—Apuesto a que eso te hizo muy popular —comentó Kate.
—Oh, estoy acostumbrado. Me gustaría que solo fuera una broma decir que un montón de policías me llaman Caso Sin Resolver Pritchard.
—Bueno, yo pienso que con este, hiciste la llamada correcta —dijo Kate—. Incluso si resulta que no está conectado, aún así hay alguien por allí que le disparó a este hombre, alguien que necesitamos encontrar por si acaso este no es un incidente aislado.
—Sí, ni idea por mi parte —dijo Pritchard—. Tengo unas pocas notas de voz con mis observaciones, si quieren revisarlas.
—Eso podría ser de ayuda. Supongo que los forenses ya han tomado fotos.
—Sí. Las digitales probablemente ya están disponibles.
Dicho eso, Kate se puso de pie, sus ojos aún puestos en el cuerpo de Jack Tucker. Su cabeza estaba inclinada hacia la derecha, como si estuviera contemplando con nostalgia los auriculares que habían sido tan cuidadosamente colocados a su lado.
—¿Ha sido notificada la familia? —preguntó DeMarco.
—No. Y temo eso porque como le pedí al Departamento de Policía que retrasara el levantamiento del cadáver y el posterior procesamiento del caso, me van a dejar esa tarea.
—Si todo es como siempre, preferiría hacerlo —dijo Kate—. Mientras menos canales procesen los detalles, mejor.
—Si eso es lo que quiere.
Kate finalmente apartó la vista del cuerpo de Jack Tucker y miró entonces la boca del callejón donde los dos policías estaban reunidos con el patrullero que había levantado la cinta. Ella había dado noticias así de devastadoras más veces de las que podía contar, y nunca era fácil. De hecho, de alguna manera, parecía volverse cada vez más difícil.
Pero ella también había aprendido que por extraño que pareciera, era en la profundidad de la pena cuando aquellos que sufrían una pérdida parecían ser capaces de recordar el más mínimo de los detalles.
Kate tenía la esperanza de que así sería en este caso.
Y si era así, quizás una nueva e insospechada viuda podría ayudarla a cerrar un caso que la había perseguido por cerca de una década.
CAPÍTULO TRES
Era un trayecto de solo veinte minutos desde Midtown a Ashton. Eran las 9:20 cuando dejaron la escena del crimen y el tráfico de un viernes por la noche seguía siendo tan penoso como implacable. En cuanto salieron de lo peor del tráfico e ingresaron en la autopista, Kate notó que DeMarco estaba desusadamente silenciosa. Estaba en el asiento de copiloto, contemplando con aire casi desafiante el panorama de la ciudad que pasaba ante su vista.
—¿Todo bien por allí? —preguntó Kate.
Sin girarse hacia Kate, DeMarco contestó de inmediato, dejando en claro que algo había en su mente desde que dejaron la escena del crimen.
—Sé que has estado en esto desde hace rato y conoces cómo son las cosas, pero yo solo una vez he tenido que dar la noticia de que un miembro de la familia está muerto. Lo detesté. Me hizo sentir pésima. Y realmente quería que me hubieses preguntado antes de ofrecerte a hacerlo.
—Lo siento. Ni siquiera lo pensé. Pero es parte del trabajo en algunos casos. A riesgo de sonar fría, es mejor acostumbrarse a ello desde el principio. Además… si estamos llevando el caso, ¿cuál es el punto en delegar esta miserable tarea a ese pobre detective?
—De todas maneras… no estaría de más en el futuro un poco de consulta en cosas como esa.
El tono de su voz era de irritación, algo que no le había escuchado antes a DeMarco —no dirigido hacia ella en todo caso. —Sí —dijo, y lo dejó así.
Rodaron el resto del camino hacia Ashton en silencio. Kate había trabajado en suficientes casos donde ella tenía que dar las noticias de una muerte como para saber que cualquier tensión entre compañeros empeoraría las cosas. Pero también sabía que DeMarco no era del tipo que iba escuchar cualquier lección que ella tuviera que impartirle en tanto estuviese enfadada. Así que quizás esto, pensó Kate, sería algo que simplemente podría aprender a través de las experiencias.
