La situación es más grave, cuando el rechazo producido por la institución, engloba un rechazo al estudio mismo y hay en los estudiantes un rechazo a la situación propia del estudiante y junto con ello una imposibilidad de volver a la institución y un rechazo de considerar cualquier otra entidad académica.
Por otra parte, los accesos que abre el logro del título tienen que ser significativos socialmente y reconocidos económicamente, sino es comprensible que tanto esfuerzo no se justifique para las nuevas generaciones que le dan otra centralidad al esfuerzo y a la gratificación. Una prueba de que este valor continúa vigente, es que dos o tres años cursados en la universidad hacen la diferencia al momento de conseguir una mejor inserción en el mercado de trabajo o un mejor ingreso.
En estos casos no se puede hablar de un abandono definitivo, sino de una interrupción de la trayectoria de formación, pero hay que poder evaluar estas modalidades, construir indicadores y saber qué evolución tienen, cuestión que hasta hoy es difícil de saldar porque no existen datos oficiales para hacerlo. Lo que efectivamente se puede afirmar, desde los relevamientos propios realizados es que dejar la universidad es un proceso, ya sea que la decisión se tome racionalmente o sea el resultado de un acontecimiento puntual, que funciona de desencadenante, permite identificar muchos momentos previos que funcionan como indicios del desencadenamiento de esa conducta abandonadora y que las instituciones, si están atentas a los estudios e investigaciones de sus Laboratorios de Monitoreo, pueden anticipar esas conductas y actuar preventivamente para evitarlas o por lo menos disminuirlas.
Por otra parte, estas interrupciones tienen significados diferentes según la etapa o ciclo de vida del cursante y puede tener resoluciones diferentes según las responsabilidades que cada estudiante deba asumir en esa etapa, es decir, no es solo la motivación, el deseo o el interés en la materia, sino que juegan muchas circunstancias que tienen que ver con el ciclo vital y las responsabilidades familiares e institucionales asumidas por los estudiantes.
En algunas de estas premisas se avanza con las investigaciones realizadas hasta aquí, pero la falta de datos generales de todo el sistema y de secuencias estadísticas longitudinales de largo plazo, que den cuenta de los procesos de abandono y de la racionalidad de las fracturas en las trayectorias de formación-empleo, dificulta avanzar más rápidamente.
Para el caso argentino, la Síntesis de la Información de la Secretaría de Políticas Universitarias 2013-20142, señala que entre 2003 y 2013, los estudiantes crecen 23%, los nuevos inscriptos un 16% y los egresados un 50%, datos con tres y cuatro años de retraso y que mantienen este mismo tipo de estadísticas hasta la actualidad. No hay ningún tipo de cifras sobre abandono ni totales, ni por área de conocimiento. Tampoco hay una vinculación entre la trayectoria de formación y la trayectoria de empleo, mucho menos sobre las entradas y salidas del ámbito universitario y del mercado de trabajo que permita construir esas secuencias y las interrupciones de formación que esto provoca.
Los valores de los Laboratorios MIG3, que no están generalizados para todos los títulos ni para todas las universidades, arrojan valores muy altos, superiores al 50% en los dos primeros años de cursada, con un decrecimiento de los valores en los años posteriores, pero muestran un alargamiento de la duración de los estudios que alcanza un promedio de 10,5 años, para títulos de 5 años de cursada teórica y cuando se siguen secuencias de largo plazo aparecen casos individuales, donde la trayectoria de formación-empleo tarda más de 30 años en el logro de título debido a distintas circunstancias del ciclo de vida.
En las universidades nuevas del conurbano bonaerense, donde accede a la universidad una población que hasta la actualidad ha tenido dificultades geográficas y económicas para el acceso, se observa frecuentemente una población que es primera generación de estudios universitarios, pero sobre todo es muy llamativa una población de edades avanzadas que accede a la universidad para cumplir proyectos postergados a lo largo de su vida por razones personales, económicas, etc. y que tiene muy pocas posibilidades de proyectar esa formación en el mercado de trabajo, pero que cumple con deseos de realización personal, que nada tienen que ver con la de pensar en una trayectoria laboral, ya que muchas veces está cercana a las edades de retiro. En otros casos, en cambio, convalida una trayectoria pragmática que se consolida por el logro de un título.
Las reflexiones que se presentan aquí, surgen del relevamiento de trayectorias de abandonadores y estudiantes de diversas profesiones, en distintas regiones de la Argentina. De manera que no son generalizables a todas las profesiones, pero tienen la ventaja de captar la mecánica de los procesos de cambio en el tiempo por medio de técnicas longitudinales y biográficas y de contar con relevamientos metodológicamente comparables en varias regiones del país (Panaia, 2011).
Las conclusiones no son generalizables, porque los estudios realizados hasta aquí, muestran importantes diferencias por título, por institución y por región, que mueven a pensar que son necesarios muchos estudios de caso, para hablar de tendencias generales o de lo contrario contar con un sistema estadístico general que capte estos procesos. No obstante, las metodologías longitudinales, permiten captar matices y relacionar los procesos de formación y empleo, por lo tanto es posible que muchas de las reflexiones resultantes sean equiparables a los procesos de abandono, interrupciones del proceso de formación e intermitencias en el mercado de trabajo, producidos en otras titulaciones.
En ese sentido, una de las preocupaciones constantes de los Laboratorios MIG, además de trabajar los graduados, los alumnos y las características de la demanda, es la descripción de una población poco estudiada y difusa en su definición, pero sin embargo preocupante como la de los alumnos que abandonan sus estudios universitarios, a través de las interrupciones temporales de los estudios y sus causas, ya que estos constituyen una señal que anticipa posibles abandonos y que pueden ser captadas con las técnicas longitudinales. Al mismo tiempo, el análisis de sus causas, permite relacionar esas interrupciones con los ciclos de vida y con los contextos institucionales y socio-económicos.
Estos datos muestran en primera instancia la relevancia de las dificultades encontradas durante el primer y segundo año de cursada y las posibilidades de superarlas o no. Esto incluye el seguimiento que hace la institución de los tropiezos que tiene el estudiante para adaptarse al nuevo sistema universitario, las formas de movilizar la ayuda para hacer ese seguimiento, los tipos de relación que se plantean con los docentes y también los modelos de estudiante que se instalan en las generaciones nuevas como modelos a seguir. De hecho, la identidad del estudiante (Panaia, 2015b), que no resulta de un modelo fijo sino que surge de la relación docente-alumno, en el campo de fuerzas de la institución y de los estudiantes entre sí, con la institución, con el medio, va variando a lo largo de la cursada y esto solo puede captarse con los estudios longitudinales.
En Argentina hay pocos estudios generalizados sobre los cuadros temporales e institucionales, de los modos de aprendizaje y los valores ligados al trabajo y al estudio, que son los que permitirían encuadrar la orientación de la institución en relación al problema de las tensiones que genera la relación formación-empleo, con respecto a la inserción posterior en el mercado de trabajo y de las posibilidades futuras del título a conseguir. Sin embargo, estos estudios son claves para comprender los factores institucionales del abandono.
La apertura de la universidad a nuevos estudiantes socialmente menos favorecidos y escolarmente menos seleccionados ha dado lugar a la desigualdad, de una nueva forma. La de un sistema “segmentado” que jerarquiza los individuos en función de su institución de formación. La desvalorización de diplomas de la universidad, es en principio el desclasamiento de las formaciones más abiertas y más democráticas desde el punto de vista de su reclutamiento social. Y si los recorridos de inserción son cada vez más complejos es también porque la enseñanza superior es más