5.20 Ya se ha planteado el primer y único ejercicio para la mente que contiene este Curso: “Dedica tus pensamientos a la unión”. Cuando tu mente se llene de pensamientos sin sentido, cuando surja el resentimiento, cuando aparezca la preocupación, repite el pensamiento que viene a abrir tu corazón y despejar tu mente: “Dedico todo pensamiento a la unión”. Cada vez que necesites reemplazar pensamientos sin sentido, piensa en esto y repítelo, no una, sino cien veces al día si es necesario. No debes preocuparte por qué es lo que ha de ocupar el lugar de los pensamientos sin sentido, ya que tu corazón intercederá satisfaciendo su anhelo de unión en cuanto expreses la voluntad de permitir que lo haga.
5.21 Todavía no entiendes con qué fuerza te resistes a la unión que convertiría el infierno en cielo, la locura en paz. Todavía no comprendes tu capacidad de elegir qué es lo que haces real en tu creación del mundo. El único significado posible del libre albedrío es éste: qué eliges unir contigo y qué eliges dejar afuera.
5.22 Tu deseo de estar separado es el deseo más demente que has concebido. A tu anhelo de unión antepones este deseo de estar separado y solo. Toda tu resistencia a Dios está basada en esto. Crees que has elegido separarte de Dios para hacer las cosas por tu cuenta, y mientras anhelas regresar a Dios y al cielo que es tu hogar, no quieres reconocer que no puedes hacerlo solo. Así, has convertido la vida en una prueba, creyendo que puedes superarla o suspenderla por tus propios esfuerzos. Sin embargo, cuanto más te esfuerzas por hacerlo solo, más te das cuenta de la futilidad de tus esfuerzos, si bien no quieres reconocer que tus esfuerzos son fútiles. Te aferras al esfuerzo como si ése fuese el camino a Dios, sin querer creer que todo esfuerzo es en vano, o que existe una solución sencilla. Una solución sencilla dentro de tu mundo, una solución que no requiera ningún esfuerzo por tu parte, se considera de escaso valor. “El individuo” –razonas– “se hace a través de todo este esfuerzo y lucha, sin los cuales no llegaría a ser”. En esto tienes razón, pues al convertirte en un individuo, te niegas tu unión con todos los demás.
5.23 Todos tus esfuerzos por ser un individuo se centran en la vida de tu cuerpo, con la intención de mantener así el cuerpo separado. “La superación” es tu eslogan aquí, mientras luchas por superar toda la adversidad y los obstáculos que te impiden tener lo que crees que quieres tener. Ésta es tu definición de la vida, y mientras siga vigente, definirá aquello que ves como real. Te presenta miles de opciones entre las que has de elegir, no una, sino múltiples veces, hasta que llegas a creer que tu poder de elección es una fantasía y que en realidad eres impotente. Así que acotas lo que quieres y lo persigues con firme resolución, creyendo que la única opción que está bajo tu control es la de decidir a qué vas a dedicar tus esfuerzos para obtenerlo. Crees que si dejas de lado todo lo demás y te concentras en esta única opción, al final tendrás éxito. Ésta es la medida de la fe que tienes en tu propia capacidad de salir airoso en este mundo que has fabricado; y si al final triunfas, consideras que esa fe estuvo justificada. El coste no se examina ni se reconoce, y sin embargo, al dar fruto esa fe, el coste se hace patente. En vez de sentir que algo has ganado, ahora lucharás por superar una sensación de pérdida. ¿En qué te has equivocado?, te preguntarás. ¿Por qué no estás satisfecho con todo lo que has logrado?
5.24 Este “conseguir lo que quieres”, que es el motor de tu vida, resulta una y otra vez no ser lo que quieres cuando lo has logrado. Sin embargo, cuando esto ocurre, crees simplemente que has elegido mal, por lo que vuelves a elegir otra cosa y después otra, sin detenerte para darte cuenta de que eliges entre ilusiones. Te llevas una gran sorpresa al no encontrar la felicidad en lo que buscas. Sigues viviendo la vida como si fuese una prueba, empujándote a encadenar un logro después de otro, convencido de que el próximo –o el siguiente– será el que dé resultado.
5.25 ¡Menudo engaño es éste! Pues lo que no haya dado resultado en una ocasión, seguramente volverá a fallar. Detente ahora, y renuncia a lo que crees que quieres.
