¿Determinismo o indeterminismo?. Claudia Vanney. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Claudia Vanney
Издательство: Bookwire
Серия: Razón Abierta
Жанр произведения: Философия
Год издания: 0
isbn: 9788418360039
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(Earman 1986). Para llevar a cabo esta clasificación, consideró que un sistema es determinista si, dado el valor de las variables dependientes en un cierto instante, las ecuaciones dinámicas fijan de un modo unívoco el valor de dichas variables para todo instante. Es decir, el carácter determinista de una teoría científica particular se asocia a la existencia de soluciones únicas para las ecuaciones dinámicas. Cuando las soluciones posibles son únicas hay determinismo, pues la evolución del sistema resulta establecida. Pero, aunque la propuesta de Earman es clara, no es trivial clasificar las teorías físicas siguiendo este criterio, pues algunas nociones importantes —como la de sistema o la de estado— no se encuentran definidas con la precisión que sería necesaria. Así, incluso dentro de una misma teoría, suele quedar abierta la posibilidad de formular legítimamente el determinismo de maneras diversas, requiriendo de un juicio interpretativo para elegir la mejor formulación (Lombardi 2002, Bishop 2005). En la mecánica cuántica puede encontrarse un ejemplo paradigmático de la importancia de la interpretación del formalismo teórico (Lombardi y López 2015).

      2. UN CONOCIMIENTO INDETERMINISTA DE LOS SISTEMAS FÍSICOS

      El determinismo se predica no solo de las teorías científicas, sino también del conocimiento que se tiene de la evolución de los sistemas físicos. Para este tipo de determinismo, también llamado determinismo gnoseológico, el conocimiento del estado de un sistema en un instante dado permite conocer su estado en cualquier otro instante unívocamente. Es decir, el determinismo gnoseológico se encuentra fuertemente asociado a la noción de predictibilidad. Según la clásica formulación de Laplace, si una inteligencia pudiera conocer todas las fuerzas y posiciones de los cuerpos del universo en un instante dado, conocería la evolución del universo hasta sus últimos detalles: «nada le sería incierto, y tanto el futuro como el pasado estarían presentes a sus ojos» (Laplace 1814 [1985], 25).

      La diferencia entre el determinismo de las teorías físicas y el determinismo gnoseológico radica principalmente en que para el primero el determinismo es solo una característica de las leyes de la teoría (de sus ecuaciones dinámicas), mientras que el segundo también exige poder determinar las condiciones iniciales del sistema empíricamente. Pero esta exigencia resulta demasiado restrictiva, pues, en la práctica científica, para cada variable de estado existe no solo un valor dado, sino un inevitable error que depende de la precisión del instrumento de medición utilizado y que, además, se propaga en el tiempo (Bishop 2003). Por esta razón, se ha sugerido matizar la definición del determinismo gnoseológico de la siguiente manera: se dice que poseemos un conocimiento determinista acerca de un sistema cuando el conocimiento de su estado en un instante dado permite conocer unívocamente sus estados en los instantes posteriores dentro de un margen de error acotado por el interés particular que mueve la investigación (Lombardi 1998b, 72).

      El estudio de los sistemas físicos altamente inestables puso fuertemente a prueba esta posibilidad (Lombardi y López 2015), pues si bien en los sistemas mecánicos siempre es posible calcular la evolución temporal de las imprecisiones iniciales de las diversas variables, las incertidumbres finales dependen en gran medida de las características de las ecuaciones de movimiento. Cuando las ecuaciones que rigen la evolución temporal de un sistema físico son lineales, las predicciones de su evolución posterior se mantienen dentro de un rango de error acotado. Pero el desconocimiento del estado inicial exacto del sistema hace imposible predecir la evolución temporal de cada una de las partículas que componen ciertos sistemas complejos. Debido a que en estos sistemas el movimiento de las partículas está regido por ecuaciones muy sensibles a las condiciones iniciales, las trayectorias que siguen dos puntos inicialmente muy cercanos entre sí divergen de forma exponencial (y no linealmente) con el transcurso del tiempo, de manera que las pequeñas incertidumbres iniciales son amplificadas de forma exponencial en los sistemas caóticos (Bishop 2015).

