Historia de la República de Chile. Juan Eduardo Vargas Cariola. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Juan Eduardo Vargas Cariola
Издательство: Bookwire
Серия: Historia de la República de Chile
Жанр произведения: Документальная литература
Год издания: 0
isbn: 9789561424586
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Eusebio Pizarro, a mediados de octubre se inició la construcción de un pequeño fortín, labor que concluyó a principios de noviembre. La elección del lugar, justificada tal vez desde el punto de vista militar, fue desafortunada para el asentamiento permanente de una colonia por la mala calidad del suelo, la violencia de los vientos que la azotaban, la falta de agua y la distancia del bosque maderable319. El fortín fue entregado al teniente González, quien fue nombrado gobernador provisorio, con 10 personas más, dos mujeres entre ellas. De esta modestísima envergadura fue, pues, el primer establecimiento chileno en el estrecho320. A principios de febrero de 1844 fondeó la goleta Voladora, con el sargento mayor Pedro Silva, nombrado gobernador en propiedad por Domingo Espiñeira, intendente de Chiloé, más un capellán, soldados, algunos con sus mujeres, un carpintero y un herrero. La nave conducía, además, alimentos, plantas, semillas y animales. El gobernador Silva, que se dedicó a ampliar el fortín con nuevas construcciones, fue sustituido a fines de junio por el sargento mayor Justo de la Rivera, designado por el gobierno, a quien acompañaron un médico, oficiales y voluntarios, así como pertrechos y animales. El incremento de los habitantes del fortín obligó a nuevas ampliaciones del recinto. Desde los primeros momentos de la ocupación los gobernadores recibieron las visitas de grupos de indígenas tehuelches o aónikenk, a los cuales era necesario halagar tanto para mantenerlos alejados de la influencia de las autoridades argentinas de Río Negro, como para obtener de ellos carne de guanaco y hacer frente así a las serias privaciones de alimentos que sufrían los colonos. En 1845 se hizo cargo del fuerte el ex gobernador Pedro Silva, quien, como su antecesor, consideraba muy improbable su subsistencia por la precariedad en que se desenvolvía. La llegada de un nuevo gobernador en 1847, el sargento mayor José Santos Mardones, significó un cambio radical en la viabilidad del establecimiento. Coincidiendo con sus antecesores en la imposibilidad de asegurar su permanencia en el lugar en que se encontraba, después de un numeroso intercambio de informes con las autoridades, y obviando las trabas burocráticas, dispuso, sin la autorización del gobierno, y por cierto sin su ayuda, el traslado de la colonia a una lugar más apto, previamente explorado, Sandy Point o Punta de Arena, Punta Arena y finalmente, Punta Arenas, a la vera del Río del Carbón, el cual se completó, con enormes esfuerzos, en diciembre de 1848321. Al concluir el año 1849 habitaban 139 personas en la colonia, que a fines de 1851 y con un nuevo gobernador, el capitán de fragata Benjamín Muñoz Gamero, superaban las 400 almas.

      Al debilísimo apoyo dado por el gobierno a la colonia, que se tradujo en la carencia de elementos esenciales para la vida de sus pobladores, se agregó una determinación que tuvo lamentables consecuencias: su conversión, desde antes de 1847, en lugar de relegación para reos de delitos comunes, militares y políticos. El peligro que significaba esa política era evidente, y así lo subrayó Muñoz Gamero al gobierno:

      No obstante la opinión generalizada en Santiago de que se debía abandonar el intento colonizador en Magallanes, el gobierno de Montt encargó la repoblación a Bernardo Philippi, conocedor de la zona y cuya notable labor en Valdivia y Llanquihue había sido calificada positivamente. Philippi logró interesar a un pequeño grupo de alemanes de Valdivia para que se trasladaran a Magallanes, entre ellos el pintor Carl Alexander Simon, y con algunos soldados y artesanos recogidos en Ancud formó el contingente repoblador que a bordo de la barca Infatigable, al mando del teniente Juan Williams Rebolledo, hijo del que había tomado posesión del estrecho, fondeó el 18 de agosto de 1852 en Punta Arenas. Iniciados los trabajos de reconstrucción y reanudados lo contactos con los indígenas, Philippi dejó al mando de la colonia al capitán José Gabriel Salas y se dirigió hacia el interior, precedido por el pintor Simon, para visitar a los tehuelches. Pero Philippi y su auxiliar, el capataz Enrique Villa, fueron asesinados, según se supuso, por algunos indios que los acompañaban, probablemente con la complicidad de los tehuelches. Igual suerte corrió Simon.