Me causa verdadero asombro el trabajo que algunos de mis enemigos se han tomado para empañar mi época de estudiante en Oxford. Han llegado a decir que me habían expulsado de la Universidad, pintando como algo horrible el hecho de haber salido de allí sin el título. Lo cierto es que me eliminaron durante una temporada escolar, pero por haber dado mal cierto examen, a lo que puse remedio estudiando tres semanas con un profesor particular y familiarizándome con Euclides y consortes, personalidades que nunca me habían interesado gran cosa. En la época de mi último examen caí enfermo y no pude presentarme. Esa y no otra fue la razón de que abandonara la Universidad sin obtener el título. Por cierto que las autoridades de la escuela, y sin que lo hubiera pedido, me ofrecieron un título honorario; solo que para eso era preciso pasarse en Magdalen las vacaciones y afrontar dos nuevos exámenes. Yo consulté el caso con mi padre, el difunto marqués de Queensberry, y él dijo que después de todo el título era superfluo, por lo que renuncié al ofrecimiento. Si el hecho de abandonar un colegio sin el título es un crimen, declaro pertenecer a una banda de malhechores, pues ni Swinburne ni lord Rosebery lo obtuvieron, y lo mismo le sucedió a Shelley, el genial poeta.
No hace falta aclarar que a Wilde le pareció perfecto que yo no me hubiese graduado de Mestre en artes de Oxford. Con su ligereza acostumbrada, dijo que aquello era simpático, pintoresco y distinguido, y citó el ejemplo de Swinburne, que puso empeño en no ser en toda su vida más que un estudiante. Yo personalmente no concedía a todo eso la menor importancia; pero debo confesar que si hubiera tenido en aquel tiempo la experiencia que después he adquirido, habría mostrado menos desenfado y despreocupación...
Por otro lado, no tengo empeño alguno en demostrar que mi vida en Oxford fuera más inmaculada que la de la mayoría de los chicos de mi edad y de mi posición. Tuve más de una agarrada con las autoridades por haber cometido pecados de acción y de omisión. En cierta ocasión me castigaron por haber estado en el Derby —¡vean ustedes qué tremendo era!— y siempre cometí el grave error de no tomar en serio ni a la Universidad ni a los universitarios. Sin embargo los cuatro años que pasé en Oxford no pudieron resultarme más agradables y tranquilos. Ya he explicado cómo estuvo en mis manos haber salido de allí con la distinción suprema; habría bastado que lo hubiera querido.
Se equivocaría quien creyese que Oxford es un retiro austero donde la gente se entrega exclusivamente al conocimiento. Naturalmente que los sabelotodos tienen tiempo de sobra para preparar rigurosas tesis; pero si repasamos 1a muchedumbre de ex alumnos de Oxford, veremos que los que se han abierto camino y alcanzado celebridad fueron, por lo general, considerados en el recinto universitario como holgazanes y causas perdidas. Las personalidades más interesantes que conocí en Oxford eran más bien modestas respecto de su saber, y jamás hablaban de él como del único fin, de la única razón de su vida. Voy a relatar una historieta, atribuida a un digno alumno de Oxford que, según parece, nunca se cansaba de contarla. Los protagonistas son dos chicos de buena familia que se matricularon en la Universidad al mismo tiempo. Uno de ellos es holgazán y perezoso; no lee ni se entera de nada, y tras unos años de libertinaje se vio obligado a ganarse la vida conduciendo un hansom-cab23; el otro, orgullo de su familia y de su colegio, se cubría de laureles y se llevaba todos los premios, conduciéndose en todo de manera ejemplar. Mucho tiempo después, sus compañeros lo encuentran en Londres, en la miseria y convertido en cochero de punto, pero de un coche de cuatro ruedas. Claro que esto no pasa de ser una humorada, pero quien conozca Oxford a fondo no tendrá más remedio que saborear toda la sal que encierra y la brutal honestidad que delata la anécdota. En cuanto a mí, si hubiera tenido que verme en ese caso, declaro que hubiera preferido el hansom-cab al coche de punto. Yo era atolondrado y negligente en grado sumo y hasta tan perezoso que, con objeto de ahorrarme tiempo y trabajo, había mandado imprimir la fórmula siguiente:
Lord Alfred Bruce Douglas saluda
a
y lamenta le sea
imposible
pues precisamente
Vean como ejemplo lo que daba de sí ese ingenioso documento, luego de cubiertos los blancos:
Lord Alfred Bruce Douglas saluda
al señor Profesor Smith y lamenta le sea
imposible presentarle un estudio sobre
la evolución de la idea moral
pues precisamente
no tiene preparado ninguno.
