen humor. Creo que no habló en todo el camino de vuelta, y que pensaba que yo llevaba a su hijo por el mal camino. Una vez en casa, le dijo a Neil que dejara de perder el tiempo con esta chorrada porque nunca iba a sacar ni un duro, así que aquella fue la última vez que tocamos con él.»

      Cuando Scott se enteró de que Neil se había quedado colgado haciendo autoestop a las tantas de la noche, le montó una buena a Rassy. Mirando atrás, Scott se arrepentía de haberse inmiscuido. «La relación entre Rassy y Neil —y la visión de la vida que tenía Neil— era algo que ya escapaba a mi control, así que me equivoqué entrometiéndome.»

      «Rassy hacía lo que fuera por Bob o Neil», comentaba Scott. «Pero a cambio exigía una especie de lealtad férrea, algo que no creo que fuera mucho con Neil. Nunca me ha dicho una palabra al respecto, pero yo lo sé.»

      «Y por supuesto que Rassy nunca ejercía sobre Neil ningún tipo de control. Al final me di cuenta de que no lo necesitaba, sabía de sobra lo que hacía, instintivamente.»

       Cuando era un chaval, Rassy era realmente la única persona con la que podía contar. Me apoyó mucho al principio, muchísimo. Lo pasábamos muy bien juntos, aunque se exaltaba con demasiada facilidad; si hacías que se cabreara mucho, acababa hecha un basilisco.

       Mamá me encanta, era tan ácida y tan cañera. Cuando la peña me decía: «Tu madre está loca, es odiosa a más no poder», yo pensaba: «Me cago en Dios; si ella piensa que hace gracia». Su sentido del humor se volvió tan cáustico, que se le olvidaba que estaba de broma.

       Se echó novio durante un tiempo, Bill Trebilcoe. Fue su último amor, creo. Un tipo grandote, alto, calvo; llevaba gafas de concha y camisas a topos. Un tipo muy majo; supercariñoso. Fue la última vez que la vi contenta de verdad, empezó a llevar ropa de colores llamativos… Cambió por completo. Bill pilló no sé qué enfermedad y se murió.

       —¿Rassy te entendía?

       —No, no creo. ¿A ti tu madre te entiende?

       Rassy dejaba que la música fluyera, que siguiera su curso; trataba de ayudarme y eso se convirtió realmente en su misión en la vida, me refiero a que era como una misión del Señor. Ensayábamos en el salón y ella estaba allí, merodeando por su habitación. Hacia el final de aquella época, cuando algunos colegas ya habían cumplido los veintiuno, les traía unas birras, je, je.

       Rassy era bastante graciosa en televisión; aquello sí que fue una marcianada de la hostia. He tenido una familia curiosa. Papá también estaba metido en un concurso, y yo soy el que rompe la puta cadena. Se acabaron los concursos. Por algún sitio hay que cortar.

       —Cuando se separó de Scott, ¿Rassy se volcó en ti?

       —Sí, y creo que ahí pasó algo que ojalá no hubiera pasado. Me refiero a que creo que se volcó tanto en mí que acabó trastocando por completo mis parámetros con las mujeres, así que tengo toda una serie de reacciones intrínsecas por culpa de cómo me trataba mi madre, porque la mejor arma que usaba si quería que hiciera algo era ponerse a llorar. Creo que utilizaba los SENTIMIENTOS para controlarme, en vez de hablar conmigo. Si algo no iba bien, empezaba a llorar, y eso siempre… Me desarmaba. Así que, incluso ahora, si una mujer se pone a llorar, soy incapaz de soportarlo, no hay manera. Tengo que conseguir que todo se arregle por huevos, cueste lo que cueste, y probablemente eso no sea nada bueno, porque te vuelves un blandengue. He tenido que lidiar con eso toda la vida. Es como si me hubiera entrenado para que cediera cada vez que lloraba, porque era incapaz de llevarle la contraria a mi madre, pero acto seguido pensaba: «Joder, ¿qué he hecho? ¿Qué puedo hacer?». Y eso ha ido calando en todas mis relaciones con las mujeres. Lo paso muy mal cuando considero que tengo razón para no ceder si se ponen a llorar. Es todo un problema, con lo cual, mi postura con las mujeres podría resumirse así: si se ponen a llorar, no me quedan más cojones que claudicar, que al fin y al cabo tampoco es muy distinto de lo que hace cualquier tío, je, je. Creo que si mi padre se hubiera quedado, las cosas habrían sido distintas, pero no estoy seguro. Visto desde el presente, habría estado bien poder contar