[128] C. Smith (ed.), Poema de Mio Cid, Madrid, Cátedra, 1994.
[129] Acerca del papel castellano en la construcción de la historia española véase A. Morales Moya, «La interpretación castellanista de la historia de España», en A. Morales Moya y M. Esteban de Vega (eds.), ¿Alma de España? Castilla en las interpretaciones del pasado español, Madrid, Marcial Pons, 2005, pp. 21-55.
[130] J. S. Pérez Garzón, «Castilla heroica, Castilla culpable: cuestiones de nacionalismo español», en P. Carasa (coord.), La memoria histórica de Castilla y León: historiografía castellana en los siglos XIX y XX, Valladolid, Junta de Castilla y León, Consejería de Educación y Cultura, 2003, p. 331. Véanse, sobre esta cuestión, los siguientes trabajos de M. Esteban de Vega: «Historias generales de España y conciencia nacional», Revista de História das Ideias 18 (1996), pp. 45-61; «Castilla en la configuración de la historia nacional española», en M. Redero San Román y M.a D. de la Calle Velasco (eds.), Castilla y León en la historia contemporánea, Salamanca, Universidad de Salamanca, 2008, pp. 41-70; «Castilla en la primera historiografía nacional española, 1833-1900», Alcores 12 (2011), pp. 19-35.
[131] J. Ortega y Gasset, España invertebrada. Bosquejo de algunos pensamientos históricos, Madrid, Artes de la Ilustración, 1921, p. 31.
[132] M. Esteban de Vega, «Castilla y España en la Historia general de Modesto Lafuente», en A. Morales Moya y M. Esteban de Vega (eds.), ¿Alma de España? Castilla en las interpretaciones del pasado español, Madrid, Marcial Pons, 2005, p. 114.
[133] M. Morayta, Historia, vol. 2, p. 155.
[134] I. Fox, La invención de España, p. 105.
[135] R. Menéndez Pidal, Castilla, la tradición, p. 39.
[136] M.a E. Lacarra, «La utilización del Cid de Menéndez Pidal en la ideología militar franquista», Ideologies and Literature 12 (1980), pp. 95-127. Más recientemente véase F. J. Peña Pérez, «La sombra del Cid y de otros mitos medievales en el pensamiento franquista», Norba 23 (2010), pp. 155-177. No debemos pensar que el Cid sirvió únicamente a los propósitos franquistas, ya que fue manipulado también por los republicanos, quienes reivindicaban, según F. J. Peña, la memoria cidiana como expresión simbólica de la lealtad al orden legalmente establecido y de resistencia a la invasión «extranjera»: «El mito del Cid en la sociedad española contemporánea», Arqueología, historia y viajes sobre el mundo medieval 36 (2010), p. 72.
[137] R. Crespo-Vila, «Reescrituras cidianas: Rodrigo Díaz de Vivar y la condición posmoderna», Cuadernos de Aleph 7 (2015), pp. 31-52.
[138] F. Wulff, Las esencias patrias, p. 216.
V
TRAICIONES, TENTACIONES Y APOSTASÍA. LOS CASOS DEL ABAD DON JUAN DE MONTEMAYOR, LA CONDESA TRAIDORA Y LA MORA ZAIDA EN LA HISTORIOGRAFÍA ESPAÑOLA
Vamos a hablar en las siguientes páginas de una serie de escenas que envuelven la idea de traición, conversión y convivencia entre musulmanes y cristianos en la Edad Media. Se trata de dos leyendas, la del abad don Juan de Montemayor y la condesa traidora y, por otro lado, la de la comúnmente llamada mora Zaida, concubina o esposa legítima de Alfonso VI, dependiendo de las versiones a las que se acuda. Integraremos estas narraciones dentro de un discurso más global, como es el de las historias generales de España escritas de forma más o menos regular desde que el padre Juan de Mariana redactase la suya en las postrimerías del siglo XVI, ya que serán las responsables de la construcción de una determinada identidad, la española, y de ofrecer la visión predominante del pasado patrio.
La traición es un elemento esencial desde la Antigüedad para comprender en buena medida la evolución del discurso histórico español. Existen numerosos ejemplos que tienen como protagonistas a personajes que son objeto de traición o, al contrario, que son traidores y, tras un oportuno paso por la pluma de los historiadores más influyentes, pasan a ser víctimas de traición o, cuando menos, se les libera en cierta medida de ese apelativo. Son bien conocidas las biografías de Viriato y Quinto Sertorio, quienes fueron asesinados por sus seguidores más cercanos y, a pesar de haber sido uno de origen lusitano, según consignan las historias generales, y el segundo nacido en la península Itálica, pronto fueron acogidos como patriotas españoles libertadores de la opresión extranjera. Asimismo, en lo relativo al Cid, verdadero arquetipo de caballero castellano defensor de la cristiandad frente a los infieles musulmanes, pasó de ser considerado un traidor por haber llegado tarde a la llamada al fonsado de su monarca, a ser elevado al altar de los héroes nacionales por el conjunto de la historiografía española, salvo alguna excepción, como Juan Francisco Masdeu.
Paralelamente encontramos episodios igual de relevantes. Por ejemplo, la «pérdida de España» del año 711, en la que se entremezclan una serie de traiciones reales e inventadas por la historiografía posterior, como aquella que decía que los judíos habían tenido una actitud favorable a los musulmanes actuando como quinta columna. Ahora bien, ¿por qué es importante la traición en estos casos? Su relevancia viene dada porque se revela, como veremos en las siguientes páginas, en tanto que elemento explicativo a la hora de precisar los rasgos básicos del carácter español y, por otro lado, al actuar como tópico que permite entender las sucesivas conquistas que, en diferentes periodos, había sufrido España. En la Antigüedad las traiciones perpetradas favorecerían a los cartagineses y los romanos, mientras que en la Edad Media los beneficiarios habrían sido naturalmente los musulmanes y, como puso de manifiesto Floyd S. Lear, el delito pasaría a ser considerado contra el rey, al concentrarse todo el poder en su figura.
EL ABAD DON JUAN DE MONTEMAYOR
Transcurre la acción en tiempos del rey Ramiro III de León y de Almanzor, pero en tierras de Portugal, ya que el abad Don Juan era el señor de todos los abades portugueses. Conservamos esta leyenda hoy en día gracias a dos testimonios manuscritos: el capítulo 287 del Compendio historial de Diego Rodríguez de Almela y un impreso toledano que se fecha hacia comienzos del XVI[1]. Poseemos, sin embargo, de acuerdo con Ramón Menéndez Pidal, una noticia más antigua que nos la proporciona el proemio de un poema perdido de Alfonso Giraldes sobre la batalla del Salado, la cual data del siglo XIV[2]. Se trata de un texto medieval de mediana importancia al que, en contra de lo que pudiera parecer, no se le ha dedicado prácticamente ninguna atención crítica, como ha señalado Víctor Infantes[3]. La excepción es Menéndez Pidal, quien publicó en el primer tercio del XX dos trabajos fundamentales sobre este tema[4].
Comienza la leyenda cuando el abad, de camino a oír maitines de la fiesta de Navidad, encuentra a un niño que yacía a la puerta de la iglesia: «E este niño era fecho en pecado mortal, porque era hijo de dos hermanos»[5]. El abad lo acoge, lo bautiza llamándole García y lo envía al rey Ramiro, sobrino del propio abad, que entonces tenía las cortes en León. Un día, estando de caza con dos