¿Determinismo o indeterminismo?. Claudia Vanney. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Claudia Vanney
Издательство: Bookwire
Серия: Razón Abierta
Жанр произведения: Философия
Год издания: 0
isbn: 9788418360039
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un débil esbozo de esta inteligencia. Sus descubrimientos en mecánica y geometría, junto con el de la gravitación universal, le han puesto en condiciones de abarcar en las mismas expresiones analíticas los estados pasados y futuros del sistema del mundo. Aplicando el mismo método a algunos otros objetos de su conocimiento, ha logrado reducir a leyes generales los fenómenos observados y a prever aquellos otros que deben producirse en ciertas circunstancias. Todos sus esfuerzos por buscar la verdad tienden a aproximarlo continuamente a la inteligencia que acabamos de imaginar, pero de la que siempre permanecerá infinitamente alejado. Esta tendencia, propia de la especie humana, es la que la hace superior a los animales, y sus progresos en este ámbito, lo que distingue a las naciones y los siglos y cimenta su verdadera gloria. (Laplace 1985, 25-26)

      Como autor representativo de la filosofía mecánica, Laplace sostiene un determinismo ontológico. Sin embargo, desde un punto de vista práctico, también admite un indeterminismo gnoseológico, pues indica que, debido a la limitación de nuestro conocimiento, no podemos conocer completamente la evolución del sistema. En coherencia con la práctica y experiencia de la mecánica de la época, Laplace considera que entre nuestro conocimiento y el necesario para una predicción absoluta media una distancia infinita, pues es imposible precisar por completo el estado inicial de un sistema dinámico, que siempre se determina con un margen de error. Para conocer de manera completa el estado del sistema en un tiempo determinado se requiere una superinteligencia.

      Un caso paradigmático se encuentra en la mecánica de los fluidos, donde solo es posible una estimación estadística del rango de posición en que se encontrarían sus partículas después de un cierto tiempo, por lo que posición y tiempo tienen incertidumbre estadística. Sin embargo, esa indeterminación de los valores de los elementos de un sistema podría interpretarse como una imposibilidad técnica de medios para calcularlos, no como una indeterminación ontológica de esos valores. Si la indeterminación fuera solo cognoscitiva, seguiría siendo válido el determinismo como característica esencial de los sistemas naturales.

      Bishop señala las dos fuentes de error que conducen a un indeterminismo en la predicción. «La primera fuente de error es debida a las limitaciones en la precisión de las medidas […] Una segunda fuente de error es debida a las limitaciones en la representación de los valores iniciales de una variable (ej.: velocidad) para conseguir una precisión completa cuando el valor es un número irracional» (Bishop 2003, 181-183). Es importante destacar aquí que la imprecisión no se considera una propiedad de la naturaleza, sino que es debida a la limitación de nuestro conocimiento.

      En resumen, el determinismo mecanicista asume que, cuando se conocen las condiciones iniciales del sistema físico, las leyes que rigen su evolución dinámica le imponen una evolución determinada. Este es el núcleo del determinismo laplaciano (Bishop 2006, 30). Sin embargo, como las condiciones iniciales solo pueden establecerse con cierto margen de error, no es posible predecir dicha evolución con total exactitud. Esta dicotomía da lugar a una situación incómoda. Se acepta una ontología que se apoya en una física que, a su vez, no puede justificar dicha ontología: la mecánica no puede superar el indeterminismo en la predicción, que sería la confirmación experimental del determinismo. En estricta lógica, la aserción de determinismo no resulta entonces una conclusión de carácter científico, sino que responde a la ontología propuesta por el marco teórico de la mecánica clásica. En particular, el determinismo mecanicista descansa sobre el determinismo de las leyes newtonianas. Mientras la mecánica de Newton fue la teoría física dominante, esta manera de ver el mundo físico no implicó dificultades serias. Cuando la ley impone su hegemonía como categoría de determinación, la ontología correspondiente es la propia de la ley y, en este caso, se trata de una ontología cerrada: instalados en Newton, difícilmente se podría llegar a otro puerto distinto al mismo Newton. El éxito predictivo de la mecánica y la cercanía de sus explicaciones a nuestra experiencia ordinaria reforzaron la aceptación de una ontología mecanicista hasta fines del siglo XIX, pero el panorama cambió a inicios del siglo pasado, cuando nuevos resultados experimentales desafiaron las interpretaciones de nuestro sentido común.

