32 Luis Resines, Las raíces cristianas de América, CELAM, Santafé de Bogotá, 1993, p. 65.
33 Ibid., p. 65
34 Ibid.
35 Ibid., p.66.
36 El término «Cristopaganismo», propio de la misiología protestante, designa un tipo de sincretismo que persiste allí donde el proceso de evangelización fue defectuoso, dejando el sistema de creencia y práctica animista virtualmente intacto pero mezclado con algunos elementos cristianos. Ver Scott Moreau, ed., Evangelical Dictionary of World Missions, Baker, Grand Rapids, 2000, pp. 188-189.
37 J. E. Monast, Los indios aimaraes. ¿Evangelizados o solamente bautizados?, Carlos Lohlé, Buenos Aires, 1972, p. 65.
38 Thomas M. Garr, S.J., Cristianismo y religión quechua en la prelatura de Ayaviri, Instituto de pastoral Andina, Cusco, 1972, p. 97.
39 Ibid., p. 98.
40 Ibid., p. 292.
41 Me he ocupado del tema más extensamente en Tiempo de misión, cap. 9.
42 Tal fue el caso de la Regions Beyond Missionary Union (Unión misionera hacia las regiones remotas) a comienzos del siglo XX en el Perú, o de la Bolivian Indian Mission (Misión a los indios bolivianos).
43 Un excelente y bien documentado estudio del tema es Juan Fonseca Ariza, Misioneros y civilizadores. Protestantismo y modernización en el Perú, Fondo Editorial Pontificia Universidad Católica del Perú, Lima, 2002.
44 Luis E. Valcárcel, Memorias, Instituto de Estudios Peruanos, Lima, 1981, p. 71. Un libro clásico del mismo autor titulado Tempestad en los Andes, escrito en 1927, dedica dos capítulos a la presencia evangélica.
45 F. A. Stahl, In The Land of the Incas, Mountain View, 1920.
46 J. A. Encinas, Un ensayo de Escuela Nueva en el Perú, Imprenta Minerva, Lima, 1932 (Edición facsimilar publicada por el Centro de Investigación y Desarrollo de la Educación, Lima, 1986), p. 148.
47 Ibid.
48 Juan B. Kessler, Historia de la evangelización en el Perú, Ediciones Puma, Lima, 1993, pp. 231-233.
49 Luis E. Valcárcel, Tempestad en los Andes, Editorial Universo, Lima, 1972 (primera edición 1928).
50 Webster E. Browning, El Congreso sobre obra cristiana en Sudamérica, Comité de Cooperación en América Latina, Montevideo, 1926, p. 73.
51 Ibid., p. 218.
4
El Cristo de la predicación protestante inicial
La tranquilidad conventual de la vida colonial en la América española fue sacudida de cuando en cuando por la presencia de piratas o corsarios ingleses y holandeses o por rebeliones de indios exasperados por el abuso de encomenderos y autoridades coloniales. En las batallas contra los piratas, caían algunos prisioneros que a veces eran juzgados, castigados o ejecutados por un tribunal inquisitorial. El proceso que era una burla a todo sentido de justicia o equidad estaba siempre presidido por un inmenso crucifijo, como si el Crucificado fuese testigo impotente de esa tenebrosa parodia, o peor aún, como si la bendijera. Durante el siglo dieciocho, la férrea censura de libros e ideas no consiguió impedir del todo que empezaran a infiltrarse las ideas revolucionarias que sacudían a Europa.
El fermento ideológico de los rebeldes tenía a veces un marcado tono antirreligioso de modo que las revoluciones libertarias que explotaron a comienzos del siglo diecinueve, aunque no eran explícitamente contrarias a la fe cristiana, sí eran críticas de la alianza entre la iglesia y el poder colonial. En medio de las tensiones del movimiento emancipador que va de 1810 a 1824, hacen su aparición los primeros ejemplares de la Biblia que fueron distribuidas por viajeros como el escocés Diego Thomson, en puertos como Buenos Aires, Valparaíso o el Callao.1 Compradas por curiosos ávidos de novedades o por cristianos cansados de las contradicciones de la religión oficial, estas Biblias precedieron a los misioneros protestantes. Así para los lectores audaces que se atrevían a comprar y leer estos libros prohibidos, las páginas de los Evangelios iban a empezar a propagar la imagen y el mensaje de un Cristo diferente al que había predominado en tres siglos de vida colonial.
Cristología de la misión protestante
Los colportores que hicieron largos viajes de propaganda bíblica durante buena parte del siglo diecinueve, fueron seguidos después por los misioneros que muchas veces venían a formar comunidades empezando por los lectores de la Biblia con los cuales se había mantenido contacto. Estos misioneros eran artesanos o personas de una clase media emergente en Gran Bretaña y Estados Unidos. Poseedores de entusiasmo evangelizador y de la espiritualidad del pietismo, no eran teólogos capaces de articular una comprensión de su fe que respondiese a un análisis cultural del contexto. Más que la paciencia del estudioso tenían el sentido de urgencia del convertidor, pero generalmente expresaban su fe de una manera cristocéntrica, en la cual Cristo ocupaba un lugar central como objeto de fe, ejemplo de vida y centro de su mensaje.
En esta mirada al Cristo que fue anunciado en América Latina por las generaciones iniciales de misioneros y predicadores evangélicos, tenemos que reconocer la limitación de nuestro estudio. Estamos recién en los comienzos de una investigación amplia y detenida en fuentes primarias desde mediados del siglo diecinueve, tales como crónicas, relatos e informes de misioneros, libros, folletos, artículos y sermones en revistas evangélicas. Historiadores como el alemán Hans Jürgen Prien,2 o el suizo Jean Pierre Bastián3 y el argentino Pablo Deiros4 abrieron el camino de trabajo paciente y crítico en fuentes primarias, aunque sin un interés específico en la teología de los misioneros. Una nueva generación de investigadores latinoamericanos como los mexicanos Rubén Ruiz Guerra5 y Carlos Mondragón6 y el peruano Juan Fonseca7 nos ayudarán a comprender mejor el desarrollo histórico de la teología en América Latina.
Por el momento ofrecemos este capítulo tentativo, conscientes de su selectividad y limitación. Tomamos figuras que nos parecen representativas, utilizando las fuentes escritas que han alcanzado ya el nivel de una articulación meditada, y limitándonos al siglo veinte. Nos referiremos a tres misioneros que representan estilos muy diferentes de predicación y literatura, cuyo trabajo por momentos se concentró en un país, pero alcanzó luego resonancia continental. En el siguiente capítulo consideraremos a las generaciones iniciales de evangélicos latinoamericanos. Tanto para unos como para otros vale recordar que el fervor misionero protestante surge en círculos pietistas de la Europa