IÑIGO PASTOR: Los Bichos ya existían cuando salieron Surfin’ Bichos. No digo que se pusieran el nombre por ellos, pero fue una mala casualidad, una coincidencia un poco extraña. Fue una putada para Los Bichos. Josetxo siempre decía, «¡ya se podían haber puesto Surfin’ Ranas!».
FERNANDO ALFARO: La música española se había aburguesado. Loquillo ya no era el de El ritmo del garaje, La Frontera me dejaban un poco frío, los discos de Gabinete Caligari ya los producía Jesús N. Gómez. Veía que yo lo podía hacer mejor. O, por lo menos, que lo mío era algo que nadie decía. Sabía que era diferente, más excitante, más fresco y mejor. De eso estaba totalmente convencido.
JOAQUÍN PASCUAL: El concurso de Albacete, en San Juan, era el momento del año en que todos los grupos presentábamos nuestra maqueta y podíamos tocar. Se hacían varias semifinales durante tres o cuatro días. Los había de punk, de heavy, de pop, medio mods… Tocabas en unas condiciones que no se volvían a repetir en todo el año ni de coña. Montaban un escenario de puta padre, con el equipo volado y alquilado en Madrid. El premio te permitía grabar un disco y encima te pagaban. El grupo que ganaba el concurso podía ir con la cabeza bien alta el resto del año.
Los Surfin’ se presentaron y no quedaron ni finalistas. Entonces ganaban los grupos que imitaban a Golpes Bajos o los de heavy eléctrico.
FERNANDO ALFARO: En Albacete había buenos grupos. Algunos eran técnicamente superiores a nosotros, pero les faltaba ambición. Había una especie de fatalismo, de descreimiento. El único que tenía algo de ambición era Franky Franky67. Aquello era un erial, el desierto de las posibilidades, y por eso tuvimos que ser tan vehementes en las formas. Eso incentivó nuestra ambición. Si sales de Burlada o Albacete es porque tienes algo que decir.
JOAQUÍN PASCUAL: La Junta organizaba todos los veranos una tournée de grupos de Castilla-La Mancha por pueblos de la comunidad. Tocamos en Tarazona de la Mancha, en Villarrobledo… En Almansa tocamos en un cine y en otros pueblos lo hicimos encima del remolque de un tractor. Llegabas a la plaza, había mogollón de sillas, y se sentaban los abuelos y los niños, que a la segunda canción se iban en cuanto Fernando empezaba a vociferar. Alguna gente se iba indignada. Nosotros íbamos con nuestras pintas y la gente se reía un poco de nosotros, pero nos daba igual. Nos sentíamos raros, pero de una manera orgullosa. Además, en cada pueblo había algún abollao que escuchaba a los Desechables y llevaba una chapa del grupo o un logo de esos que se cosían en las chupas vaqueras.
Las giras por la provincia no estaban mal pagadas. Tocabas con cachés muy dignos. Ya los quisiéramos pillar hoy. Un año tocamos en la feria de Albacete, en septiembre, y nos pagaron medio millón de pesetas. Y, además, en negro. Fuimos Fernando y yo a cobrar. Nos pagó el mánager en billetes, uno encima de otro, en el maletero de un coche.
FERNANDO ALFARO: En el concurso de Albacete pasaron de nosotros, pero no nos vinimos abajo, sino que mandamos la misma maqueta al Villa de Madrid. Lo hicimos subrepticiamente, por no decir fraudulentamente. No éramos de Madrid y no podíamos concursar, pero pusimos la dirección de Pipiyo68, el saxofonista, que tocaba en la versión primigenia de «Gente abollada». Él vivía a caballo entre Madrid y Albacete. Y nos seleccionaron.
El concierto fue en la sala Rock Club. Jesús Ordovás nos conocía porque le habíamos enviado la maqueta, pero al competir en la categoría rock nos presentó Carlos Pina, que tenía un programa casposillo de rock urbano. Justo antes de salir a tocar vino a preguntar por nuestras influencias. Convinimos en decirle que éramos entre Sonic Youth y Jan & Dean. Nos miró con cara de «no conozco a ninguno de los dos». Concursaban muchos grupos heavies, pero ganaron Montana, que hacían rockabilly y doo wop. Los segundos, Tokio, eran en plan Europe. Quedamos terceros.
