Un informe de 1862, del prefecto general de misiones fray Dionisio Pardini, describió la actividad misionera en toda su complejidad y expuso en forma concisa la historia del decenio de 1850, con juicios evaluativos y observaciones varias959. De aquel se desprende que después de la revolución de 1851 quedó en pie la misión de Nacimiento, con dos misioneros, fray Benigno Banise y fray Estanislao Leonetti. La misión de Mulchen fue incendiada por los indígenas y completamente destruida, y la de Tucapel lo fue en su mayor parte. La misión de Lebu, que se principiaba a edificar, quedó paralizada, y sus útiles fueron dispersados por la mencionada revolución.
En 1862 el gobierno juzgó oportuno fundar una misión en Mulchen, y para ello dictó en junio del mismo año un decreto, encargando al intendente de Arauco que escogiera el lugar más a propósito y cediera los terrenos necesarios. En agosto del mismo año el gobierno dio el exequatur al nombramiento de Dionisio Pardini como prefecto. Este se dirigió a la Araucanía, y de acuerdo con la autoridad provincial dio comienzo a la reedificación de la misión de Mulchen. A petición del intendente de Arauco la prefectura encargó a fray Alejandro Manera la dirección de las obras, quedando desde entonces de primer misionero en dicho punto. Un segundo misionero, fray Leonardo Fomati, se incorporó poco después a Mulchén.
A mediados de noviembre de 1862 la prefectura volvió a poner a fray Buenaventura Ortega en la antigua misión de Tucapel, en la que había sido su primer misionero, con el objeto de reedificarla provisionalmente para que a principio del siguiente invierno pudiera volver a dicho punto el segundo misionero, fray Buenaventura Díaz. De todo lo anterior resultaba que al concluir el año 1862 existían en la Araucanía tres misiones observantes, completamente establecidas en lo relativo a lo material de la construcción.
A fines de noviembre de 1862 el intendente de Arauco, con ocasión de ir con el ejército a poblar la antigua ciudad de Angol, le pidió a la prefectura un sacerdote misionero para aquel lugar, haciendo ver que era indispensable fundar ahí una misión, por ser un punto muy avanzado. Fue este fray Apolinar Moretti, a quien se le construyó una casa y un oratorio provisionales.
La prefectura había cuidado de que las nuevas construcciones contaran con “una pieza grande para reunir a los cholitos en clase, debiéndoseles enseñar a leer y escribir, para enseguida iniciarlos en la gramática castellana, y aritmética enseñándoles al mismo tiempo el rezo y la doctrina cristiana”. Esta parte de la enseñanza correspondía al segundo misionero, lo que explica la razón por la cual la prefectura, con el acuerdo del obispo de Concepción, dispusiera que cada misión tuviera dos sacerdotes.
En 1862 el guardián del Colegio de Chillán, fray Victorino Palavicino, envió un informe analítico y político sobre el estado de la misiones. El texto es importante, porque Palavicino centró su análisis en un periodo de 10 años960.
Con 12 años “de frecuente trato con los indígenas”, con publicaciones en la prensa y con la edición de un opúsculo sobre “la conversión y civilización de los araucanos”, el misionero se sentía autorizado para intervenir “en una cuestión que tantas veces ha sido objeto de largas discusiones”, y para evitar “algunos de tantos desastres” que habían tenido lugar.
Para fray Victorino Palavicino uno de los medios de civilizar a los araucanos, estimado inútil en la prensa del país, eran las misiones “dirigidas a desarrollar las facultades morales del araucano”. Observaba que cuando en la prensa se hablaba de la civilización de los indígenas, se consideraba como los únicos medios de llevarla a cabo la conquista, el comercio, la industria, las artes y la filosofía, pero nunca la religión. Tras hacer una descripción de la labor misional en la segunda mitad del siglo XVIII y de sus positivos resultados, subrayó que con la emancipación “fueron todas las misiones abandonadas, pues los misioneros eran en su máxima parte españoles”.
Hizo notar Palavicino que “en la actualidad en todas partes las artes y la industria han progresado, menos en los araucanos”, y agregó que las misiones, después de su restablecimiento, no pudieron desarrollar su acción civilizadora. Creía que las misiones eran establecimientos precarios, “más bien tolerados que admitidos”, que el sistema seguido no era el adecuado y que, por tanto, nada se había podido avanzar con los indígenas.
A juicio de Palavicino el problema residía en el cambio introducido al sistema de misiones, en especial la creación de un prefecto general con jurisdicción sobre este y nombrado por Roma con carácter vitalicio. Hizo notar que el último prefecto, que ejerció entre 1841 y 1857, era “un italiano, que jamás ha conocido los indios, ni ha residido en las misiones, ni siquiera conoce una palabra del idioma y costumbres”.
Un informe de 1865 desde la misión de Nacimiento, del prefecto apostólico franciscano fray Dionisio Pardini, ofrece un cuadro bastante completo del estado material y del trabajo realizado, y agrega los primeros datos estadísticos sobre la política educacional en las misiones961.
Después de aludir a los esfuerzos hechos para “atender mejor [a] las nuevas poblaciones fronterizas de Mulchén y Angol” con una casa misional y una iglesia, y a los recursos económicos dispuestos por el obispo de Concepción para la nueva misión de Angol, el informe también proporciona antecedentes cuantitativos acerca del estado de las misiones de Tucapel, Nacimiento y Mulchén.
En los informes de 1867 y 1869 del viceprefecto franciscano se registraron datos cuantitativos y cualitativos que ofrecen una visión panorámica del desarrollo de la actividad misionera, incluyendo los asuntos escolares962.
Movimiento de las misiones desde abril de 1866
Misiones | Bautismos Niños /Adultos | Matrimonio | Educación |
Nacimiento | 16 /1 | 4 | 6 |
Tucapel | 48 / 14 | 1 | 10 |
Angol | 7 / 4 | 1 | 8 |
Mulchen | 26/ 3 | 0 | 5 |
Totales | 97/ 22= 119 | 6 | 29 |
El informe de 1869 indicó que los bautismos fueron 120, los matrimonios seis y que 51 niños iban a la escuela, y recomendó establecer escuelas para niñas regentadas por monjas.
MISIONES CAPUCHINAS
De los años 1864 y 1865 se conservan dos informes del prefecto capuchino fray Ignacio de Poggibonti, documentos que siguen la línea de los informes franciscanos, es decir, ponen énfasis en los datos estadísticos. Hay que subrayar que el prefecto propuso la fundación de escuelas para niñas.
En los informes del prefecto fray Jeremías Paglieta de los años 1867, 1868 y 1869 se registran interesantes antecedentes sobre el desarrollo de la obra capuchina. Sobresalen materias como la creación de escuelas, el desarrollo parroquial, los servicios religiosos prestados en Valdivia a los colonos alemanes, y las sugerencias de mejora963.
El informe del año 1869 enviado al gobierno por el prefecto Jeremías Paglieta dio cuenta de lo realizado en cada uno de los centros misioneros, con énfasis en las dificultades que debieron vencer para instalarse entre “los indios siempre hostiles, y recelosos de esos establecimientos religiosos”, como ocurrió en Imperial, y en “el corto número de conversión de aquellos salvajes, y los pocos resultados que se han conseguido en tantos años”. Las restantes misiones eran Toltén —en que “los indios son difíciles, rechazan la vida social”—, Queule, San José, Pilchuquen, Quinchilca —donde el misionero “encuentra más dificultades y mayores ingratitudes que lamentar y sufrir”—,