      4. HEISENBERG. INTERPRETACIÓN DEL FORMALISMO

      A comienzos del siglo XX, la ontología propuesta por la mecánica clásica (la filosofía mecánica) sufrió una herida profunda, tal vez incluso mortal, con el desarrollo de la física del caos y, sobre todo, con la irrupción de la mecánica cuántica (paradigmáticamente representada por Heisenberg), dando origen a una nueva racionalidad científica.

      Con el estudio del caos determinista se inició una visión nueva y holística del mundo en donde ya no es posible sostener una propuesta reduccionista. Según Prigogine la ciencia del caos es una ciencia «de los procesos», más que de los «estados»; una ciencia «del devenir», más que una ciencia «del ser». El desorden controlado y el caos determinista son creativos y portadores de novedad. Las formas bellas y variadas que la naturaleza hace surgir ya no son representadas por líneas rectas o sencillas figuras geométricas. Curvas familiares como la elipse y el círculo engendran estructuras complejas (fractales), que muestran cómo la materia se autoorganiza según los principios de la complejidad, y adquiere propiedades emergentes que no se pueden deducir del estudio de sus componentes. A partir del estudio complejo del caos, las ciencias de la naturaleza se liberaron —según Prigogine— de la anquilosada concepción mecanicista y determinista en la que se negaban la novedad y la diversidad, en nombre de las leyes inmutables (Prigogine 1996). Por otra parte, algunas leyes de la mecánica cuántica —como el principio de indeterminación de Heisenberg— afirmaron un indeterminismo del que no solo es responsable nuestra falta de conocimiento, sino la misma naturaleza (Foster 2008).

      La crisis de la cosmovisión determinista afectó a la racionalidad en su conjunto, dando lugar a lo que Thomas Kuhn llamó un «cambio de paradigma» (Kuhn 1971). Las repercusiones de esta «revolución científica» fueron tales que condujeron a la aparición de una nueva disciplina académica: la filosofía de la ciencia. Cuando hablamos en la actualidad de filosofía de la ciencia, por ejemplo, nos referimos a una suerte de metaciencia (una reflexión sobre la misma ciencia) acerca del método (nociones varias no ordenadas), de la lógica (procedimientos lógicos), la teoría, el modelo, la demostración, la contrafactualidad, los mundos posibles, el espacio de estados o las fases, la probabilidad, la superveniencia, la emergencia, la ley, la predicción, el azar, la causación, etc. Todas ellas son nociones clave en el método de la filosofía de la ciencia. En este nuevo contexto, la relación entre la ciencia y la realidad se volvió a cuestionar, buscando establecer el valor veritativo y el alcance ontológico del conocimiento científico.

      En la última centuria se reflexionó mucho sobre los conceptos de ley de la naturaleza, causación y determinismo. El concepto de ley —entendido como categoría de determinación del mundo físico— no perdió su hegemonía en la nueva perspectiva, pues las preguntas últimas sobre la realidad natural continuaron dirigiéndose, de una manera directa o indirecta, hacia él. Pero, a diferencia de épocas anteriores, el concepto mismo de ley pasó a convertirse en objeto de estudio. Si bien se reconoció a las leyes de la naturaleza como la noción más significativa para caracterizar el determinismo, también comenzó una amplia reflexión sobre los tipos de generalización utilizados en las explicaciones científicas, pues no todas las generalizaciones verdaderas son o están asociadas a una ley (Loewer 2008, 327).

      Algunos autores, como Butterfield, consideraron que los conceptos de causación y predicción resultan insuficientes para tratar el problema del determinismo, e intentaron especificarlo sin acudir a ellos. Para indagar en el determinismo, han propuesto así utilizar conceptos más cercanos a las teorías físicas actuales y estrechamente vinculados al tratamiento lógico de las leyes —como los de sistema, estado, modelo o teoría científica—, sugiriendo evitar las posiciones clásicas que pueden resultar ambiguas y no han podido arrojar mucha luz sobre el problema hasta ahora (Butterfield 2005). Pero, paradójicamente, esta propuesta se encontró con problemas semejantes a los que se quería evitar. La noción de estado, por ejemplo, resultó particularmente problemática, pues para poder utilizarla con esta finalidad se le debe de exigir una serie de condiciones que la vuelven menos precisa de lo que se pretendía inicialmente.

      El