Historia de la República de Chile. Juan Eduardo Vargas Cariola. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Juan Eduardo Vargas Cariola
Издательство: Bookwire
Серия: Historia de la República de Chile
Жанр произведения: Документальная литература
Год издания: 0
isbn: 9789561424586
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encontraba en las diócesis de Concepción y Ancud, y en el nuevo e incipiente Territorio de Magallanes. La zona de Magallanes en el periodo que cubre este capítulo tuvo una presencia mínima y precaria de franciscanos. La presencia misionera considerada como una política pública fue resuelta avanzado el decenio de 1880, al incorporar a los religiosos salesianos, con una tarea exclusiva en la zona.

      En la audiencia con el papa, este le informó que la diócesis de Santiago sería elevada a arzobispado, con al menos dos sufragáneas. La curia romana le dio facultades a Badía para buscar misioneros que trabajaran en Chile. En agosto de 1837 desembarcaron 27 misioneros en Valparaíso.

      La tarea misionera en Chile fue dirigida, desde 1832, por figuras destacadas de la orden franciscana. Descollaron los frailes franciscanos Manuel Unzurrunzaga, prefecto de misiones, y Diego Chuffa, que lo sucedió en ese cargo. Estos dos prefectos enviaron una numerosa correspondencia al gobierno, exponiendo sus políticas sobre misiones, estado de las iglesias, personal religioso en ellas, obras constructivas y datos estadísticos religiosos de algunos centros misionales, como bautizos y matrimonios. A esta documentación, datada desde 1840 en adelante, se debe sumar la documentación de la obra capuchina, la cual se responsabilizó de las misiones en la zona de Valdivia después de 1850.

      Una vez encaminada la actividad misionera en los decenios de 1830 y 1840, el estado adoptó una decisión relevante: desde 1847 las misiones fueron reguladas por un marco legal, lo que le dio a esa actividad una neta orientación de política pública. El referido marco legal se definió mediante tres decretos datados el 20 de mayo de 1847 y que fueron firmados por el presidente Bulnes y su ministro de Culto Salvador Sanfuentes. El primer decreto dispuso que todo religioso ocupado en el servicio de alguna misión de infieles debería elaborar anualmente una memoria de sus trabajos durante el año transcurrido y de los progresos que mediante ellos se hubiera reportado. Estas memorias se elevarían al fin de cada año al prefecto de misiones, quien debía formar con ellas una general, en que se especificara lo relativo a cada misión, “y la trasmitirá al Ministerio de Culto con la prontitud que le permita la colectación de estos datos”. Por el segundo decreto se obligó a los misioneros a conocer el idioma araucano, para lo cual el Estado había publicado la gramática y el diccionario de dicha lengua. El tercer decreto ordenó el incremento de la “dotación mensual de diez pesos que hasta ahora han gozado los maestros de escuelas misionales de Coyanco, Quilaguin y San Juan de la Costa […] a quince pesos […] con la condición precisa de que mensualmente acrediten tener por lo menos 20 alumnos indígenas”.

      Los informes enviados al gobierno por el prefecto de cada comunidad religiosa, así como los elaborados por el encargado de la misión in situ se conservan en buen número después de 1860, y en su mayor parte siguen la regulación de la ley, por lo cual los contenidos son similares y se encuadran en aspectos religiosos, como la estadística sacramental. Se conservan, asimismo, informes con análisis de la política misional.

      MISIONES FRANCISCANAS

      El informe proporciona interesantes datos sobre los indígenas hacia los cuales se dirigía la actividad misionera. Hablaban en su “idioma natal” y eran perezosos en acudir a la instrucción religiosa y en llevar a sus hijos al bautismo. En relación a otros hábitos el informe indicaba que vestían poncho y calzón, no usaban camisa ni sombrero y no consumían comida española. Sembraban “lo justo y necesario”, y tenían poco ganado para el trueque, pues no hacían comercio. Como era lo habitual en estas memorias, se subrayaba la embriaguez, la ociosidad y los vicios de los naturales. Se aludía a la práctica de supersticiones “con reserva”, a la falta de un claro sentido de la propiedad, y a la resistencia de los indígenas al matrimonio legal. Entre las causas del estancamiento de aquellos, para los misioneros era determinante la dispersión en que vivían.

      Sobre los araucanos el informe es bastante más severo al recalcar que vivían en “completo estado natural”, lo que era explicable, pues no se fundaban misiones desde 1776. El informe proponía avanzar con dos misiones en Villarrica.

      En Concepción se organizaron cuatro misiones destinadas a Arauco, Tucapel, Santa Bárbara e Imperial para atender a alrededor de 10 mil indígenas. El informe hacía presente que nada se había logrado con la guerra, y que el gran medio para incorporar a los naturales eran las misiones, por lo cual era necesario restablecerlas, repoblar algunas zonas, introducir blancos, reorganizar los colegios de misiones, como los de Chillán y Castro, e instalar otros.

      Las políticas recomendadas por el informe eran mantener las construcciones de los mapuches, instruirlos en el idioma castellano, convertirlos a la fe cristiana, reducirlos a pueblos en sus mismas tierras, e impulsar el establecimiento de habitantes blancos entre ellos.