408Edwards Matte, op. cit., pp. 15-16.
409Tornero, op. cit., p. 95.
410Eugenio Pereira Salas, Historia de la música en Chile (1850-1900), Publicaciones de la Universidad de Chile, Editorial del Pacífico, S.A., Santiago, 1957, p. 13.
411Merino y otros, Prácticas sociales de la música, p. 99.
412Juan Eduardo Vargas Cariola, “El Teatro de la Victoria: un espacio de sociabilidad en Valparaíso durante el siglo XIX (1844-1878)”, en BAChH, 106, 1996, p. 260.
413Pereira Salas, Historia de la música, pp. 144-146.
414Merino y otros, Prácticas sociales de la música, p. 103.
415Pereira Salas, Historia de la música, p. 31 y ss.
416ANH, MI, 1.382, s.f.
417Pereira Salas, Historia de la música, pp. 23-24.
418Pereira Salas, Historia de la música, pp. 126-127.
419ANH, MI, 1.382, s.f.
420Pereira Salas, Historia de la música, p. 142; ANH, MI, 1.385, s.f.
421Pereira Salas, Historia de la música, p. 143.
422Vargas Cariola, “El Teatro”, cit., pp. 263-268, Julio Heise González, Historia de Chile. El periodo parlamentario, 1861-1925, I, Editorial Andrés Bello, Santiago, 1974, p. 167 y ss.
423Pereira Salas, Historia de la música, pp. 17-18.
424Examina el desarrollo musical valdiviano Guarda en Nueva Historia, p. 625 y ss.
425Walpole, op. cit., pp. 337-338.
426Pereira Salas, Historia de la música, pp. 121-125.
427Tornero, op. cit., p. 95.
428Fernando Purcell Torretti, “La chingana como espacio privado de diversión popular. Colchagua, 1850-1880”, en Lo público y lo privado en la historia americana, Fundación Mario Góngora, Santiago, 2000, pp. 200-203.
429Merino y otros, Prácticas sociales de la música, p. 98.
430El Copiapino, 2 de julio de 1849, en Merino y otros, Prácticas sociales de la música, pp. 101-102.
431Merino y otros, Prácticas sociales de la música, p. 96; Zapiola, op. cit., pp. 31-33, quien afirma que el auge de las chinganas en la capital se debió a la llegada, en 1831, de las célebres Petorquinas.
432Chouteau, op. cit., p. 165.
433Purcell Torretti, op. cit., pp. 204-205.
434Merino y otros, Prácticas sociales de la música, p. 97. Zapiola alude al rumor difundido por los “maliciosos de entonces” en op. cit., p. 33.
435Purcell Torretti, op. cit., pp. 215-216.
CAPÍTULO V
LA POBLACIÓN Y LA “SALUD PÚBLICA”
JUAN EDUARDO VARGAS
La construcción de la República, tarea a la que se abocaron las elites a partir de 1810, supuso un esfuerzo sostenido para instaurar bases políticas, legales, económicas, sociales y culturales diferentes a las que existieron hasta entonces. La llamada “salud pública” tampoco quedó ausente de esta fiebre reformista, pero los planes que se trazaron no supusieron, a diferencia de los anteriores, un intento de corte absoluto con el pasado. Antes bien, podría decirse que los gobiernos republicanos se sumaron, aunque con mucho más énfasis, a la preocupación de los Borbones por el combate a las enfermedades, apoyándose incluso en algunas de sus instituciones. En realidad y, al igual que dichos monarcas, lo que persiguieron fue incrementar el número de habitantes del país, convencidos de que la medicina y los médicos tenían las herramientas para hacerlo y que, por otra parte, la nación que daba sus primeros pasos jamás sería poderosa si carecía de una gran población.
LA POBLACIÓN Y SUS ENFERMEDADES
El número 5 de la Aurora de Chile, correspondiente al 4 de febrero de 1813, incluyó un artículo en el cual se escribía, entre otras cosas, que
si se reflexionase [en] el inmenso costo que produce a la Sociedad la manutención y educación de un hombre hasta llegar a la edad de la pubertad, la autoridad tutelar cuidaría con más eficacia de su conservación. Un gobierno se cree satisfecho de cumplir con sus sagrados deberes con solo evitar las guerras exteriores y vigilar sobre el orden interior para conservar la vida de los ciudadanos. Pero las más sangrientas guerras no hacen a veces tanto estrago cuanto un defecto en la legislación, o una omisión sobre la salud pública […]. Un sabio gobierno debe escrupulosamente atender a todos aquellos ramos que son indispensables a la conservación de la raza humana, de cuyo aumento pende la prosperidad de una nación436.
La relación que se hacía entre “salud pública”, “raza humana” y “prosperidad de una nación” no era, en realidad, una novedad. Constituía una de las trilogías ilustradas, bien expuesta por Campomanes en la segunda mitad del siglo XVIII, al aseverar, siguiendo la lógica mercantilista en boga437, que “la población numerosa y destinada es el mayor bien de un Estado y el fundamento de