Al explorar las causas de la situación religiosa se analiza el papel que juega la Iglesia Católica Romana en las sociedades latinoamericanas y se señala en ella «un dogmatismo sin resquicios para el pensamiento individual» que lleva a las mentes inquietas al agnosticismo, y «el retraimiento de la Iglesia de las necesidades sociales y espirituales de nuestros pueblos». El diagnóstico es agudo y coincide con el que décadas más tarde sería planteado por los propios teólogos católicos:
La Iglesia interpretó el Reino de los Cielos como un estado de bienaventuranza en el más allá, y no como el reinado de la caridad, de la fraternidad y de la justicia en este mismo mundo terreno en que vivimos. Y mientras predicaba a los infelices y oprimidos la resignación y la esperanza, se olvidó de predicar la justicia y el amor a los amos despiadados y a los capitalistas negreros, y no hizo nada efectivo para mejorar la situación social y para dirigir una sabia evolución hacia la liberación de las masas esclavizadas.45
El Congreso y el Cristo viviente
En el Congreso hubo una fuerte nota cristológica que aparece en el informe de manera explícita, en la sección «El Congreso y el Cristo viviente»:
¿Y qué lugar ocupó Cristo en el Congreso? Esta es la piedra de toque por excelencia para valorizar debidamente la significación de una reunión como aquella. Individual y colectivamente, las vidas y las ocasiones más fructíferas son aquellas cuyo centro es Jesús, así que nos basta averiguar la posición relativa del Crucificado en una iglesia, comunidad o asamblea representativa, cual la de La Habana para apreciar su potencialidad y augurar los resultados.46
El informe señala que hubo ciertos temores de que «algunas corrientes disolventes del pensamiento religioso moderno» tuviesen influencia sobre su desarrollo, lo cual hubiera conducido a «que presidiese nuestras deliberaciones y acuerdos un Cristo desfigurado e impotente». Luego de algunos debates «se vio que todos estábamos a las plantas del Cristo viviente de los Evangelios, diciéndole como Pedro en ocasión memorable: ‘Señor ¿a quién iremos? Sólo tú tienes palabras de vida eterna’».47 Hay también referencia al ambiente de piedad predominante: «Diariamente, en la hora devocional, no hacíamos más que buscar la fuerza y la inspiración para nuestras tareas, en la comunión con Cristo». Luego, al finalizar cada día, «en la última hora de meditación, cada uno de los que nos dirigieron se esforzaron por hacernos sentir la presencia de este Cristo Eterno de nuestra fe».48
Señala el informe que «al par de una absoluta lealtad a los principios esenciales del Evangelio, el Congreso se manifestó muy poco dispuesto a la dogmatización de los mismos». Podría esta ser una referencia a la sospecha que despierta en algunos sectores evangélicos de fuerte influencia pietista el esfuerzo por articular la fe en definiciones dogmáticas. El informe señala que hay que dejar «bien clara y fuera de toda sospecha, la posición del Congreso al respecto: fidelidad a los principios y a las doctrinas capitales del cristianismo en cuanto a la persona de Jesús, y, al mismo tiempo, escasa disposición para formular credos cerrados y rigurosos.49 Hay también referencia a las recomendaciones aprobadas por la Comisión de Evangelización en las cuales «recomiendan como tópicos de primera necesidad, la fe en Cristo como Salvador; el arrepentimiento y la regeneración; en una palabra, la presentación de ‘un Cristo vivo que regenere el corazón del individuo, y que, a la vez, transforme la sociedad’».50
1 Sobre Thomson ver Arnoldo Canclini, Diego Thomson. Apóstol de la enseñanza y distribución de la Biblia en América Latina, Sociedad Bíblica Argentina, Buenos Aires, 1987.
2 Hans Jürgen Prien, La historia del Cristianismo en América Latina, Sígueme, Salamanca, 1985.
3 Jean Pierre Bastian, Breve historia del Protestantismo en América Latina, CUPSA, México, 1986; Protestantismos y modernidad latinoamericana, Fondo de Cultura Económica, México, 1994.
4 Pablo Deiros, Historia del cristianismo en América Latina, Fraternidad Teológica Latinoamericana, Buenos Aires, 1992.
5 Rubén Ruiz Guerra, Hombres nuevos. Metodismo y modernización en México (1873-1930), Casa Unida de Publicaciones, 1992.
6 Carlos Mondragón, Leudar la masa: el pensamiento social de los protestantes en América Latina: 1920-1950, Kairós, Buenos Aires, 2005.
7 Juan Fonseca Ariza, Misioneros y civilizadores. Protestantismo y modernización en el Perú (1915-1930), Pontificia Universidad Católica del Perú, Lima, 2002.
8 Kenneth Scott Latourette, Desafío a los protestantes, La Aurora, Buenos Aires, 1956, p. 78
9 Fueron editadas por Daniel Hall con el título Llanos y montañas, Imprenta Metodista, Buenos Aires, 1913. Una selección apareció en Lima como Precursores evangélicos, Ediciones Presencia, 1984.
10 Hay unas breves notas autobiográficas en Llanos y montañas y una biografía por Claudio Celada en Un apóstol contemporáneo. La vida de Francisco G. Penzotti, La Aurora, Buenos Aires, 2da. ed.,1945.
11 Precursores evangélicos, p. 134.
12 Conocidas en inglés como faith missions, es decir, no vinculadas a un cuerpo denominacional.
13 Regions Beyond Missionary Union.
14 John Ritchie, La iglesia autóctona en el Perú, IEP, Lima, 2003. Original inglés: The Indigenous Church in Peru, World Dominion Press, 1932; y además Indigenous Church Principles in Theory and Practice, Fleming H. Revell, New York, 1946.
15 El Heraldo, Vol. II, No.11, Lima, agosto de 1913, p. 82.
16 Vol. I, No.1, p. 4
17 Ibid., énfasis del autor.
18 El Heraldo I, 4, 4
19 José Míguez Bonino, Rostros del protestantismo latinoamericano, Nueva Creación, Buenos Aires, 1995, p. 46.
20 Mackay, El otro Cristo español, p. 322.
21 Juan A. Mackay, El otro Cristo español, Colegio San Andrés, Lima, 2da. ed., 1988, p. 315.