El 27 de octubre de 1824 Cienfuegos informó sobre las actividades dirigidas a normalizar la vida conventual y solicitó que se les entregaran sus conventos a mercedarios y agustinos, así como algunos recursos para refaccionarlos930.
El 11 de febrero de 1825 el vicario Cienfuegos envió al gobierno una lista de los religiosos que existían en Santiago, con la excepción de los franciscanos, y que sumaron 109931. De acuerdo a esa lista la orden de Santo Domingo constaba de 19 sacerdotes, cinco coristas y cuatro conversos; la de San Agustín, de 16 sacerdotes, 12 coristas y tres legos; la de la Merced, de 28 sacerdotes, 14 coristas y ocho legos.
Aún más interesante es una carta de 11 de febrero de 1825, donde Cienfuegos informaba que partían a misiones al sur los sacerdotes Justo Donoso, dominico; Ramón Ortiz y Ramón Arce, del clero secular932. Esta carta fue una respuesta a la solicitud del gobierno, de 14 de noviembre de 1824, en la cual pedía misioneros para la zona de Valdivia933.
Del periodo de vicario capitular de Diego Antonio Elizondo y Prado, elegido el 15 de noviembre de 1827934, por dos años, se conservan documentos que reflejan el estado de la gestión pastoral. Entre ellos están la provisión de las parroquias vacantes, el estado de los franciscanos y las tareas pastorales que servían los frailes secularizados.
Durante el año 1829 varios curatos quedaron vacantes y 26 fueron provistos por Elizondo935. Destacaron entre ellos la provisión del fraile Justo Donoso, promovido a Talca, y el nombramiento en Freirina, parroquia desmembrada de Vallenar y creación de Elizondo en 1828, de Pedro Nolasco Chorroco, presbítero cultísimo y conocido por su celo pastoral.
La carta de fray Vicente Crespo al gobernador del obispado, de 29 de abril de 1829936, informó que los franciscanos no alcanzaban a 40; que el seminario del convento grande no tenía religiosos para lectores de gramática y filosofía, y que no había maestro de novicios. Se advirtió allí que se habían secularizado cerca de 100 personas, y habían muerto 50 frailes en los últimos años.
El intendente de Chiloé había solicitado 10 a 12 sacerdotes para la atención de los habitantes del archipiélago. En la respuesta del vicario se incluyó la nómina de las personas que ejercerían allí tareas pastorales: los dominicos Juan López, Antonio Barceló y José Lira; los mercedarios Bartolomé Reyes, Lorenzo Lagos y Carlos Arancibia; el agustino Manuel Ortiz, y los seculares Manuel Argomedo, Francisco de Paula Fernández y José Vera937.
Como se ha subrayado antes, desde 1830 el gobierno del obispado de Santiago quedó plenamente normalizado. La documentación de la diócesis de esos años está firmada por Manuel Vicuña Larraín, instituido por León XII obispo titular de Cerán el 15 de diciembre de 1828 y vicario apostólico de Santiago el 22 del mismo mes y año938, quien atendía todos los aspectos de la gestión de la iglesia939.
El ejercicio episcopal de Vicuña se sitúa dentro de la tradición hispánica: fiel al patronato y a Roma. El conjunto documental custodiado en el Archivo Nacional Histórico permite demostrar la afirmación anterior940. En efecto, desde el comienzo de su ministerio aspiró a separar el Seminario Conciliar del Instituto Nacional, medida absolutamente lógica y que se hizo realidad con la dictación de la ley del 4 de octubre de 1834. Nombró como rector del establecimiento, con solo 16 seminaristas, a José Pastor León.
Manuel Vicuña realizó la visita pastoral de toda su extensa diócesis entre los años 1833 y 1838, recorriéndola entre los meses de octubre a marzo, esto es, en primavera y verano.
En diciembre de 1835 envió al gobierno un informe sobre los curatos, ciñéndose a la nueva estructura administrativa establecida por el estado: provincia de Santiago, con cinco departamentos y 27 parroquias; provincia de Colchagua, con tres departamentos y 20 parroquias; provincia de Talca, con un departamento y seis parroquias; provincia de Aconcagua, con cinco departamentos y 11 parroquias, y provincia de Coquimbo, con siete departamentos y 15 parroquias, lo que hacía un total de 79 parroquias.
La gestión de la Iglesia de Santiago en esos años incluyó la preocupación por exteriorizar sus vínculos con la Santa Sede, ejemplo de lo cual fue la misiva enviada en 1831 por el obispo Vicuña al pontífice, en la cual le expresaba su deseo de cumplir con la visita ad limina, pero que no la podría realizar hasta concluir la visita pastoral941.
Con la creación de las diócesis de La Serena y San Carlos de Ancud, la vida de la iglesia recibió un nuevo impulso. Los informes de las visitas ad limina, documentos que desde 1859 fueron enviados a Roma por los obispos de las cuatro diócesis, ofrecen una útil descripción y proporcionan datos estadísticos seguros sobre el desarrollo de la provincia eclesiástica chilena. Entre los asuntos más importantes abordados están las visitas pastorales, el funcionamiento parroquial, la administración de los sacramentos, las obras de beneficencia, la formación del clero, el estado de los seminarios y la incorporación de nuevas congregaciones religiosas942.
Con estas fuentes es posible articular una visión orgánica de las diócesis. Otro aspecto que ofrecen estas fuentes es la individualización de los problemas y desafíos que los obispos tenían en la relación de la Iglesia con la sociedad en el tránsito hacia un estado aconfesional943.
LA VISITA PASTORAL
Esta herramienta pastoral, rigurosamente desarrollada en el periodo hispánico, interrumpida desde fines del siglo XVIII, cuando la cumplió el obispo Francisco José Marán entre 1796 y 1798, con intentos de retomarla en el inestable periodo comprendido entre 1810 y 1830, se revitalizó decididamente en el decenio de 1830. El obispo Manuel Vicuña, como se ha indicado antes, realizó la visita de toda la diócesis después de 1832.
Desde 1840 en adelante se reinstaló la práctica de la visita pastoral, con alta frecuencia a través de la sucesión episcopal. En las cuatro diócesis se comprueba que esta acción fue ininterrumpida. La primera tarea de los obispos, una vez que se instalaban y asumían el gobierno de sus diócesis, fue recorrer todas las parroquias, impulsando la reforma y la administración eclesiástica, dando orientaciones para la renovación del culto divino, así como las prescripciones precisas para la conservación de los archivos y la revisión sistemática de los inventarios parroquiales944.
Las visitas realizadas después de 1840 fueron, de norte a sur del país, las de La Serena,