EL CRECIMIENTO DE LA ESTRUCTURA DIOCESANA
Según se ha indicado, las dos diócesis que cubrían la geografía de Chile en 1810, Santiago y Concepción, formaban parte del arzobispado de Lima. Estas dos circunscripciones eclesiásticas con el referido vínculo jurídico se mantuvieron hasta 1840, cuando el gobierno chileno envió a Roma una misión diplomática encabezada por el encargado de negocios Francisco Javier Rosales para obtener el reconocimiento de la independencia, elevar el obispado de Santiago a la categoría de arzobispado y erigir los obispados de Ancud y La Serena. La Santa Sede aceptó la proposición del gobierno chileno: el 13 de abril de 1840 reconoció la independencia de la república, y el 21 de mayo, por la bula Beneficientissimo divinae providenciae consilio, erigió el arzobispado de Santiago918. A continuación, por bulas de 1 de julio de 1840 se erigieron los obispados de Ancud y La Serena. De esta manera el arzobispado de Santiago quedó con tres diócesis sufragáneas: Concepción, La Serena y San Carlos de Ancud. Esta determinación ya se había incubado en 1821, cuando Cienfuegos solicitó en Roma la creación de nuevas diócesis919.
Es necesario advertir que la propuesta de creación de la provincia eclesiástica chilena surgió del Congreso en 1836, cuyo sustento principal fue el informe que el obispo Vicuña envió al gobierno, en julio de ese año. Este, a su vez, se apoyó en la sugerencia del franciscano Zenón Badía desde Roma para que se solicitase la creación de la diócesis de La Serena. En su informe, el obispo Vicuña incluyó una descripción bastante precisa sobre las estructuras básicas, parroquias y conventos que poseerían las futuras diócesis920. Poco después, el 16 de octubre de 1836, el obispo Vicuña propuso al gobierno la erección del obispado de La Serena, indicando el número de parroquias que se desmembrarían de Santiago (63 parroquias en Santiago y 15 en La Serena), y los conventos de religiosos que debían quedar en cada diócesis.
La nueva provincia eclesiástica fue absolutamente autónoma al perder su dependencia del arzobispado de Lima. Con ello se estableció la vinculación directa con Roma, tanto con el pontífice como con todas las congregaciones y la curia en general. Por último, las nuevas diócesis tendrían que instalar la comunidad diocesana de acuerdo al derecho canónico y en especial, a las normas del Concilio de Trento: fundar seminario, promover las misiones y la catequesis, desarrollar la vida parroquial, las obras de caridad y las celebraciones litúrgicas, entre las más importantes. Por su parte, los obispos deberían realizar la visita pastoral a su diócesis y cumplir con el precepto de la visita ad limina, con el correspondiente informe o relación sobre el estado de su iglesia.
En lo que respecta a la relación de la Santa Sede con Chile, el acto jurídico eclesiástico descrito es el último paso que dio Roma en el reconocimiento de la nueva república, y por ese mismo acto el gobierno chileno alcanzó una vinculación diplomática oficial con Roma. Este hecho impulsó a ambas partes a buscar una relación estable en lo jurídico, en lo temporal y en los asuntos pastorales. Si bien no se llegó a suscribir un concordato, el vínculo se desarrolló en un clima de concesión oficiosa de privilegios patronales, cuestión que se fundó en el artículo 5° de la Constitución de 1833, que definía a la Iglesia Católica como la única oficial en el país.
EL DESARROLLO DE LA IGLESIA: 1828-1840
Entre las herramientas más eficientes y completas del obispo para generar reformas está la visita pastoral, caracterizada por su periodicidad, con una estructura de trabajo cercana a un modelo de auditoria de gestión y realizada por la máxima autoridad, el obispo en persona o por procurador. Las dos diócesis del periodo monárquico en Chile habían cumplido los procesos de instalación, desarrollo y consolidación en tiempos diferentes. Así, la iglesia de Santiago estaba consolidada a principios del siglo XVIII, en tanto que la de Concepción solo en la segunda mitad del siglo XVIII entró a la etapa de consolidación921. Estos procesos permitieron enfrentar el periodo de la emancipación922. Con esta afirmación se subraya que en ambas diócesis se había superado la fase misionera, restando solo zonas concretas en Concepción como espacios de misión ad gentes.
El movimiento de la Independencia generó inestabilidad en ambas diócesis, pero en un grado menor y de carácter transitorio. Las fuentes documentales permiten probar que las nuevas autoridades, tanto civiles como eclesiásticas, adoptaron tempranamente medidas para organizar las comunidades parroquiales y las misiones.
Así, del gobierno episcopal de José Santiago Rodríguez Zorrilla, obispo de Santiago entre 1815 y1832, nombrado para la diócesis en plena concordancia con las leyes patronales y acérrimo realista, se conservan varios documentos sobre la administración de su jurisdicción ya en el periodo republicano, que son importante por la información cuantitativa que entregan y por mostrar el funcionamiento de la diócesis.
Una lista de clérigos de Santiago, sin fecha, arroja más de 140 personas, que incluyen al cabildo de la catedral (nueve), rectores de la misma (ocho), curas de la ciudad (tres), curas de los contornos de la ciudad (tres), curas del sur (10), curas de Colchagua (siete), curas de Rancagua (ocho), curas del norte (20), clérigos empleados (cinco), capellanes de monjas (siete), clérigos particulares (55), clérigos del distrito de Coquimbo (14) y clérigos que se hallan en los campos (cinco)923.
El obispo Rodríguez Zorrilla le comunicó al gobierno, en carta de 7 de febrero de 1823924, que se disponía a llenar 34 doctrinas vacantes, de un total de 55. Señaló que estaban ocupadas por clérigos y regulares, a quienes no conocía, y como no había controlado las exigencias de Trento para la cura de almas, convenía ordenar esa situación. En carta del 27 enero de 1824 el obispo se quejó de que nadie se presentaba a llenar las parroquias y que había curas ineptos.
Otros documentos confirman la fluidez de las comunicaciones formales entre ese obispo y el gobierno925. Informó en 1823, por ejemplo, que había creado la parroquia de Carén, desmembrada de la de Sotaquí; en 1824 dio cuenta de que habían comenzado las rogativas por la expedición a Chiloé; hizo saber ese mismo año el estado de la Casa de Corrección de Mujeres; informó al gobierno el 9 de diciembre de 1823 acerca de las escuelas de primeras letras en las parroquias, haciendo notar que de las pocas respuestas que había obtenido se concluía que estaban pobres y en ruinas926. Ese mismo texto registró el temblor de noviembre de 1822, que dejo arruinadas a las iglesias.
La inclinación política del obispo Rodríguez Zorrilla originó diferencias con el gobierno, situación que desembocó en su exilio, generándose en 1825 sede impedida, por la vacancia forzada de ella. La administración del obispado fue asumida por el prelado patriota José Ignacio Cienfuegos927, quien gobernó la diócesis como vicario capitular por un breve tiempo928. De este gobierno no ajustado estrictamente al derecho canónico se conserva información suficiente y segura sobre el estado de la iglesia de Santiago desde fines del año 1824.
El vicario