Ellos permiten sobre todo comparar la rapidez de acceso a cada una de esas fases de las cohortes o generaciones diferenciadas por el tipo de especialización u orientación y la presencia o ausencia de trabajo en el curso de estudios. Si bien se considera que, el número de jóvenes insertos depende de este criterio, es muy variable el tiempo que necesita cada uno para acceder a una posición estabilizada en el mercado de trabajo y es llamativo que esta no se convierta en un objetivo demasiado apreciado cuando tiene un “techo salarial” difícil de superar o cuando no existen carreras promocionadas con frecuentes etapas de capacitación y actualización.
El nivel de egreso del sistema educativo y la presencia de una actividad profesional durante los estudios tienen una gran influencia sobre la duración de la inserción y esta influencia perdura todo a lo largo del período. Este resultado no es nada evidente, pero se puede pensar que esta influencia sería en beneficio de características más profesionales en la medida que los jóvenes construyen una historia sobre el mercado de trabajo. Así el tipo de diploma, puede tener un efecto muy significativo al comienzo del período, cuando el joven sale del sistema educativo y algún efecto al fin del período, si no ha trabajado durante sus estudios o ha tenido largos períodos de desempleo. Trabajar en su especialidad mientras estudia tiene una fuerte influencia al comienzo de la trayectoria y se estanca cuando los jóvenes ya han tenido una cierta experiencia profesional3.
El efecto de una actividad profesional durante los estudios, aparece muy marcado para los secundarios técnicos y las universidades tecnológicas, aunque se hace abstracción de las pasantías, muchas veces obligatorias. Es posible que para estos jóvenes, la actividad profesional durante los estudios constituya una verdadera alternativa a la formación en el seno del sistema educativo. El nivel de ocupación es más alto que para los jóvenes de la misma franja etaria y la experiencia adquirida más importante que para los egresados de la universidad en otras disciplinas.
La metodología de las Ciencias Sociales ha tenido que discutir en las últimas décadas, en forma creciente, la revisión necesaria de las concepciones de temporalidad con que se afrontan los esquemas de investigación, dado los cambios que ha incorporado la comunicación informática, la velocidad del transporte y la flexibilidad laboral y los cambios vitales, familiares y sociales que acompañan las trayectorias de vida.
En principio se trata de discriminar, como lo plantea Dubar (2004):
1. los regímenes de temporalidad característicos de períodos históricos o de configuraciones sociales significativas, como marco más amplio del empleo;
2. cómo categorizar los cambios entre las relaciones de las temporalidades precedentes dentro de un mismo grupo, profesional u ocupacional, por ejemplo, y con otros grupos diferentes; por último,
3. cómo analizar estas temporalidades a nivel institucional, personal y más contextual, tratando de definir si se trata de una transformación de las temporalidades sociales o son cambios de los individuos y los grupos en relación a las temporalidades.
De hecho la instalación de las diferentes formas de flexibilidad en el mercado de trabajo (horario y salarial), en la organización del proceso de trabajo (particularmente la ruptura de la cadena fordista) y en las formas de contratación (precarización y contratación por tiempo determinado) se muestra la necesidad de plantear una visión más global de la articulación entre los tiempos de trabajo y los restantes tiempos sociales, tomando en cuenta por lo menos las temporalidades en la empresa, en la familia y en la vida urbana o en el traslado de la vivienda al trabajo.
Lo primero que se puede observar es una tendencia creciente a la desincronización de los tiempos de trabajo y de los tiempos sociales en general, y en ese marco, la articulación entre los tiempos de trabajo y los tiempos sociales se ha vuelto un tema muy complejo (Samzun, 2000). Por otra parte, como bien señala Dubar (2004) no se puede seguir pensando el tiempo como una categoría singular, sino hay que recurrir a la pluralidad de temporalidades de la vida social y física. De los estudios sobre el trabajo y el empleo se pueden distinguir diferentes temporalidades producto de distintas situaciones:
a) La situación de empleo opone el tiempo de trabajo y el tiempo fuera del trabajo; también el tiempo en el trabajo y el tiempo de traslado de casa al trabajo y viceversa.
b) La situación de empleo, pero por tiempos limitados, incluye una nueva temporalidad que es la de tiempo de contrato o tiempo de trabajo y tiempo libre o de búsqueda o tiempo entre un trabajo y otro trabajo.
c) La situación de desempleo, que supone el tiempo de búsqueda, el tiempo de capacitación, el tiempo inactivo o libre o de desaliento.
Esto nos lleva por un lado, a separar lo que se llama tiempos institucionales, que son estructurados, organizados, planificados y el tiempo de la urgencia o de los acontecimientos, de la acción inmediata, de la intervención social o médica sobre lo que se podría llamar los problemas inmediatos a resolver y que por definición no es ni previsible, ni planificable sino funcionalmente reactiva y contingente (Dubar, 2004) O en su defecto, como señala Fieulaine (2007), estudiando la precariedad , lo que se convierte en inestable es la inserción, esa inestabilidad que se convierte en una amenaza se instala en todos los ámbitos de la vida y plantea los tiempos de urgencia y los tiempos de proyectos. Las situaciones pueden ser precarias en términos de empleo, de vivienda, de ingresos, de protección social y esto lleva a una fragilización social. Situación de inseguridad sobre el porvenir, pero sobre todo aparece una fragilidad biográfica que implica, rupturas, cambios o discontinuidades que afectan las trayectorias sociales de los individuos. Esta lógica se transmite a todos los ámbitos de la vida y esto aparece como momentos de la trayectoria donde se puede planificar, proyectar, pensar las articulaciones de un plan de vida y recomponer el pasado y tiempos de coyuntura, donde solo es posible pensar en resolver problemas inmediatos y no se los puede ver en perspectiva. Así los tiempos de los proyectos tienen mayores grados de libertad, permiten analizar perspectivas futuras y pueden tener intencionalidades para unir experiencias pasadas en relación a un futuro que se anticipa , en cambio el tiempo de urgencia, si se mantiene en el tiempo, si no logra superarse, tiene inevitablemente consecuencias en el futuro. Ahora también ocurre, que esos tiempos individuales no siempre son acordes o guardan coherencia con las temporalidades sociales, y entonces puede ocurrir que aunque individualmente se esté en condiciones de hacerlo, las personas se preguntan qué sentido tiene proyectar y pensar en un futuro a largo plazo. Si bien la inscripción de los tiempos individuales en los tiempos colectivos son condiciones indefectibles de la temporalidad social, la falta de concordancia entre los tiempos individuales y colectivos, imposibilitan la conformación del sujeto socio-histórico.
Como señalan estos autores los tiempos institucionales se apoyan sobre las normas, las rutinas y los procedimientos; mientras que los tiempos de urgencia son generalmente improvisados, movilizadores, apelan a la inventiva y son instantáneos, por eso agrega Dubar (2004) que son también tiempos existenciales porque hacen un llamado a la autenticidad, a la ética personal y al compromiso con los otros. El tiempo de los jóvenes resulta un buen