      Es decir, el estudio de los sistemas caóticos ha dado lugar a un tipo de indeterminismo —un indeterminismo gnoseológico— que es diferente al que presentamos en la sección anterior. Este nuevo tipo de indeterminismo tiene su origen en la imposibilidad de conocer el valor de ciertas magnitudes con una precisión absoluta, y no en la existencia de distintas trayectorias posibles para el sistema. Es decir, cuando el indeterminismo se predica del conocimiento de los sistemas físicos, simplemente se afirma que se ignora una información que resulta relevante.

      Aunque un determinismo gnoseológico resulta difícilmente sostenible aplicado al conocimiento humano, no es un argumento incuestionable a favor del indeterminismo. El indeterminismo gnoseológico, por ejemplo, es compatible con un determinismo de las teorías científicas. El siguiente texto de Laplace ejemplifica esta afirmación: «la curva descrita por una simple molécula de aire o de vapor está determinada de una forma tan exacta como las órbitas de los planetas. Entre ellos no hay más diferencia que la derivada de nuestra ignorancia. La probabilidad es relativa en parte a esta ignorancia y en parte a nuestros conocimientos» (Laplace 1814 [1985], 27). Así también este texto de Darwin: «Hasta aquí he hablado a veces como si las variaciones […] fuesen debidas a la casualidad. Esto, por supuesto, es una expresión completamente incorrecta, pero sirve para reconocer llanamente nuestra ignorancia de la causa de cada variación particular» (Darwin 1859 [1983], 189).

      3. ¿ES LA NATURALEZA DETERMINISTA O INDETERMINISTA?

      Aunque hay autores que argumentaron de manera sólida en contra del determinismo gnoseológico (Popper 1982), la negación del determinismo gnoseológico no resulta un argumento concluyente para afirmar el indeterminismo en general, pues reconocer que nuestro conocimiento es insuficiente para predecir una evolución futura no invalida, por una parte, la posibilidad de que el determinismo se predique de las teorías científicas —como hemos visto en la sección anterior—; ni por otra parte, la de predicarlo de la naturaleza —como veremos en los párrafos siguientes (Earman 1986).

      Cuando el predicado determinismo se predica de la naturaleza («la naturaleza es determinista»), entendiendo por naturaleza al conjunto del universo, nos encontramos ante un determinismo ontológico. Para esta comprensión del determinismo, las nociones de necesidad e imposibilidad aplicadas a un universo-bloque adquieren una particular relevancia. Así, William James afirma: el determinismo «profesa que aquellas partes del universo ya establecidas señalan y decretan de un modo absoluto lo que serán las otras partes […] Cualquier otro futuro distinto de aquel que fue fijado desde la eternidad es imposible. El todo se halla en todas y cada una de las partes, engarzándose con el resto en una unidad absoluta, un bloque de hierro en que no puede haber error, sombra, o vuelta atrás» (James 1897, 150). Es decir, predicar el determinismo de la naturaleza lleva consigo afirmar que el universo en su conjunto se rige por cadenas causales inscritas en el plano ontológico.

      Pero ¿cómo probar que una evolución del sistema distinta de la que actualmente se observa resulta imposible? ¿Cómo decidir si la evolución del universo es «físicamente necesaria», si no es a través de las ecuaciones dinámicas que nos permiten predecir su evolución futura?

      Estas preguntas incitan a establecer una identidad entre la objetivación científica de los procesos naturales (las ecuaciones dinámicas que rigen la evolución de un sistema físico) y la realidad misma, pero esta identidad no es tal: los modelos científicos no son la naturaleza misma. Las teorías científicas aspiran a representar de un modo adecuado los procesos naturales, pero siempre contienen una cierta dosis de construcción y de conjetura. «Si creemos en la física moderna, ¿el mundo es determinista o no? No hay una respuesta limpia y simple. Las teorías de la física moderna pintan muchas diferentes y aparentemente inconmensurables imágenes del mundo; no solo no hay una teoría unificada de la física, no hay ni siquiera un acuerdo sobre el mejor camino para alcanzarla. Además, incluso dentro de una teoría particular —por ejemplo, la teoría cuántica o la teoría de la relatividad general— no existe un veredicto claro» (Earman 2004, 43).

      A pesar de que con frecuencia se confía excesivamente en los productos científicos, la distinción entre la realidad natural y su objetivación científica es, a nuestro juicio, una distinción clave. Cuando Nancy Cartwright argumenta a favor del indeterminismo sugiere lo siguiente: «En la metafísica tratamos de dar modelos generales de la naturaleza. La describimos como simple o compleja, gobernada por leyes o azarosa, unificada o diversificada.