Estas fórmulas me resultaban muy cómodas y hacía gran uso de ellas. Las conocía toda la Universidad, y por más que sacasen de quicio a más de un sabelotodo, nadie podía vérselas con ellas, por su impecable redacción; estudiante correcto con sus maestros y pastores ya puede echarse a dormir. Pero es probable que rasgos de esta clase —unidos a la circunstancia de haberme eliminado provisionalmente a consecuencia de una suspensión— han dado pie a la leyenda de mi nefasta existencia en la Universidad. Yo no me acuerdo de nada más grave.
Si fuese de otro modo, con toda lealtad lo confesaría. A partir del día en que di por terminada mi vida escolar, borrando mi nombre de los libros del Magdalen College, he sido asiduo visitante de la docta casa y he conservado amistades entre los muchachos de mi edad y entre las autoridades universitarias. No borré mi nombre de los libros sino por voluntad propia y por creer que así me convenía24. Puede que tal cosa fuera contraria a los usos establecidos, aunque me consta que más de un alumno distinguido hizo exactamente lo mismo. El hecho de que hayan querido presentar como sospechoso ese acto no solo me asombra a mí sino también a otras muchas personas.
¡Y ahí tienen la historia de lord Alfred Douglas, alegre estudiante del Magdalen College en Oxford!
19. Las carreras con obstáculos (steeplechase) son carreras a pie, en la cual los competidores deben salvar los obstáculos en el menor tiempo posible. La versión más importante del evento es la de 3.000 m. La de 2.000 m es la siguiente distancia más común.
20. Walter Horatio Pater (1839-1894) fue un escritor británico cuyos ensayos sobre arte ejercieron gran influencia en los poetas del grupo prerrafaelita. Entre sus principales obras cabe destacar El Renacimiento (1873), Retratos imaginarios (1887) y Apreciaciones (1889). Como novelista se dio a conocer con Mario, el epicúreo (1885).
21. Lionel Pigot Johnson nació el 15 de marzo de 1867 y falleció el 4 de octubre de 1902, a los 35 años. Fue poeta, ensayista y crítico. Se convirtió al catolicismo en 1891. En junio de ese año, Johnson presentó a Oscar Wilde, su amigo, a su primo lord Alfred Douglas. Más tarde, repudió a Wilde en El destructor de un alma (1892), lamentando haber iniciado lo que se convirtió en el amor escandaloso entre dos hombres. En 1893 publicó lo que algunos considerarían su obra más lograda, Dark Angel.
22. Los originales pueden consultarse en https://archive.org/details/spiritlampserial00doug/page/n101
23. Carruaje de dos ruedas tirado por caballos, diseñado y patentado en 1834 por el arquitecto Joseph Hansom.
24. “Los exámenes Greats tuvieron lugar en junio de 1893. Douglas no se presentó a ellos. El Magdalen College expresó su desaprobación. Douglas se apresuró a borrar su nombre de los registros del colegio y escribió indignado al presidente que algún día eso sería una gran vergüenza para el Magdalen. Wilde lo congratuló por haber seguido el ejemplo de Swinburne al decidir seguir siendo un no graduado permanente” (Richard Ellman, op. cit.).
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