Radio Nacional nos grabó dos canciones y Jesús Ordovás las empezó a programar. Ordovás nos apoyó muchísimo poniendo las maquetas, sobre todo la Primera cebolla sónica. Él fue quien nos sacó del anonimato y quien propició el contrato con La Fábrica Magnética. Por eso lo pusimos en los agradecimientos del primer disco, La luz en tus entrañas.
SERVANDO CARBALLAR: Yo había escuchado «Gente abollada» en el programa de Jesús Ordovás y me había llamado mucho la atención. Desde Alphaville, que para mí es uno de los grupos con las letras más interesantes de los años 80, no había oído una letra así. Era algo muy serio.
Lo habitual en España era hacer las letras lo último. En DRO, Gabinete Caligari nos presentaban las maquetas de preproducción con las letras cantadas fonéticamente y las escribían en el estudio mientras estaban grabando. Curiosamente, eran bastante buenas, porque tenían talento, pero esa capacidad no la tenía todo el mundo. Otros grupos hacían las letras antes, y luego la adaptación fonética a la música no estaba bien resuelta porque la fusión de música y letra no es tan fácil. Pero en el caso de Surfin’ Bichos era perfecta. Fue el fichaje más brillante de La Fábrica Magnética.
FERNANDO ALFARO: Yo sabía quiénes eran Aviador Dro y quiénes eran Los Iniciados, que salían disfrazados como los Residents, pero todo el mundo sabía que uno de ellos era Servando. Los dos grupos me gustaban un montón. Y La Fábrica Magnética era el sello donde había que estar. Habían fichado a Franky Franky, y en ese sentido seguí sus pasos porque tenían las cosas claras y sabían moverse.
SERVANDO CARBALLAR: A los grupos que fichaba en La Fabrica Magnética les planteaba editar dos o tres EP en el subsello Rabia y, si la cosa iba bien, prolongar el contrato y hacer LP. Si el primero solo vendía mil quinientas copias, se seguía trabajando porque quizá el segundo vendería ocho mil. Diez o veinte mil copias es todo lo que puede soportar la estructura de una compañía pequeña sin crecer, así que a partir de esa cifra desencadenábamos una parte del contrato para tener el apoyo logístico de una multinacional y que el grupo pudiese vender doscientas mil copias manteniendo un vínculo artístico con La Fábrica Magnética.
Convencí de todo esto a José María Cámara, el jefe de BMG-Ariola. Habíamos tenido muchas conversaciones interesantes sobre el famoso tema del enfrentamiento entre multinacionales e independientes y teníamos la sensación de que, en un momento dado, podíamos trabajar juntos de tal forma que la compañía independiente funcionara como una cantera para la grande.
FERNANDO ALFARO: Hicimos un primer EP en Rabia Records. Íbamos a hacer dos más, pero como teníamos canciones de sobra saltamos directamente al álbum.
JOAQUÍN PASCUAL: En esa época hacíamos bastantes televisiones. En programas de cotilleos en los que podía estar Jimmy Jiménez Arnau hablando de la Pantoja, nosotros salíamos a tocar «Crisis» y nos quedábamos tan frescos. Molaba salir en Televisión Española porque te veían tus padres.
SERVANDO CARBALLAR: Lo de presentar a Surfin’ Bichos al concurso de El salero fue cosa mía. Era para dar a conocer un poco al grupo.
FERNANDO ALFARO: Íbamos a hacer una tele más. Lo normal era hacer play-back, pero ese programa era en directo y nos pareció guay ir. Cuando llegamos, los amplis eran una mierda. Había un público de figurantes bordes que nos decían cosas chungas y nosotros les insultábamos a ellos. Entre el público y lo de los amplis, yo estaba rebotao. Vimos que a la gente le habían dado un bocata y una cerveza y dijimos que nosotros también queríamos el bocata y la cerveza. ¡O por lo menos la cerveza! Y nos dijeron, «lo siento, pero los grupos que entran en el concurso no tienen derecho a bocata». Así nos enteramos de que estábamos participando en un concurso.
JOAQUÍN PASCUAL: El salero era el mismo programa que Gente joven. Le habían cambiado el nombre. Había visto Gente joven de niño, pero El salero lo hacían el sábado por la mañana y a esa hora yo