5.26 Detente ahora y observa la reacción que te producen estas palabras, la fuerza de tu resistencia. ¿Renunciar a lo que quieres? Sin duda esto es lo que esperabas que Dios te pidiera, y de lo que llevas toda la vida protegiéndote. ¿Por qué habrías de realizar este sacrificio? Entonces, ¿cuál sería el propósito de tu vida? Si lo que quieres es en realidad muy poco, ¿cómo se te puede pedir que renuncies a ello?
5.27 Es cierto que quieres poco, y sólo cuando te des cuenta de ello podrás proceder a tomar posesión de todo lo que es tuyo.
5.28 Con cada unión a la que te entregas, tu mundo real se agranda y disminuye lo que queda para aterrorizarte. Ésta es la única pérdida que la unión genera, y se trata de perder algo que era ilusorio. A medida que la unión comienza a parecerte más atractiva, empiezas a preguntarte cómo se produce. Debe de haber algún secreto que no conozcas. “¿Cuál es la diferencia” –te preguntas– “entre fijarte una meta y alcanzarla, y unirte con algo?”.
5.29 Estas dos cosas no tienen por qué ser distintas; lo son porque así lo decides, al elegir conseguir lo que quieres por ti mismo. Ésta es la única diferencia que hay entre la unión y la separación. Separación es todo aquello que percibes solo. Unión es todo aquello que me invitas a compartir y compartes con Dios. No puedes estar solo, ni sin tu Padre, mas tu invitación es necesaria para que tomes conciencia de esta presencia. Al igual que en su momento yo lo fui, eres a la vez humano y divino. Lo que tu yo humano ha olvidado, tu verdadero Ser lo conserva para ti, a la espera tan sólo de que le des la bienvenida para dártelo a conocer de nuevo.
5.30 A Dios lo conoces en las relaciones, pues éstas son lo único real aquí. A Dios no se lo puede ver en las ilusiones, ni pueden conocerlo quienes le temen. Todo temor es temor a las relaciones y, por ende, temor a Dios. Puedes aceptar el terror que reina en otra parte del mundo porque no sientes ninguna relación con él. Es sólo a través de las relaciones como las cosas se vuelven reales. Eres consciente de eso, por lo que procuras mantener alejado todo lo que aumentaría tu incomodidad y tu dolor si tuvieras relación con ello. En el hecho de pensar que una relación puede causar terror, incomodidad o dolor es donde estriba el error de tu manera de concebir las relaciones.
5.31 Crees que entrar en contacto con la violencia es tener relación con ella. No es así. Si lo fuera, estarías unido a todo aquello con lo que entrases en contacto y el mundo sería efectivamente el cielo, a medida que todo aquello que vieras fuera bendecido por tu santidad. Tu manera de moverte por el mundo sin relacionarte con él en absoluto es la causa de tu distanciamiento del cielo que el mundo podría ser.
5.32 Recuerda ahora un día maravilloso, porque cada uno de vosotros ha tenido por lo menos un día que constituyó una luz brillante en un mundo de oscuridad. Un día en el que el sol brilló en tu mundo y te sentiste parte de todo. Cada árbol y cada flor te daba la bienvenida. Parecía que cada gota de agua refrescaba tu alma, que cada brisa te llevaba al cielo. Parecía que cada sonrisa era para ti, y que tus pies apenas tocaban el suelo mullido por el que caminabas. Esto es lo que te espera cuando te unas con lo que ves. Esto es lo que te espera cuando dejes de juzgar al mundo, y al hacerlo te unas con todo y extiendas tu santidad por un mundo de pena, y así lo conviertas en un mundo de alegría.
CAPÍTULO 6
Perdón/Unión
6.1 La unión se apoya en el perdón. Esto lo has oído antes sin entender qué es lo que has de perdonar. Debes perdonar la realidad por ser lo que es. La realidad, lo verdaderamente real, es la relación. Debes perdonar a Dios por crear un mundo en el que no puedes estar solo. Debes perdonar a Dios por crear una realidad compartida, antes de que puedas comprender que es la única realidad que desearías tener. Has de perdonar esta realidad por ser distinta de como siempre la has imaginado. Has de perdonarte a ti mismo por no ser capaz de hacer las cosas por tu cuenta, porque has reconocido la imposibilidad de hacerlo. Has de perdonarte por ser lo que eres: un ser que sólo existe en relación. Has de perdonar a todos los demás por ser como tú. Ellos tampoco pueden estar separados, por mucho que se esfuercen en lograrlo. Perdónalos. Perdónate a ti mismo. Perdona a Dios. Entonces estarás preparado para empezar a aprender hasta qué punto es diferente vivir en la realidad de la relación.
6.2 Tu hermano no existe separado de ti, ni tú