Llegaron a la residencia Tucker a las 9:42. A Kate no la sorprendió en lo absoluto ver que la luz del porche, al igual que casi cada luz de la casa, estaba encendida. A juzgar por el atuendo de Jack Tucker, él había salido a trotar por la mañana. La pregunta de porqué su cuerpo había sido hallado en la ciudad, sin embargo, generaba muchas preguntas. Todas esas preguntas presumiblemente conducían a una esposa muy preocupada.
Una esposa preocupada que está a punto de descubrir que ahora es una viuda, pensó Kate. Dios mío, espero que no tengan chicos.
Kate estacionó delante de la casa y se bajaron del auto. DeMarco la seguía, solo que más despacio, como si quisiera dejarle en claro a Kate que no estaba para nada feliz acerca de este detalle en particular. Ascendieron por el camino empedrado que llevaba a la escalinata y Kate observó cómo la puerta principal se abría antes de que ellas siquiera llegaran al portal.
La mujer en la puerta las vio y se paralizó. Se veía como si estuviera haciendo un esfuerzo para encontrar las palabras que quería pronunciar. Al final, todo lo que pudo decir fue: —¿Quiénes son ustedes?
Kate lentamente metió la mano en el bolsillo de su chaqueta para buscar su identificación. Antes de que pudiera mostrarla completamente o dar su nombre, la esposa ya sabía. Lo expresaron sus ojos y el modo en que su rostro lentamente comenzó a arrugarse. Y cuando Kate y DeMarco finalmente llegaron a los escalones del portal, la esposa de Jack Tucker cayó de rodillas en la entrada y comenzó a gemir.
***
Resultó que los Tuckers sí tenían chicos. Tres de siete, diez, y trece. Estaban todavía despiertos, matando el tiempo en el salón de recibo mientras Kate hacía lo que podía para que la esposa—Missy, ella logró presentarse entre lágrimas y gemidos— pasara y se sentara. La de trece años se apresuró a venir al lado de su madre mientras esta asimilaba la devastadora noticia que acababa de recibir, y DeMarco hacía su mejor esfuerzo para alejar a los otros dos niños.
De alguna manera, Kate se dio cuenta que quizás había sido severa con DeMarco. Los primeros veinte minutos que pasó esa noche en el hogar de los Tucker fueron desgarradores. En su carrera solo hubo otro momento así de doloroso. Miró a DeMarco, tanto durante como después de que ella intentara apartar a los niños, y vio la cólera y la actitud desafiante. Kate se figuró que esto podría ser algo que DeMarco tendría en contra de ella por mucho tiempo.
En algún momento en medio de todo esto, Missy Tucker se dio cuenta de que tenía que hallar a alguien que estuviera con sus hijos, si pretendía ser de alguna ayuda para Kate y DeMarco. Entre sollozos, llamó a su cuñado, dándole a su vez las noticias. Él y su esposa también vivían en Ashton, así que salieron casi de inmediato para encargarse de los niños.
En un esfuerzo para darle a Missy y a los niños Tucker algo de privacidad para enfrentar su pena, Kate obtuvo el permiso de Missy para revisar la casa en busca de indicios de lo que podría haber ocurrido para que alguien terminara deseando asesinar a su marido. Comenzaron por el dormitorio principal, registrando las mesitas de noche de los Tuckers y sus objetos personales teniendo como fondo los sollozos de la familia en la planta baja.
—Esto realmente es desagradable —dijo DeMarco.
—Lo es. Lo siento, DeMarco. De verdad. Yo solo pensé que sería más fácil para todos los involucrados.
—¿Realmente es así? —preguntó DeMarco— Sé que todavía no te conozco bien, pero una de las cosas que conozco acerca de ti es que tienes una tendencia a salirte de tu senda para aplicarte toda la presión que puedas.