Otra vez el timbre, ahora en la puerta de arriba.
Era su primer día en el apartamento, ¿quién narices tenía que llamar al timbre? Arabia respiró para serenarse, después de pensar que cabía la posibilidad de que algún vecino se hubiese percatado de que había pasado la noche allí, o que tal vez hubiese escuchado el ruido del aspirador. Ensayó en el espejo una sonrisa para aparentar ser amable y luego volvió a ponerse la ancha y blanca camiseta que había estado usando por la mañana; ya no estaba tan limpia. También se puso unos vaqueros.
Al abrir la puerta, la falsa sonrisa que había practicado desapareció al instante.
—¿Qué haces en mi puerta?
—Necesito hablar contigo.
Arabia estaba más que alucinada. Le parecía muy rastrero que hubiese accedido al edificio a pesar de que ella no le había abierto la puerta, dejando claro que no tenía ninguna intención de hablar con él.
—Ari, lo siento. Yo no sabía que tú...
—Oh, no sabías que estaba embarazada cuando te largaste. ¿Es eso lo que quieres decirme?
—Déjame hablar —inquirió, sereno.
—Jake, rehíce mi vida hace mucho como para que vengas ahora a disculparte por algo del pasado que ya carece de sentido para mí.
—Pero la niña, quiero decir, tu hija...
—Exacto. Mi hija.
—¿Sabías que estabas embarazada antes de que me fuera?
Arabia intentó cerrarle la puerta en las narices, pero él se lo impidió.
—¿Esto quiere decir que sí?
—¿Qué importa?
—¡Sí importa, Ari, y mucho! —gritó—. ¿Por qué no me lo dijiste?
Le había gritado. Sí, lo había hecho otra vez. Ni con el paso del tiempo había conseguido aprender a comportarse.
—Jake, quiero que te vayas.
—Ari...
—No tienes ningún derecho a venir a mi casa a pedirme explicaciones de ningún tipo, así que márchate.
Se dio cuenta de que Jake estaba mirando hacia el interior y al darse la vuelta vio a Jazzlyn mirándolos justo detrás.
—Márchate o llamo a la policía.
—¿Qué?
—Ya me has oído.
—¿Cómo puedes decir eso?
Arabia no se inmutó. Mantuvo el semblante serio, dándole a entender que no estaba bromeando.
—Yo solo... —Jake había apoyado la mano sobre la puerta para retrasar el momento en que ella cerrase y diese por concluida la conversación—. Ari, yo...
—Ya nos veremos, Jake.
Finalmente cerró.
¿Que por qué no se lo había dicho?, meditó después para sus adentros.
Miró a su hija y, por un momento, llegó a pensar que tal vez hubiese sido mejor para ella que se lo hubiese contado cuando tuvo oportunidad. Pero cuando aquello sucedió, Jazzlyn no existía físicamente. Todavía no pensaba en ella como parte del mundo que conocía, de su mundo. En aquel entonces le parecía mucho más importante pensar que lo que Jake dejaba atrás era únicamente a ella misma. Se preguntaba si tal vez se habría equivocado... Después pensó en Kevin, en cómo se había hecho cargo de ambas sin que nadie se lo pidiera y en cómo Jazzlyn lo señalaba como su papá.
Sin más motivo que el cúmulo de sentimientos, se echó a llorar.
Viernes
6 DE DICIEMBRE 1991
J
ake estaba sentado en una de las mesas más apartadas esperando a que su hermano terminase de trabajar. No tenía nada mejor que hacer, así que cenó allí y lo esperó para regresar juntos a casa. Esa misma mañana había pensado en la posibilidad de volver a hablar con Arabia, pero no se atrevía. Tenía la sensación de que cumpliría con su promesa de llamar a la policía si volvía a aparecer por allí.
Tampoco había vuelto a ir a casa de Derek, aunque sabía que tarde o temprano tendría que hacerlo. Zane le había dicho la noche anterior, mientras cenaban en casa de Louis, que los domingos era día de comida familiar, así que también estaba invitado. Además, los niños habían preguntado por él. La verdad era que se había sorprendido mucho del aspecto de ambos. Danielle era más bonita si cabía que cuando tenía dos años, y Jack estaba bastante alto y desbordante de energía. No les había prestado mucha atención, pero, ahora que estaba de vuelta, tenía que empezar a comportarse. Ese había sido uno de los tratos antes de su regreso. Había superado la muerte de Rachel, así que ya era hora de ser el tío que nunca había sido, ni de uno ni de otro.
Eran ya más de las doce de la noche y todavía quedaban algunas parejas terminando el postre —además de un grupo bastante grande que parecía que estaba de cena de empresa—, por lo que la mayoría de los camareros iban de aquí para allá terminando de servir y recogiendo platos y cubiertos. Louis era uno de ellos, pero hacía ya rato que le había perdido de vista.
Mientras esperaba, volvió a pensar en Arabia y en la niña que ahora sabía que en realidad era su hija y no de aquel otro chico que Arabia había conocido y con el que se había trasladado a California.
—Voy a tener que barrerte los pies si sigues sin levantarte de la silla.
Escuchó una voz aguda por detrás y se dio la vuelta. Se quedó parado mirando a la chica que tenía delante de sus narices, al lado de Louis. Primero porque algo le resultaba familiar, y luego porque la reconoció.
—¿Te acuerdas de mí?
—¿Sammy? —Jake se levantó para saludarla—. ¿Qué estás haciendo aquí?
—Trabajo aquí —respondió ella sonriendo.
Por supuesto que trabajaba allí. Llevaba el mismo uniforme que su hermano y, además, era ella la que en ese momento tenía la escoba en la mano.
—¿Cómo es que no me lo habías dicho? —le preguntó a su hermano.
—La verdad es que no me acordaba de que ya os conocíais. Cuando empecé a trabajar aquí ni siquiera lo sabía.
—No fue hasta tiempo después, cuando vi a vuestra hermana Zane, que yo até algunos cabos y llegué a la conclusión de que Louis era tu hermano pequeño.
La Sammy que él recordaba había crecido mucho, otra vez, aunque su aspecto no distaba demasiado del que tenía entonces. Tal vez se debiera a que la veía con ropa de trabajo y todo le parecía muy similar, aunque sin duda ya debía de pasar los veinte. Tenía el pelo castaño recogido en una coleta alta y sus ojos, también castaños, lo miraban con simpatía.
—Entonces trabajáis juntos.
—Sí, y desde hace mucho, además —continuó Louis.
—Es genial volver a verte —le dijo ella.
Louis le hizo un gesto de advertencia para que siguieran trabajando y Jake se dirigió por fin hacia la salida del restaurante para dejar que pudiesen hacer sus tareas. El destino le había vuelto a plantar delante de sus narices a Samantha Key, la hermana pequeña de Danna. Y cuál fue su sorpresa cuando, una vez que su hermano y ella salieron