Historia de la República de Chile. Juan Eduardo Vargas Cariola. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Juan Eduardo Vargas Cariola
Издательство: Bookwire
Серия: Historia de la República de Chile
Жанр произведения: Документальная литература
Год издания: 0
isbn: 9789561424586
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un presupuesto que comprendía las maderas y el valor del trabajo para la construcción de la escuela Juan Bautista958.

      En 1862 el gobierno juzgó oportuno fundar una misión en Mulchen, y para ello dictó en junio del mismo año un decreto, encargando al intendente de Arauco que escogiera el lugar más a propósito y cediera los terrenos necesarios. En agosto del mismo año el gobierno dio el exequatur al nombramiento de Dionisio Pardini como prefecto. Este se dirigió a la Araucanía, y de acuerdo con la autoridad provincial dio comienzo a la reedificación de la misión de Mulchen. A petición del intendente de Arauco la prefectura encargó a fray Alejandro Manera la dirección de las obras, quedando desde entonces de primer misionero en dicho punto. Un segundo misionero, fray Leonardo Fomati, se incorporó poco después a Mulchén.

      A mediados de noviembre de 1862 la prefectura volvió a poner a fray Buenaventura Ortega en la antigua misión de Tucapel, en la que había sido su primer misionero, con el objeto de reedificarla provisionalmente para que a principio del siguiente invierno pudiera volver a dicho punto el segundo misionero, fray Buenaventura Díaz. De todo lo anterior resultaba que al concluir el año 1862 existían en la Araucanía tres misiones observantes, completamente establecidas en lo relativo a lo material de la construcción.

      A fines de noviembre de 1862 el intendente de Arauco, con ocasión de ir con el ejército a poblar la antigua ciudad de Angol, le pidió a la prefectura un sacerdote misionero para aquel lugar, haciendo ver que era indispensable fundar ahí una misión, por ser un punto muy avanzado. Fue este fray Apolinar Moretti, a quien se le construyó una casa y un oratorio provisionales.

      La prefectura había cuidado de que las nuevas construcciones contaran con “una pieza grande para reunir a los cholitos en clase, debiéndoseles enseñar a leer y escribir, para enseguida iniciarlos en la gramática castellana, y aritmética enseñándoles al mismo tiempo el rezo y la doctrina cristiana”. Esta parte de la enseñanza correspondía al segundo misionero, lo que explica la razón por la cual la prefectura, con el acuerdo del obispo de Concepción, dispusiera que cada misión tuviera dos sacerdotes.

      Con 12 años “de frecuente trato con los indígenas”, con publicaciones en la prensa y con la edición de un opúsculo sobre “la conversión y civilización de los araucanos”, el misionero se sentía autorizado para intervenir “en una cuestión que tantas veces ha sido objeto de largas discusiones”, y para evitar “algunos de tantos desastres” que habían tenido lugar.

      Para fray Victorino Palavicino uno de los medios de civilizar a los araucanos, estimado inútil en la prensa del país, eran las misiones “dirigidas a desarrollar las facultades morales del araucano”. Observaba que cuando en la prensa se hablaba de la civilización de los indígenas, se consideraba como los únicos medios de llevarla a cabo la conquista, el comercio, la industria, las artes y la filosofía, pero nunca la religión. Tras hacer una descripción de la labor misional en la segunda mitad del siglo XVIII y de sus positivos resultados, subrayó que con la emancipación “fueron todas las misiones abandonadas, pues los misioneros eran en su máxima parte españoles”.

      Hizo notar Palavicino que “en la actualidad en todas partes las artes y la industria han progresado, menos en los araucanos”, y agregó que las misiones, después de su restablecimiento, no pudieron desarrollar su acción civilizadora. Creía que las misiones eran establecimientos precarios, “más bien tolerados que admitidos”, que el sistema seguido no era el adecuado y que, por tanto, nada se había podido avanzar con los indígenas.

      A juicio de Palavicino el problema residía en el cambio introducido al sistema de misiones, en especial la creación de un prefecto general con jurisdicción sobre este y nombrado por Roma con carácter vitalicio. Hizo notar que el último prefecto, que ejerció entre 1841 y 1857, era “un italiano, que jamás ha conocido los indios, ni ha residido en las misiones, ni siquiera conoce una palabra del idioma y costumbres”.

      Después de aludir a los esfuerzos hechos para “atender mejor [a] las nuevas poblaciones fronterizas de Mulchén y Angol” con una casa misional y una iglesia, y a los recursos económicos dispuestos por el obispo de Concepción para la nueva misión de Angol, el informe también proporciona antecedentes cuantitativos acerca del estado de las misiones de Tucapel, Nacimiento y Mulchén.

      Movimiento de las misiones desde abril de 1866

MisionesBautismos Niños /AdultosMatrimonioEducación
Nacimiento16 /146
Tucapel48 / 14110
Angol7 / 418
Mulchen26/ 305
Totales97/ 22= 119629

      El informe de 1869 indicó que los bautismos fueron 120, los matrimonios seis y que 51 niños iban a la escuela, y recomendó establecer escuelas para niñas regentadas por monjas.

      MISIONES CAPUCHINAS

      De los años 1864 y 1865 se conservan dos informes del prefecto capuchino fray Ignacio de Poggibonti, documentos que siguen la línea de los informes franciscanos, es decir, ponen énfasis en los datos estadísticos. Hay que subrayar que el prefecto propuso la fundación de escuelas para niñas.

      El informe del año 1869 enviado al gobierno por el prefecto Jeremías Paglieta dio cuenta de lo realizado en cada uno de los centros misioneros, con énfasis en las dificultades que debieron vencer para instalarse entre “los indios siempre hostiles, y recelosos de esos establecimientos religiosos”, como ocurrió en Imperial, y en “el corto número de conversión de aquellos salvajes, y los pocos resultados que se han conseguido en tantos años”. Las restantes misiones eran Toltén —en que “los indios son difíciles, rechazan la vida social”—, Queule, San José, Pilchuquen, Quinchilca —donde el misionero “encuentra más dificultades y mayores ingratitudes que lamentar y sufrir”—,