En su definición, interviene la díada docente-alumnos y la institución en la que se forma el estudiante, en un contexto más amplio, ciudad, región, estado4.
Se define el proceso de educación como una co-producción por tres características y se plantean las principales críticas con otros encuadres teóricos. Se considera un proceso dinámico que se modifica en el tiempo y al que no es ajeno el campo institucional en el que ocurre.
Por último se plantea la formación de dos perfiles: uno durante los primeros años donde se transforma el aspirante en estudiante y la segunda donde el estudiante ya asumido como tal comienza a pensar en sus formas de inserción profesional y a definir un proyecto en el mercado de trabajo.
El ser estudiante universitario es un proceso que se modifica en el tiempo y que está limitado e incentivado por un campo de fuerzas que deja improntas, pero alienta libertades. Por esta razón es muy complejo trabajar identidades y detener imágenes que se transforman constantemente en el tiempo y que tienen perfiles distintos de cambios según sus bases cognitivas, especialidades y regiones.
En primera instancia muestran la relevancia de las dificultades encontradas durante el primer y segundo año de cursada y las posibilidades de superarlas o no. Esto incluye el seguimiento que hace la institución de los tropiezos que tiene el estudiante durante la cursada para adaptarse al nuevo sistema universitario, las formas de movilizar la ayuda para hacer ese seguimiento, de los tipos de relación que se plantean con los docentes y también los modelos de estudiante que se instalan en las generaciones nuevas como modelos a seguir. Este fue el disparador para encarar la identidad del estudiante, que no resulta de un modelo fijo sino que surge de la relación docente-alumno y de los estudiantes entre sí, con la institución, con el medio y va variando con el tiempo. En Argentina hay pocos estudios generalizados sobre los cuadros temporales e institucionales, de los modos de aprendizaje y los valores ligados al trabajo y al estudio, que son los que permitirían encuadrar la orientación de la institución en relación al problema de las tensiones que genera la relación formación empleo.
En casi todos los campos profesionales se observa una desaparición de las vías regias para acceder al mercado de trabajo y una complejización creciente de la transición entre el período de formación y la vida activa. En este marco, la reestructuración del campo de la educación superior y de sus instituciones, particularmente la masificación en el caso de la Universidad Pública, pero también por el incremento de las entidades privadas que aumenta la variedad de títulos, está sometido a múltiples presiones, por el constante aumento masivo de la matrícula, especialmente en las últimas décadas, las que la han llevado a un proceso de reorganización académico-laboral, y una fuerte demanda de renovación edilicia, con diversas repercusiones en su personal académico; en la cantidad de actividades e intereses estudiantiles, en los procesos de transformación desarrollados en el marco de una nueva división internacional del trabajo académico, de una tendencia mundial hacia la desvalorización de la profesión académica y de la masividad estudiantil (Panaia, 2014).
La necesidad de comprender estos nuevos procesos impulsa la continuidad de las investigaciones longitudinales que atraviesan la línea de tiempo, permitiendo observar un proceso a lo largo de la historia, los estudios biográficos y las trayectorias profesionales, ocupacionales y estudiantiles, que permiten captar las nuevas estructuras decisionales, los motores y motivaciones de esas decisiones y los nuevos rumbos que eligen los jóvenes, que se forjan en la temprana relación estudiantil universitaria.
Hay que reconocer que las bases estadísticas para estudiar estos fenómenos, por lo menos en Argentina, no han acompañado estos cambios y están muy lejos de proporcionar un material útil para enfrentar este tipo de análisis, que son los que requiere hoy el mercado de trabajo y la educación superior. En el caso de nuestro país, por ejemplo, no hay estadísticas sobre el mercado de trabajo profesional, no hay estadísticas sobre la relación formación-empleo, por especialidad, no hay estadísticas sobre las transformaciones del cuerpo docente y tampoco hay estadísticas sobre inserción profesional de graduados, estudiantes y abandonadores, que ayudarían mucho a comprender los lugares que ocupan en la estructura productiva y especialmente los comportamientos grupales de los estudiantes que ayuden a comprender expectativas, transformaciones y tendencias para establecer programas que mejoren esas performances. También es muy poco lo que se sabe de la mejora de la formación del cuerpo docente y de las transformaciones de los modelos estudiantiles.
El devenir estudiantes
Las instituciones funcionan como campos de fuerza que controlan, socializan y ayudan a construir la subjetividad (Ortiz Cárdenas y Martínez Flores, 2010). Estas construyen caminos propios de socialización donde se interiorizan valores porque contienen referentes simbólicos míticos y rituales.
Para Dubet (2007: 40) la institución tiene la función de instituir y de socializar. Entonces la institución es definida por su capacidad de lograr un orden simbólico y de formar un tipo de sujeto ligado a este orden, de instituirlo y construir una cultura de la subjetividad de los individuos donde se “institucionalizan” valores y símbolos porque instituyen una naturaleza social en la naturaleza que traen los individuos.
Definir los perfiles estudiantiles en este campo de fuerzas implica por un lado, reconocer que el proceso inicial de llegada del estudiante al nuevo ámbito universitario y transitar los dos primeros años de cursada plantea un perfil que apunta a una primera construcción del ser estudiantil.
Autores como Dubet (1994: 512) señalan tres dimensiones a considerar, el proyecto, la integración y la vocación, sin hacer distinciones temporales en la construcción de esta identidad. Se considera que esta primera instancia funciona como un aprendizaje donde el ingresante se convierte en estudiante. Las dimensiones que van a permitir reconocer este proceso son los orígenes sociales, los mandatos familiares, la formación de origen y la centralidad que le den al tema del estudio.
Esta primera etapa funciona como un proceso de identificación y aprendizaje del ser estudiante por la individualización creciente de conductas dentro de un nuevo colectivo, donde existen distintos estilos de vida y de valores, el alejamiento relativo del hogar, por los mandatos familiares y el sentido e importancia que se le da a la continuidad de los estudios, la mayor o menor conciencia de la elección de los estudios y de el acompañamiento o no de grupos ya conocidos de pares (Dubet, 2005; Panaia, 2013).
Sigue existiendo el prototipo de estudiante aplicado o estudioso, centrado fuertemente en el estudio, que encuentra siempre la manera de cumplir con lo demandado por los profesores, pero también aparecen perfiles donde la centralidad esta puesta en aprovechar la mayor libertad que dan los estudios universitarios en el manejo de los tiempos o en el aprovechamiento de actividades co-programáticas como las deportivas, artísticas, políticas o sociales. En algunos ámbitos existen profesores que funcionan como referentes y en cambio en otros, los profesores resultan inaccesibles. Por otra parte, esto tiene importantes variaciones por institución, por carrera y por región y hay muy pocos estudios sobre estas identidades y sus modificaciones en el tiempo5.
A partir del relato de sus propias trayectorias biográficas los estudiantes se afianzan como sujetos capaces de definir sus propias reglas, sus propias decisiones y sus propias conductas y se perciben como sujetos capaces de auto-controlarse y de asumir su propia libertad. En el análisis es necesario diferenciar las dimensiones significativas en los primeros años en que el devenir convierte los ingresantes en estudiantes y las dimensiones que va definiendo el estudiante en la medida que se va percibiendo como un futuro profesional.
Las dimensiones que permiten analizar la construcción de estos primeros perfiles está basada en las biografías que se vienen realizando de estudiantes de varias profesiones en distintas regiones del país en los Laboratorios MIG6: el origen social, la formación de base, el mandato familiar y la centralidad